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Adhara Black nunca creyó que ser mamá era una tarea tan complicada. Llevaba meses sin poder dormir como correspondía. Aurora se pasaba las noches llorando por lo que la mantenía despierta, y si no era Aurora con sus incomodidades, era su maldito insomnio que no la dejaba dormir.

Solía pasearse por toda la casa para calmar a su hija, ya que si ella no dormía nadie más lo hacía. Ni siquiera el cuadro de Walburga Black.

Extrañaba muchísimo a su primo, a sus amigos de Slytherin y a Harry. Incluso extrañaba a Hermione. Se mandaban cartas, por supuesto, pero no era lo mismo. Harry y Hermione le contaban sobre el Ejército de Dumbledore que habían creado, una clase para aprender hechizos defensivos puesto que la nueva profesora de Defensas Contra las Artes Oscuras era más terrible de lo que fue Lockhart, y eso era decir mucho. Harry era el profesor y todos parecían encantados con aprender magia de él. Eran alumnos de Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff de todos los años.

Los Slytherin tenían su propio grupo, conformado principalmente por Draco, Theo, Pansy, Crabbe, Goyle y Filch, que parecía amar a Dolores Umbridge, la profesora de Defensas y la Inquisidora de Hogwarts. Blaise y las Greengrass se mantenían al margen. Al contrario de los demás, Blaise no tenía a nadie de su familia trabajando en el Ministerio, así que no debía quedar bien con Umbridge y por primera vez prefería disfrutar del drama desde afuera. Por su parte, las Greengrass sí tenían a su padre trabajando en el Ministerio pero a él tampoco le interesaba quedar bien con Umbridge.

Adhara, como Blaise, disfrutaba del drama desde afuera leyendo las cartas de un enojado Harry y un divertido Draco. Le daba mucha gracia que Draco dijera odiar a todos y todo y se mostrara frío y distante, pero en realidad era un cachorrito por dentro. El año anterior había descubierto que se dormía si le acariciaban el pelo y no tomaba chocolate caliente sin malvadiscos arriba, una costumbre muggle a la que su elfina doméstica lo acostumbró desde pequeño.

También sabía que no fastidiaba a los Gryffindor porque los despreciara. O, bueno, al principio sí, pero luego de terminar primer año se le había hecho costumbre. Al contrario de lo que todos creían, no se metía con ellos porque se sintiera superior ni nada parecido, la verdad era que hacer rabiar a Potter, Weasley y Granger era una manera de llamar la atención de esta última. Adhara agradecía que se le haya pasado el enamoramiento que tenía por ella.

Harry, en sus cartas, solo hablaba de lo mucho que odiaba a Draco, a Umbridge, a Draco, al Ministerio en general y un poco más a Draco. Si no quisiera a Harry para ella, le diría que ya admitiera que estaba enamorado del rubio y dejara de fastidiarlos a todos.

Cuando no hablaban de su primo, hablaban de ellos mismos, de Aurora, de las clases y de que Cho Chang había desarrollado un repentino interés por él, lo cual terminó en una Adhara muy enojada con la asiática y a punto de ir a Hogwarts solo para cruciarla, y un Harry bastante divertido insistiendo en que debía aprender a manejar sus problemas de ira.

Regulus entró al living  y sonrió al ver a su sobrina durmiendo en un sillón, con Aurora sentada en el piso al lado de ella siendo vigilada por Kreacher. Si debía ser honesto, aquel día que recibió la carta de su pequeña sobrina, no se le habría ocurrido que todo iba a terminar con la niña siendo madre y él siendo tío abuelo. Aquella palabra le aterraba y rezaba para que Aurora no lo llamara abuelo nunca.

Adhara gruñó por lo bajo y sus párpados comenzaron a sacudirse levemente, hasta que terminó por abrirlos. Su bebé balbuceó algo y gateó hasta ella, haciendo que su madre sonría y la alce. Regulus se sentó al lado de su sobrina y acarició su desordenado cabello.

—¿Cómo estás? —preguntó el adulto.

—Espectacular —respondió Adhara. No había que ser muy inteligente para saber que estaba siendo sarcástica—. ¿Por qué es tan difícil ser madre?

Pregnant Witch [Harry Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora