Capítulo II: Mirador de la Herradura (2)

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Tras la pelea en Valentine y el encuentro con el viejo amigo Josiah Trelawny, Arthur se dirigió al campamento tras bañarse en un río y limpiar su ropa. Al llegar, vio que la Señora Grimshaw lo esperaba impaciente.

-Señora Grimshaw-le saludó amablemente.

-Señor Morgan, tengo que pedirte un favor. Es el Reverendo Swanson-le dijo.

-Joder... ¿Qué ha hecho esta vez?

-Ya sabes su... vicio con la bebida. Lleva desde anoche desaparecido, y me temo que esté en problemas. Pearson me comentó que salió del campamento borracho diciendo que se acercaría a la estación de tren de Flatneck. ¿Podría ir y buscarlo, por favor?-le pidió como favor.

Arthur, tras despedirse de Susan Grimshaw, volvió a monta en su caballo y se dirigió a la estación Flatneck, con intención de encontrar al Reverendo Swanson y traerlo de vuelta al campamento. Era la estación de la ciudad de Valentine, un poco alejada, pero a pocos minutos del campamento a caballo. Al llegar, después de buscar en varios rincones, decidió entrar en el edificio.

-Señor Morgan-escuchó. Era el Reverendo Swanson, sentado en una mesa redonda jugando a póker acompañado de dos hombres desconocidos.. Claramente, al segundo supo que estaba borracho-He seguido su consejo.

-Entonces, al fin su Dios lo ha abandonado-le dijo Arthur-¿De qué coño estas hablando?

-¡He seguido su consejo, Señor! Me he librado del abrazo de Morfeo-empezó a hablar levantándose como podía del asiento-Ya no volveré a hundirme, señor. Soy libre... ¡soy libre!

Arthur se fijó en que los dos hombres que acompañaban a su compañero se estaban riendo de él, y que seguramente estaban aprovechando para sacarle todo lo que tenía, haciendole perder al póker.

-No parece libre, amigo, parece borracho-le dijo Arthur.

-Siéntese Reverendo, no hemos acabado-le llamó uno de los hombres desde la mesa.

-¿Que no han acabado? Míralo, él está acabado-soltó Arthur enfadándose. 

-Nadie le ha hecho beber licor a la fuerza, amigo. Solo quiero que juegue.

-Para empezar, no somos amigos. No se equivoque. Y además, apenas puede ver, y mucho menos razonar-dijo acercándose al sujeto-Nunca he sido especialmente bueno en razonar, pero veo perfectamente. ¿Quiere salir fuera o prefiere tratar este asunto aquí?

-Solo quiero que acabe la partida. 

-¿Por qué no podemos llevarnos todos bien?-dijo como pudo el Reverendo desde atrás-Son hombres de bien, Arthur. Son hijos de Dios... Hijos de Dios...

Al acabar la frase, el Reverendo Swanson no puso contenerse en pie y cayó al suelo. Los dos individuos de la mesa, enfurecidos por la partida no acabada, le ofrecieron el sitio de Swanson a Arthur, explicándole que sería lo justo. Arthur, sin muchas ganas de seguir con esos tipos, se sentó en la silla dispuesto a jugar. Únicamente para llevarse al Reverendo de vuelta al campamento lo antes posible.

-Soy Luther, y este es Marvin-dijo uno de ellos mientras repartía las cartas-Entonces... ¿de qué se conocen ustedes dos? Sin ánimos de ofender, no parecen los típicos amigos.

-Nos conocimos hace mucho tiempo-respondió Arthur, observando sus cartas.

-¿Y ahora le hace de niñera?

-No puede ser un clérigo de verdad. Habrá cometido al menos cinco pecados capitales en esa silla en la que estaba sentado-dijo el otro.

-¿Te lo imaginas en el púlpito? No sé cuánto duraría de pie...

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