d o c e

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MADELAINE ESTABA extrañamente feliz aquella mañana en la ciudad de Le Castellet, el cielo estaba despejado y de un hermoso color azul, el calor del verano ya se sentía y la poca brisa movía su cabello

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MADELAINE ESTABA extrañamente feliz aquella mañana en la ciudad de Le Castellet, el cielo estaba despejado y de un hermoso color azul, el calor del verano ya se sentía y la poca brisa movía su cabello. El paddock estaba lleno de fotógrafos y periodistas que esperaban para hablar con los pilotos, pero no les dio importancia y camino decidida hasta encontrar las oficinas con el logo amarillo.

La neerlandesa entró sonriente al motorhome de Ferrari en búsqueda del monagesco.

—Hola, disculpa, ¿sabes donde puedo encontrar a Charles?–le pregunto a una chica rubia que creía haber visto antes.

—Está arriba en su suite.–respondió amablemente.–Sabrás que es la de él porque tiene su nombre.

—Gracias.–soltó la rubia sonriente.

La neerlandesa subió las escaleras hacia el segundo piso del motohome y al ser la primera vez que estaba en aquel lugar, se sorprendió de lo grande que era, tenía hasta un pequeño balcón al final de la sala. Con la mirada busco la puerta que tuviera el nombre del monagesco y al hacerlo toco la puerta.

—Adelante.–escucho la voz del ojiverde desde adentro.

—Ya estoy aquí, Charles.–anunció la rubia entrando al pequeño cuarto.

—¿Lista para cumplir tu apuesta?–cuestionó con emoción mientras cerraba el cierre de su traje rojo.

—Sigo convencida que lo hiciste solo para que usara la ropa de Ferrari y Max se moleste.

Charles ignoró su comentario y saco del pequeño closeth del cuarto una camiseta y una gorra, que había buscado especialmente para ella y se la entregó.

—Estoy seguro que el rojo lucirá muy bien en ti.–mencionó guiñendole un ojo.

La rubia tomó los objetos mientras miraba al chico frente a ella con los ojos entrecerrados. Por lo menos podría colocarse la ropa sobre la de ella, ya que llevaba un blue jean y un top de tirantes.

—Hiciste trampa, estoy segura.–murmuró la rubia.

El monagesco estaba por decir algo cuando la voz de su entrenador lo interrumpió.

—Charles, tenemos que... oh, estás acompañado.–murmuró al ver a la rubia.

Maddie le regalo una sonrisa ahora sentada en el borde de una acolchada camilla en la habitación.

—Tú debes ser la linda chica que hace que este chico se salga de la dieta.–mencionó estrechando su mano para presentarse.

Maddie sonrió al escuchar como la llamo porque lo más seguro es que Charles se haya referido así sobre ella y aquel pensamiento le gusto

—Maddie, este es mi entrenador, Andrea.–lo introdujo el ojiverde.

—Un placer conocerte.–mencionó con una pequeña sonrisa.

ONLY YOU || Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora