Capítulo 2

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Narrador.

Sin perder más tiempo, revisó que nadie estuviera presente mientras subía a la rubia en la otra camioneta.

Se aseguró primero de tener la llave en su cuello y cerró el bar.

Sin ella no hay como abrir. Sin su jefe no hay información que pueda brindar, y sin el equipo de vigilancia, no hay más pistas que poder seguir.

Los Ackerman eran muy buenos en limpiarse las manos.

Ató sus manos con cinta y le cubrió la boca con la misma. Cerró la puerta, encendió el auto, y salió sin prisa, después de todo, si nadie te veía no habías hecho nada malo.

Su celular comenzó a vibrar a unos pocos kilómetros de viaje, y se detuvo un momento para revisar quién era.

—¿Dónde estás?—Preguntó Ymir.

Arqueó la ceja.

—Enfocate en lo tuyo, te alcanzo después.—Recordó lo de Annie.— Tengo que hacer algo antes.

Colgó y llamó a otro número.

Golpeó el volante levemente con los dedos mientras la persona contestaba. Enfrente de donde se había detenido, había un pequeño local, de esos que siempre están abiertos y ubicados en lugares bastante dudosos o apartados, pero que son de utilidad por lo mismo, con tanto camino por recorrer es normal detenerse un poco a comer o descansar.

Regresó la vista hacia el frente antes de que el hombre pudiera responder.

—Tengo dos noticias.

Permaneció callado un momento y después maldijo al escuchar que alguien más las vió, y que ensima de todo tenían a la otra persona raptada justo ahora.

—¿Por qué no solo te deshaces de ella y ya?

—Creí que querrías verla primero. No hay muchas rubias ojo azul en tu colección de prostitutas.

Lo pensó un momento, y después soltó una risa nasal. Si era como ella decía, sería de gran valor en Marley, el lugar al que planeaban llegar para entregarle a Historia, y ahora, también a Annie.

—¿Sabes? Me convenciste.

Colgó y bajó de la camioneta, en dirección al local.

Un sujeto agradable la recibió en la entrada y la azabache solo suspiró mientras caminaba hacia los enormes refrigeradores por una soda o algo.

Se acercó a la barra, y pidió unas pastillas para el dolor, esperando a que le cobrara.

—¿Sería todo?

—Si.

El joven la miró risueño, pero no sonó como una risa simpática, sino, nerviosa y de hecho se le veía bastante inquieto, a diferencia de cuando entró.

—¿Sabes? No suelo ver a chicas así de lindas como tú por aquí.

De hecho, hacía movimientos muy marcados con su cuerpo, como si no quisiera que aparte su vista de el.

Missing. [Mikannie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora