Mago 🥭

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Ya llevaba unos dos días en mi nuevo apartamento en Londres, el cual la empresa donde me habían transferido, contrató.

Tenía una sensación agridulce, porque tuve que dejar a mi familia y amigos para empezar desde "cero", al otro lado del charco. Era mi sueño, si, pero siempre hay que sacrificar algo, ¿no?

Estaba pocisionada en una buena zona con un piso de dos habitaciones muy amplías, sala, cocina y comedor de concepto abierto. La cocina era bellísima, perfecta para una amateur de la cocina como. No me podía quejar

Estaba desempacando todo lo que había traído. No eran muchas cosas, solo una tres maletas grandes con la mayoría de mi ropas y zapatos. Y como el apartamento era amoblado, no necesitaba más.

Ya era hora del almuerzo y las reservas que había comprado hace unos días se habían acabado. Decidí salir y comprar suministros para la semana, ya que apenas estábamos a lunes y al día siguiente tenía que ingresar al trabajo.

Al cerrar la puerta tras de mí me dí cuenta que compartía el mismo piso (nivel) con otros 4 apartamentos. Como buena latina pensé que debería presentarme, pero no con las manos vacías. Así que tenía que pensar en cómo y con qué llamaría a sus puertas.

Mientras compraba me venían ideas de que platillos sencillos podía preparar. Pensé primero en un pasticho, una de las recetas que sé que nunca fallarían, pero y ¿si me encontraba con algún vegano? Todavía no me quedaba muy bien la contraparte con vegetales. Lo descarté de una vez.

Luego ví los materiales para preparar una torta de cambur y gotas de chocolate, pero no encontré el polvo de hornear, así que quedé en las mismas.

Pasé por el pasillo de las frutas. Comidas muy necesario para los que son nuevos independientes. Son sanas, son ricas y, dependiendo del país que estés son económicas. Caso que no es el mío.

- ¡¿3.99£ el kilo de mango?! - pensé en voz alta, un poco asombrada, pero muy preocupada - No lo puedo creer, en mi país fácilmente cuando llega la temporada te puedes llevar 3 kilos por 1$. - Tomé un mango en mis manos - Creo que tendré que cambiar mi dieta de frutas tropicales, aquí salen muy caras - me reí para mí misma. La gente debió creer que estaba loca, porque hablaba sola y en otro idioma.

Dejé el mango en su lugar y seguí mi camino buscando y pensando en qué preparar. Después de unos cuantos pasos y cuando casi cruzaba hacia el siguiente pasillo me regresé y tomé algo aproximado a 1 kilo y medio de mangos pintones (ni tan verdes ni tan amarillos). No lo dudé más. Yo les iba a preparar "carato de mango". Una forma muy "sutil" para decir de dónde venía. Pues claro, como si mi cara y tez no lo dijeran.

Ya tenía mi lista de compras lista, así que me dirigí a la caja que tuviera menos personas para llegar lo más rápido posible.

Al llegar a la casa, preparé un platillo sencillo de brócolis con queso gratinado y una pechuga de pollo a la plancha. Todo esto, mientras hervían los mango en la olla.

Cuando ya eran las 7 de la noche, ya tenía mis 4 frascos de vidrio llenos con el delicioso producto del mango. Les coloqué una pequeña tarjetita con una cinta alrededor de la tapa que contenía buenos deseos.

Ésto era perfecto, ambas personas (veganos y carnívoros) podían disfrutarlo sin remordimiento. Mujer precavida, vale por dos.

Toqué la primera puerta a la derecha.

1 vez...

2 veces...

3 veces...

Nadie salió.

Proseguí con el del medio, misma situación. Con el tercero, ni un alma de atravesó.

Ya estaba desanimada, apenas podía despegar mi brazo de mi cuerpo porque al cargar los envases de vidrios, con cualquier movimiento brusco se podían caer.

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⏰ Última actualización: Jul 02, 2021 ⏰

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Alex Høgh | One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora