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Me desperté esta mañana por la presión del brazo de Lisa envolviéndome alrededor de mi cintura y empujándome hacia ella. Mi nariz se presionó contra su pecho desnudo, haciéndome sollozar y abrir un ojo. Levanté la vista hacia su rostro, notando que sus ojos estaban abiertos mientras miraba el techo desesperadamente, lleno de malhumorados. Formé mis cejas en una línea recta y presioné mis labios contra su piel mientras recordaba el terrible incidente de la muerte de su madre.

–Oye.

Hablé con calma. Después de unos segundos de silencio, dejó escapar un profundo suspiro y separó sus labios.

–Oye. – susurró.

–¿Cómo te sientes? –Murmuré con preocupación y me arrastré hasta la cama para encontrarme con su cara pálida. Ella solo se encogió de hombros un poco antes de arrugar su frente mientras juntaba sus cejas en un ceño fruncido.

–Vacía– Hablaba con el ceño fruncido.

–Oh, Lili–le dije al comienzo. ¿Estaba usando nombres tiernos ahora? –No sé qué puedo hacer para que te sientas mejor.

Se quejó un poco mientras se sentaba y se pasaba una mano por el pelo, antes de gemir suavemente.

–Tengo que estar en el hotel Ala a las diez. –Sacudí mi cabeza y puse mis manos en sus hombros.

–Deberías tomarte un tiempo libre.

–Tengo que trabajar en este proyecto-

–Siempre tienes que trabajar en ese proyecto–murmuré y la miré con un gesto triste. –Lisa, tal vez no deberías volver al trabajo todavía.

Apoyó la cabeza en sus manos.

–Pero estar enferma y todo eso. No puedo poner esto en espera de nuevo.

–Solo son unos pocos días más–Me tranquilicé.

Después de unos minutos de persuadir, finalmente se rindió.

–Volveré el lunes. Sin embargo, sigo manteniendo el teléfono de mi trabajo.

–Bueno, eso es un comienzo.

Sonreí y me acaricié la frente con su hombro. Echó un vistazo a su reloj de cabecera, notando que solo eran las ocho de la mañana.

–Tengo que hacer que los niños desayunen. Se despertarán pronto, madrugadores.

Fue a balancear las piernas sobre el borde de la cama, pero yo la detuve.

–Déjame, sólo descansa.

–No sabes lo que les gusta.

–Lo hago. Copos de maíz.

–Eso es en un día escolar–ella murmuró.

–Bien. A Oscar le gustan los huevos y los soldados y a Sydney le gusta ... –Traté de recordar mientras chasqueaba mis dedos. –A ella le gusta el arroz con leche.

Ella zumbó y vacilante se recostó en el suave colchón.

–No tienes que hacer esto, pero ... pero te agradecería que lo hicieras.

–Haré cualquier cosa por ti. –Susurré contra su oreja.

Ella sonrió levemente y jugó con las puntas de mi cabello bromeando.

–Gracias.

–Entonces, ¿qué quieres para el desayuno? –Pregunté con una cálida sonrisa. Ella sonrió un poco y arrastró sus manos hacia mi trasero, empujándome un poco hacia ella.

Llámame papi 2 - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora