20. Sólo sexo.

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Camilo me besó un poco más antes de soltar su doloroso agarre y tirar de mi mano al sofá, para sentarme frente a él. Tomó mis manos entre las suyas y tragó saliva repetidas veces antes de poder mirarme.

—Estamos en esta situación por mi culpa —susurró. —Matt nunca hubiera creído que lo dejaríamos de lado si no fuera porque yo lo dije. Y dije eso porque prefería verlo sufrir porque lo dejaras antes de verlo devastado si algo te pasaba. Y yo no... —respiró profundamente—yo no podía hacerte daño ¿Entiendes?

Asentí. Soltándome de él para acariciar su rostro. Él se apoyó inmediatamente en mi toque y cerró sus ojos disfrutándolo.

—No debes decir nada. Si Ítalo se entera que yo te lo dije, si él

—Está bien babe —me apresuré a decir antes de apoyar mis labios en su temblorosa boca. —No lo sabrá nadie ¿Bien? Será nuestro secreto.

—Le dije a Ítalo que había intentado separarlos, que lo había conseguido pero que Matt quería volver contigo. Le aseguré que te tenía vigilado y que tú no sospechabas nada, que no dirías nada, si tú lo haces Cristian yo

—Camilo —lo interrumpí otra vez. —No lo haré. No diré nada, porque te quiero Camilo y no quiero que nadie te lastime tampoco.

Él me miró incrédulo durante unos segundos y dejó caer su frente en mi hombro. Se había sonrojado. Y claro que no quería que lo viera así.

Bajé mis labios a su cabello y respiré su aroma. Lo había extrañado. Lo abracé tirando de él para acercarlo más a mí y aceptó el gesto, besó mi cuello y se quedó allí, sosteniéndome por mi cintura.

—Lamento lo de tu cerradura —murmuró como si fuera un niño al que lo hubiera obligado a pedir disculpas. —Compraré una mucho mejor, una que ni siquiera yo pueda romper.

Largué una carcajada y levanté su rostro por su mentón para dejar un beso sobre ellos. Camilo tenía una sonrisa suave y un gesto amable, algo muy raro en él, generalmente estaba serio y frío, cuando no se mostraba un poco arisco.

—¿Quién era ese sujeto? —lo observé confundido. —El tipo que llegó contigo.

—Oh... él es Mar, es un amigo —dije acariciando su rostro. En serio, era bellísimo.

—Tú sabes que hablaba en serio con eso de

—Es sólo un amigo —reafirmé. Yo sabía que hablaba en serio, sabía que lo lastimaría si fuera algo más, y sabía que lo haría con cualquiera con quien quisiera comenzar algo. Y sabía. Yo sabía que estaba mal y que era algo muy enfermizo, pero muy por le contrario a lo que debía sentir, en realidad me sentía halagado. Camilo no era de palabras dulces, no pretendía que lo fuera, entonces que él estuviera diciendo algo así era como si realmente me estuviera dando una declaración de amor.

Me observó fijamente, intentando leer alguna mentira en mi rostro, hasta que me dio un pequeño asentimiento. Se volvió a refugiar en mi cuerpo hasta que largó un suspiro separándose de mí, quise detenerlo, decirle que se quedara, así como estaba.

—Deberíamos llamar a alguien para que arregle eso... —señaló la puerta. —Y debería llamar a Matt para que venga también, él en serio se siente muy mal justo ahora.

—No te odiará por siempre babe —dije tocando su piel, su mejilla, su mano, cualquier parte, no importaba, quería tocarlo por todo el tiempo que no lo había hecho. —Y no es tu culpa ¿Lo sabes no? —me observó confundido. —Esto —nos señalé —, lo que pasó, no es tu culpa. Es culpa de Ítalo.

Su mirada se movió de la mía y ese gesto horrible de culpa se pintó en su rostro. Odiaba a ese sujeto, realmente no sabía por qué era que tenía tanta influencia sobre ellos hasta el punto de hacerlos hacer cosas que los ponían de esa manera.

1.5 RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora