Caminaron durante varios minutos bajo un sol cegador. Y se adentraron en el puerto, al llegar al muelle donde se encontraba el velero de Fernando, se encontraron a éste dentro del barco. Los estaba esperando ansioso.
- Buenas tardes muchachos, ¿cómo lo habéis pasado hoy? - se interesó el hombre con una sonrisa de oreja a oreja.
- Muy bien, gracias Fernando - respondió Dani con mucho entusiasmo, pues de todo el grupo era el que más hablaba con el dueño del barco de vela.
- Me alegro mucho chicos. Por cierto, esta mañana he pensado que después de descubrir que dentro de la cueva no hay agua, posiblemente los trajes no sean tan necesarios como pensábamos. A pesar de ello, vosotras tendréis que quedaros vigilando como el otro día por si acaso - añadió dirigiéndose a Alicia y Lucía.
- Claro, no hay problema, así pasamos más tiempo las dos solas - dijo Alicia mirando cómplice a su amiga.
Todos subieron a bordo, y una vez allí, iniciaron la marcha hacia la isla. Ya tenían todo el tiempo del viaje calculado, por lo que no se les hizo muy largo. Y en el trayecto merendaron y tomaron unos refrescos para coger fuerzas. Fernando estaba encantado de haber conocido a este grupo de amigos.
Al avistar tierra disminuyeron la velocidad y pasados unos minutos pararon y echaron el ancla. Las chicas sacaron sus toallas del interior del barco y se sentaron en la proa. Ellos, aprovecharon para quedarse en bañador y tirarse al agua detrás de Fernando.
Cuando se cercioraron de que estaban solas, se tumbaron, retomando la conversación que habían mantenido en el autobús.
- Entonces, ¿qué es exactamente lo que vas a hacer? - preguntó al rubia.
- Pues... quedar con él mañana para patinar, porque a los dos nos gusta mucho, pero en el momento en el que vea miraditas extrañas o un acercamiento mayor que el habitual... corto por lo sano - aclaró Lucía poniendo los ojos en blanco - Y tema Adrián a parte, creo que estas vacaciones van a ser de las mejores que hemos tenido.
- Yo también pienso eso. Además, esto de la búsqueda me parece una pasada.
Dicho esto, ambas se echaron crema solar y tomando el sol se quedaron practicamente dormidas. Lo que no sabían era que dos hombres de mediana edad estaban observándolas desde otro navío, y ya habían descubierto que se llevaban muy bien con los chicos y que había algo bajo el agua.
Los desconocidos hicieron una llamada rápida, y fue en ese momento cunado Lucía se percató, al oír sus voces, de que no estaban solas y después de tocar a Alicia en el hombro mientras señalaba el otro vehículo, empezaron a chillar. Pues si pasaba cualquier cosa, ellas no serían capaces de enfrentarse y salir victoriosas.
Los gritos fueron escuchados por los chicos en la cueva.
- ¿No habéis oído algo? - intervino Andrés algo asustado.
- Sí, y creo que eran Alicia y Lucía, ¡vamos a subir, rápido! - continuó Fernando.
Al salir a la superficie, nadaron muy deprisa hacia el velero. Tardaron varios minutos, pero al alcanzar el barco se encontraron a las dos muchachas atrincheradas dentro.
- Chicas, ya estamos aquí, ¿qué ha pasado? - comenzó Dani mirando a los alrededores intentando encontrar la causa de esta rección.
Ellas abrieron la puerta y les contaron lo sucedido. Todos estuvieron muy atentos a lo que decían. De todos los motivos que los chicos se podían haber imaginado, este era sin duda el peor.
Fernando las tranquilizó e inició el viaje de vuelta al puerto. Mientras sostenía el timón no pudo evitar pensar que los estaba poniendo a todos en peligro y que debían encontrar la gema antes de lo esperado, o de lo contrario tal vez alguien les haría daño.
Una vez en su destino, ataron el barco al muelle y tras despedirse del dueño de este, caminaron en dirección al hotel. Las chicas no dejaban de fijarse en todos los señores con los que se cruzaban.
ESTÁS LEYENDO
La gema dorada
Ficțiune adolescențiTres chicos se van de vacaciones a Las Bahamas. Donde viven aventuras y conocen a dos chicas.