Secuaz

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Rohan observó el mar desde la ventana del taxi y pensó en su pueblo natal. Las costas de Nápoles durante el verano estaban igual de concurridas que las de Morioh, y sin embargo era una sensación completamente diferente. Recordaba con claridad su anterior viaje a Italia hacia un par de años, así como su extraño encuentro en un confesionario hacia una década. Últimamente se encontraba a sí mismo dándose vueltas al pasado ¿Quizá era la edad?

Incluso con el aire acondicionado, el taxi que compartía con el Dr. Kujo se sentía sofocado. Claro que también tenía que ver con que Jotaro era un hombre de casi dos metros, enfundado en una gabardina personalizada a la mitad del verano. Daba calor de solo verlo.

Ambos se mantenían callados, dejando que el ranking semanal de la zona hablara por ellos.

— ¿Que los trae a Nápoles, señores? —  les había preguntado el taxista cuando los recogió del aeropuerto. Un "asuntos personales" de Kishibe y una mirada fulminante de Kujo fue todo lo que el desconocido recibió. Pasaron todo el trayecto escuchando el ruido de la radio.

Después de cruzar la ciudad de lado a lado y otro tanto de carretera, ambos hombres llegaron a su destino. La propiedad del contacto de Jotaro era enorme, lujosa y bastante alejada de la civilización. Rohan agradecía en sus adentros que Kujo hubiera arreglado este encuentro de forma tan rápida. No era nada raro alguien como el mangaka viajar de un lado a otro en cuestión días, pero una cosa era ir a la capital para revisar asuntos de trabajo y otra era atravesar el mundo en búsqueda de la cura para un ser querido. Quizá también el Dr. le tenía más aprecio de lo que demostraba, o tal vez era porque se trataba del bienestar de Josuke. De nuevo volvía a pensar en Josuke.

Si en algún punto Rohan tuvo dudas con respecto al viaje, la imagen de cierta persona postrada en una cama se materializaba en su cabeza. Con eso bastaba para hacerlo seguir adelante, incluso el jetlag se sentía efímero en comparación a la primera vez que fue al hospital. Por otro lado, la idea de conocer a este hombre lo suficientemente poderoso como para que Jotaro tuviera que considerarlo última opción era intrigante. No había que ser un genio para percatarse de la evidente conexión entre el contacto de Kujo con la Mafia; una experiencia así era la clase de historias que merecían ser contadas. Si todo salía bien, no solo salvaría a su novio, sino que también tendría más referencias para su manga. Dos pájaros de un tiro.

El interior de la villa era tan espectacular como el exterior. Decorados en los techos, obras de arte en las paredes, pisos de granito pulido, sin duda el dueño tenía un excelente gusto. Por desgracia ese mismo comentario no era aplicable al muchacho que esperaba con ellos en la sala de estar. No solo tenía el descaro de mezclar rayas y cuadros, además el atuendo iba coronado con un gorro. Rohan también había usado algunos conjuntos cuestionables durante los 90s, pero eran los 90s. Uno creería que el nuevo siglo mejoraría el sentido de la moda de algunos, pero no todo tiene arreglo.

—Doctor Kujo, es un placer volver a verlo— dijo una voz mientras se abría la puerta. Cabello rubio, japonés perfecto y unos ojos idénticos a los de cualquier Joestar entraron a la habitación. El chico no tendría más de veintitantos y sin embargo su presencia era aplastadora ¿Con qué clase de personas se juntaba Jotaro?

—Señor Giovanna, ha pasado mucho tiempo— Un apretón de manos rápido y un par de sonrisas, era evidente que había cordialidad— Agradezco mucho que nos reciba tan rápido—

—No hay necesidad de tanta formalidad, somos familia. Cuando me llamaste me imaginé que sería importante, aunque no esperaba que fuera tan importante como para que vinieras en persona y a demás— El muchacho le dirigió una mirada a Rohan, la sensación muy similar a la primera vez que conoció a Kujo— acompañado.

Jotaro solo asintió y dejó que el silencio hablara por él. Mientras tanto, Giovanna se acomodaba en un sillón frente a ellos. El mankaga se sintió como en una reunión cualquiera, sin embargo, no podía evitar preocuparse un poco ¿Qué iba a pasar si esta persona les negaba su ayuda?

—Bien— comenzó a hablar de nuevo el muchacho— Vayamos al grano ¿A qué han venido? –

El doctor acomodó su gorra, como solía hacer en esas situaciones.

—Giorno, necesitamos el poder de tu stand— Sorpresa sorpresa, caras de impacto se pintaron en los otros hombres ¿Quién diablos era ese tal Giorno y que clase de stand tenía?

—Mi stand, dices.— El muchacho cruzo las piernas y levanto las cejas, como si hubiera esperado cualquier otra cosa menos esa— Qué petición tan inesperada ¿Se puede saber para qué, exactamente, habrían de necesitar mi stand?

—Se trata de un asunto de vida o muerte—

Jotaro no estaba equivocado en describir la situación de esa forma. Quizá la frase había salido un poco dramática, pero viéndolo en perspectiva en realidad todo era muy dramático. Quién diría que salvar a alguien podía ser tan teatral.

—Imagino que esta situación de “vida o muerte” no es de ninguno de ustedes ¿Cierto? — Los invitados asintieron en silencio. Giorno se quitó un mecho de la cara y soltó un suspiro.

—Cuéntenme desde el principio, por favor—

Rohan sintió como el corazón se le encogía un poco. Tener que explicar la misma historia una y otra y otra vez comenzaba a ser desgastante.

 —Espero que tenga tiempo—dijo desde su lugar al lado del doctor.  En ese momento, el joven rubio ordeno tazas de café y se puso en una postura más cómoda.

Después de lo que se sintió como una eternidad para el artista y varias explicaciones contextuales, Kishibe terminó con la historia. El accidente, el trabajo de Josuke, las heridas, el coma; cada cosa fue descrita con lujo de detalle y durante toda la narración, Rohan hizo un esfuerzo por no desmoronarse. Ahora solo quedaba que se respondiera a la pregunta que estaba en la cabeza de los extranjeros.

El primero en volver a abrir la boca fue Jotaro.

—¿Y bien? — Dijo entre un sorbo de café y otro— ¿Podemos contar con tu colaboración?

—Ojalá fuera tan simple como eso — Una sonrisa melancólica cruzó el rostro de Giovanna— Primero necesito que estén conscientes de que puede o no que mi stand les sea útil.

—¿Disculpe? ¿A qué se refiere con que puede o no ser útil? — El mangaka replicó un poco extrañado.

—A lo mismo que ya dije, creo que fue bastante entendible— Giorno estiró un poco las piernas —Vera, señor Kishibe, mi stand no es como los demás. Su poder supera mi conocimiento, ni siquiera yo estoy seguro de todo lo que es capaz, quizá sea útil, quizá no. Puedo acompañarlos a de vuelta a japón, pero no les aseguro que Great Experience Requiem logre despertar al señor Higashikata. Incluso si lo despierta no les aseguro que sea lo único que mi stand haga ¿Están ustedes dispuestos a correr ese riesgo?

Rohan no necesitaba pensarlo dos veces. No importaba que tan pequeña fuera la posibilidad, peor era quedarse estático y esperar a que Tomoko firmara los papeles para desconectar a Josuke. La decisión ya estaba tomada desde el momento en que había subido al avión; iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance para salvar al imbécil de su novio y luego iba a cobrarle toda la preocupación que les había causado a él y a todos los demás.

Jotaro cruzó miradas con su acompañante. No había necesidad de palabras para entender algo que se notaba a leguas.

—No importa el riesgo, lo que importa es intentarlo—

Giorno soltó una carcajada ante el comentario del doctor y observó al muchacho del suéter de rayas, quien había permanecido inmóvil en la entrada de la habitación.

—Mista, cancela todas mis citas de esta semana y reserva cuatro asientos en primera clase con destino a Tokio. —

Ahora solo quedaba la parte difícil.

Larga espera (JOSUHAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora