d i e c i s i e t e

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MADDIE SALIÓ DEL ASCENSOR de buen humor luciendo su corto enterizo negro y una camisa blanca que le quedaba un poco grande pero que le agregaba una capa más a su outfit y la hacía lucir cómoda y linda

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MADDIE SALIÓ DEL ASCENSOR de buen humor luciendo su corto enterizo negro y una camisa blanca que le quedaba un poco grande pero que le agregaba una capa más a su outfit y la hacía lucir cómoda y linda.

Busco al monagesco con sus ojos marrones y lo encontró de pie en el lobby concentrado en su teléfono, probablemente estaría jugando ajedrez, que era lo que solía hacer cuando tenía tiempo de sobra. Sonrió al verlo porque no solo lucia muy guapo sino que lucia como un chico cualquiera y no un famoso piloto de carreras.

—Me encanta cuando nos encontramos en el lobby pero creo que debemos probar el viejo método de tocar la puerta.–hablo haciendo que el ojiverde levantara su mirada de tu celular.

El rostro del monagesco se iluminó acompañado de una sonrisa y antes de hablar, observó a la rubia de arriba a abajo rápidamente pensando en lo hermosa que era. Podría jurar que hasta con una bolsa de basura se vería hermosa.

—Podemos probarla la próxima cita, la tercera.–mencionó guardando su teléfono en el bolsillo trasero sin perder el contacto con los ojos de la rubia.

—Alguien tiene mucha confianza de que habrá una tercera cita.

—Tengo mucha confianza de que si sucederá.

—Creo que primero deberíamos dejar que esta suceda y luego decidir si habrá una tercera.

—¿Como te podrías resistir a este chico tan asombroso?–soltó con gracia.

Madelaine soltó una carcajada que llamó un poco la atención de algunas de las personas que se encontraban en el lobby pero no le importó porque cuando estaba con Charles se sentía como si estuvieran en una burbuja donde solo existían ellos.

—¿Tienes hambre?–pregunto el ojiverde.–Pensé que podríamos ir a comer algo.

—¿Algún sitio que tengas en mente?

—No conozco muchos restaurantes en Austria, cuando vengo mi rutina suele ser hotel, pista, hotel, pista, avión.

Maddie soltó una pequeña carcajada. Y como si estuvieran en una caricatura, una luz se encendió en la cabeza de la rubia y se le ocurrió como podían pasar aquel día.

—¿Debería estar preocupado por la expresión en tu rostro?–cuestionó el monagesco nervioso al ver la sonrisa, casi parecía a la de un payaso, en el rostro de la rubia.

—No, más bien deberías estar emocionado.–comento ella.–Vamos, tengo una idea.

Maddie tomó la mano del monagesco para diririgirse a la salida del hotel donde sabía se encontraba el auto del piloto. Ahí le insistió que fueran a la tienda de comida más cercana.

ONLY YOU || Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora