El estacionamiento donde había dejado el auto era obscuro, y no había otro vehículo además del suyo, pues el motel en cuestión no era el más conocido o la mejor opción para quedarse, pero en este caso, no podía ponerse exigente.
Sujetó con firmeza a Annie y la acorraló contra el auto, una vez que cerró la puerta.
La molestia en el rostro de ambas se convirtió en una guerra. Mikasa por dominar, y Annie por negarse a estar cerca de la azabache un puto segundo más.
-Vamos a entrar.
Annie negó.
-Y vas a portarte bien.
-Vete a la mierda.
La azabache sacó su arma.
-Entonces al diablo.-Le Apuntó.-Al diablo contigo, y al diablo con tu amiga.
Permaneció callada. Ella se sabía defender sola, su padre fue un ex militar y la entrenó de pequeña, pero Historia no, además de no saber donde estaba, si lo que decía la azabache era cierto, entonces, ¿qué puta opción tenía?
-¿Dónde está Historia?
La azabache ya estaba harta de esa pregunta.
-Ella está bien, y mientras me sigas obedeciendo, así será...
Realmente no tenía permitido hacerle daño a ninguna, pero eso Annie no lo sabía.
Luego de algunas miradas, soltó un suspiro. Caminó hasta ella y la azabache bajó el arma. Con la pierna en este estado, sería imposible ganarle a una persona como ella, claramente entrenada y de fuerza superior, sobre todo por que su estilo de pelea se especializaba en el movimiento de piernas y una de ellas le dolía mucho.
Le ayudó a caminar hasta adentro del motel y la azabache habló con el empleado del lugar. Annie se posicionó atrás de Mikasa, pues le pidió que no llamara mucho la atención y con mucha suerte así lo hizo.
Le dió las llaves del cuarto y volvió a su lectura. Cuando llegaron al cuarto Annie se lanzó sobre la cama y descansó la pierna. Realmente necesitaba dormir.
Se giró al escuchar el sonido de la puerta cerrarse con seguro y vio a la azabache comenzar a quitarse la ropa mientras la miraba atenta.
-Quítate la ropa...
Sin muchas ganas hizo lo que le ordenó la ojigris. Se quitó la blusa, el sostén y el pantalón, junto a la ropa interior como pudo y miró a la azabache.
-Ya.
Se acercó hasta ella y le dió la mano. Annie la miró con duda.
-Vamos a bañarnos.
Eso la alivió un poco.
Realmente quería bañarse, pero no junto a ella. Igual no protestó. Con suerte no pasaría lo que ella creyó. Por ahora.
Abrió la regadera, y sostuvo a Annie de la cintura, mientras el agua caía sobre ambas.
El baño fue incómodo, y malditamente largo, o al menos así lo sintió Annie. Justo cuando comenzó a disfrutar de él agua relajar su cuerpo, la azabache cerró la llave y al momento de hacerlo su entrepierna rozó con el trasero de Annie, ya que tubo que inclinarse hacia adelante para hacerlo.