Somos ajenos

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Cansancio, pesadez, todo su cuerpo se sentía adormecido, como si no se hubiera movido en un buen rato. Algo se encontraba dentro de su garganta y por alguna razón cualquier intento de cambiar de postura era inútil. Josuke se sentía como si hubiera tenido un sueño muy largo, o por lo menos eran las únicas palabras que lograba encontrar.

Algunas voces llegaban a sus oídos, pero no podía identificarlas. Pronto volvió al sopor nocturno y perdió el control de sus extremidades. Ese mundo interior lo envolvía, donde toda lógica y razón era inútil.

Lo primero que notó al abrir los ojos fue el techo. “Este no es el techo de mi casa” pensó e inmediatamente sintió una especie de alarma interna, no tardó mucho en recordar todo. Era un tanto nostálgico el encontrarse en una cama de hospital, sin poder moverse y con la sensación de que había pasado algo importante.

La luz era un poco molesta, pero sus ojos lograron entregarle algunas imágenes. Había dos caras bien conocidas y otras que no. A ambos lados de la cama encontraba a dos ángeles con cara de preocupación.

—Creo que está despertando— Dijo uno de los desconocidos. El azul de su suéter llamaba la atención de unos ojos recién despiertos, era tono agradable.

Josuke intentó reincorporarse, pero todo su cuerpo renegaba ante la intención. Un par de manos grandes le ayudaron.

—Tranquilo— Dijo un hombre con abrigo blanco, en su rostro se encontraba una expresión cansada pero aliviada. Su tacto era un tanto reconfortante, como solía ser Jotaro.

Los desconocidos se mantenían en silencio y en medio de la esteticidad, el sonido de la falta de aire rompía la quietud. Higashikata giró a su izquierda y manteniendo la solemnitud característica de sí mismo, se encontraba el único e inigualable Rohan Kishibe.

—Hey— Saludó de forma rasposa. Cada sonido producido dejaba una sensación incómoda en sus cuerdas vocales, como si algo hubiera ocupado el espacio que le correspondía a su propia voz.

El mangaka lo observó con ojos vidriosos. Josuke podía verlo con claridad; esas ropas caras, pero no tan bien planchadas, maquillaje encima del del día anterior. Cabello ligeramente desalineado. Dentro del perfecto estado con el que Rohan se presentaba a sí mismo había rasgos de descuido. Un nudo apretó fuerte el corazón de Higashikata y le estrujó con culpa. Quizá nadie más notaría el desatendimiento de Rohan, pero él se sentía sumamente culpable. Había logrado detener al imparable Rohan Kishibe pero ¿A qué costo?

Todos se mantuvieron en silencio hasta que un llegó su madre, igual de apurada y afanosa que esa vez en su adolescencia. Se desplomó al lado de su cama y con la desesperación característica de ella lo regañó, mientras apretaba su mano como si no quisiera dejarlo ir nunca. Ahora la culpa lo jalaba hacia abajo, como una piedra que te hunde en el agua. Josuke se había jurado a sí mismo cuidar de todos ellos y nunca jamás permitir que sucediera algo como lo del 99. Vaya que había salido bien.

No hay cuenta que no se pague ni plazo que no se cumpla. El letargo del joven policía había terminado y con ello llegaba la factura que su cuerpo le estaba cobrando. No había tiempo para sentir emociones, sino síntomas de haber estado inmóvil por ¿Días? ¿Semanas? Aún no había forma de saberlo y tampoco es como que Josuke tuviera muchas ganas de averiguarlo.

Tan pronto como llegaron las enfermeras todos los demás fueron desalojando la habitación para dar paso a los profesionales. Chequeo de rutina, más tiempo de observación y asegurarse de que en realidad todo funcionara como debería. Era imposible no sentirse como rata de laboratorio entre tantas batas blancas.

Ese estado de confusión absoluta se agravó con el paso de las horas. A pesar de tener compañía la mayor parte del tiempo, el joven seguía sintiendo como la culpa lo arrastraba a lo más profundo de sus propias emociones. Era un chiste, una burla de servidor público, de protector, de hijo, de hombre. Recordar los ojos vidriosos de Rohan mientras se escurría discretamente una gota oscura de delineador por su mejilla y el calor de las manos con uñas mordidas de su propia madre le partían el corazón en millones de pedazos. 

Larga espera (JOSUHAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora