3. Héroe.

550 77 43
                                    


Matt no sólo era buen un mentiroso. También era muy valiente.

Cada vez que iba por él a su casa me estaba esperando ansioso. Cada vez que salía del consultorio de la terapeuta, lo hacía destrozado. Sus enormes ojos acaramelados se enrojecían y se achicaban por la hinchazón. Yo nunca le pregunté qué era lo que hablaba, o si siquiera lo hacía, pero a decir por cómo regresaba animado para la próxima sesión, a él le estaba dando resultado.

Luego de cada encuentro, íbamos un rato a mi casa, hasta que estuviera un poco mejor y luego yo lo llevaba de vuelta a la suya. Para ese momento yo ya tenía 18 años y había adquirido mi primer vehículo. Regalo de mis padres adoptivos.

Pasó más o menos un año de la misma rutina. Para ese momento Matt había aprendido a hacer pequeñas transacciones de dinero a varias de nuestras cuentas, y en eso era que ocupaba su tiempo cuando supuestamente jugábamos videojuegos. Nadie parecía sospechar y eso era grandioso porque Matt en realidad se veía cada vez mejor, más seguro de sí mismo, más auténtico.

Uno de los viernes, cuando él estaba por cumplir 16 años y aparentemente esa era una fecha muy importante para Matt, salió un poco más movilizado de lo normal.

Matt siempre intentaba una sonrisa cuando íbamos de camino a casa, pero no ese día, ese día incluso continuó llorando en el auto. Por primera vez en mucho tiempo pregunté qué había pasado, por qué estaba llorando. Pero no respondió, ni siquiera me miró.

Una vez dentro de mi habitación se sentó en mi cama y tapó su rostro con sus manos para volver a llorar otra vez. Y de pronto tuve miedo que él no pudiera parar, tuve terror de que haberlo llevado con esa mujer no haya sido bueno, que en realidad yo le había hecho un daño real, uno irreparable.

Me senté a su lado y lo atraje a mi cuerpo.

—Hey... —susurré intentando que se relajara, pero él estaba tenso y no dejaba de sollozar. —Matty, mírame...

—Lo lamento —lloró más fuerte, pero se relajó y se abrazó a mi cuerpo escondiendo su rostro en mi pecho. —Lo lamento tanto Camilo

—Está bien, oye —aseguré buscando su mirada, pero no me dejó. Se afirmó con fuerza a mi espalda e intentó calmar su llanto. —Matty, está bien que llores, pero quiero que me mires ¿Bien? —tardó un poco, pero finalmente lo hizo. Levantó sus ojos enrojecidos a los míos y sostuvo mi mirada. —Son las siete, en unas dos horas, puedo estirarla hasta tres, te tengo que llevara casa. Todos sospecharan si no dejas de llorar ahora.

Matt tragó saliva y asintió, pero se dejó caer sobre mi cuerpo una vez más. Él era como un niño pequeño, no había cambiado nada al Matt que perseguía a Eric por todos lados y lo idolatraba como si fuera su héroe. Pero ahora no era a Eric a quien idolatraba, sino a mí y eso se sentía un poco bien. Sólo un poco.

—Matty si ver a la psicóloga no te está haciendo bien, podríamos

—No —se apresuró a decir acomodándose más cerca. —Ella me hace muy bien. Me siento más liviano ahora, me siento un poco mejor. Gracias Camilo.

El miedo se fue en ese momento. Había tomado una buena decisión, él se sentía mejor y yo era su héroe y no Eric. Me sentía egoístamente bien.

Pero no estaba en mi naturaleza sentir algo como eso. A las personas como yo no se las ponía en un pedestal, no lo merecíamos. Entonces ese sentimiento de superioridad no duró ni siquiera una semana y la caída fue dura.

Llamé a Matt el viernes siguiente, como de costumbre, para pasar por él, pero no respondió. Le envié mensajes y no llegaron. No pensé demasiado y me dirigí igualmente a su casa. Claro que Matty no me estaba esperando allí, sino sus padres y Eric.

1.5 RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora