Oda a la muerte

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            I

Tras tu paso nada queda amiga mía, nada queda.Cuando la noche se extiende en la vereda,se oye tu manso andar que trae consigo el silencio...Y nada queda amiga mía, nada queda.

El fierro de tu espada es el olvido; el cuero de tu látigo el recuerdo. De negro tu vestido y de carmesí tu manto.Con ojos de llanto henchidos te paseas por el camposanto, donde el necio con lujo y con gran llantose pregunta a dónde está yendo la brisanada queda amiga mía, nada queda tras tu beso. Ese que anhelo como un pájaro preso, que en los barrotes del tiempo ve escapar su vida.

II

Cuando veo tristeza y dolor te veo a ti, porque cuando todo cae y la esperanza crece,pequeños hálitos de vida cruelmente desaparecen.

Rumbo al abismo, continúas invencible; el emisario prueba su fe, cayendo abruptamente frente a la luna. El arcángel lo ayuda, el emisario agradece. Y cuando aquel destello de luz se vuelca, una silueta borrosa asomándose aparece.

Recorrer el último camino de tu propia identidad, es ser parte de la ópera más dramática. Hambrienta aun desde el flanco,al héroe de lo imposible sin fe, por terrible hazaña, yo qué sé, acechas sin advertencias. Después de estar frente a su imagen; y ver que su mito oscuridad se ha vuelto; sabrá que ha perdido su vida, sin siquiera luchar. Pues tarde o temprano, a todos te llevarás. 

Propiedad intelectual de:
RGCapdevila&imoiicas

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