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Las risas inundaban la oscura casa de los Black. Cualquier persona que viera a aquella singular familia, rápidamente los relacionaría con la espeluznante familia de los Locos Addams, pero Harry Potter se sentía en casa.

Su tío Regulus, aunque nunca le había puesto mucha atención, se había encargado de cuidar de él desde las sombras, y aún lo hacía. Harry sabía que no era casualidad que Voldemort estuviera empecinado con matarlo a él y que siempre tuviera que ser él quien lo enfrentara. Y la historia que Regulus le había contado, sobre la profecía, tenía mucho sentido. Ahora todo le cerraba y ya comprendía la razón por la que Voldemort quería matarlo, pero lo que seguía sin comprender era porqué Dumbledore nunca se lo había dicho.

Al contrario de lo que todos creían, Harry no era ningún estúpido. Comprendía que nadie más podía encargarse de Voldemort, porque estaba dicho que sólo él contaba con el poder para matarlo. Comprendía también que era muy probable que ni siquiera sobreviva a la inminente guerra que se le venía encima.

Pero también comprendía que tenía gente que lo apoyaba, como su tío Regulus y su padrino Sirius. Y Adhara, su bellísima novia Adhara. Le había costado tanto que lo aceptara en su vida, que la parte egoísta de él no quería dejarla ir, ni siquiera sabiendo que era lo mejor para ella. Pero no podía actuar de esa manera. No podía solo pensar en él, tenía que pensar en Adhara, en Aurora... incluso en Cedric. Tenía que cuidar de ellas porque Cedric se lo había pedido. Debía alejarse de Adhara y Aurora y honrar la promesa que le había hecho a Cedric.

Amaba a Adhara y a Aurora, pero aferrándose a ellas, aferrándose a la idea de ser una familia, sólo conseguía ponerlas en peligro. No quería fallarle a Cedric, quien dedicó su último aliento a rogarle que las protegiera.

No había podido evitar enamorarse de Adhara, pero pudo haber ocultado sus sentimientos. Se había equivocado al pedirle a Adhara una oportunidad.

Observó a los amigos de la morocha. Pansy, sorprensivamente, reía divertida y cocinaba más galletas de canela (y algunas de chocolate para Remus, quien se había ofendido porque no le habían hecho galletas a él aunque intentaba aparentar que no le importaba) con la señora Weasley, que al principio se mostró un poco reacia a compartir la cocina, pero finalmente aceptó a la muchacha sangre pura. Harry no iba a volver a tomarla en serio en Hogwarts, no con manchas de harina en la nariz y mejillas.

Blaise Zabini estaba con Nymphadora y Bill, el mayor de los Weasley. Tenía una personalidad bastante parecida a la de los mayores, sin importar la diferencia de edad o de casa. Remus y Molly habían intentado que se integre con los Weasley menores y Hermione, pero Dora y Bill terminaban arrastrándolo a donde ellos estaban. Bill hablaba sobre Quidditch y Dora cambiaba sus facciones y el color de su cabello.

Draco, para sorpresa de todos, estaba con los gemelos Weasley, que planeaban hacer alguna de las suyas para fastidiar la noche. Tenía a Aurora en sus brazos, quien jugaba con el anillo de color negro que reposaba en el dedo anular de su mano derecha.

Theo estaba sentado al lado de Hermione, ambos leyendo dos libros grandes (aunque para ellos era una lectura ligera) que habían sacado de la biblioteca de los Black. Si hubiera sido por ellos se hubieran quedado en la biblioteca, pero Molly y Sirius los obligaron a salir e integrarse con los demás, aunque los adolescentes prefirieron quedarse en silencio y compartir opiniones de vez en cuando.

Adhara se acercó a él, pero Harry realmente no se dio cuenta hasta que la chica se sentó en una de sus piernas y pasó un brazo por sus hombros.

—¿Estás bien? —preguntó en un susurro.

Él sonrió.

—Por supuesto —respondió, aunque Adhara no le creyó en lo absoluto—. Es sólo que... Regulus me contó sobre cómo era todo cuando recién nacimos. Todos éramos... una familia. Feliz, aparentemente.

Pregnant Witch [Harry Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora