capítulo cinco.

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En menos de dos horas, al menos la mitad del castillo estaba al tanto de su romance con Edmund. Caspian se había tomado su tiempo para incorporarse a su estudio -todavía soñando con la piel cremosa y los muslos tonificados de Edmund y la calidez de su cuerpo, por dentro y por fuera-, solo para descubrir que Trumpkin ya lo estaba esperando, dando golpecitos con el pie con impaciencia.

-Trumpkin, ya estás aquí.

-Escuché el rumor más estúpido esta mañana, mi Rey.

-Ah.

No había necesidad de preguntarle qué era. Caspian solo evitó la mirada oscura del enano mientras se sentaba en su escritorio.

-Te acostaste con él.

-...Sí. Pero, en mi defensa, él vino hacia mí
-precisó Caspian apresuradamente-. Y se desnudó frente a mí. Es increíblemente hermoso y atractivo, y yo solo soy un hombre, me conoces.

Trumpkin resopló por eso.

-Y yo pensando que serías tú quien lo empujaría a tu cama. Bueno, no tengo nada que decir si esto fue consensuado, excepto que debiste haber sido más discreto. Los nobles no lo aceptarán y no tiene ningún aliado aquí.

-Edmund tiene mi protección, y no porque sea mi amante, sino porque salvó a mi hijo, su príncipe. Eso debería ser suficiente para ellos.

Temblores de placer recorrieron a Caspian ahora que se dio cuenta de lo que acababa de decir. Edmund era su amante.

-Solo te digo que tengas cuidado. Él también me agrada. No quiero que salga lastimado.

Caspian pudo entender. Incluso en este periodo tan corto, se había acostumbrado a Edmund. Él, que había jurado no amar a nadie más que a su Reina, se estaba enamorando de este enigmático hombre. Tal vez fueron sus brillantes ojos castaños, o esta manera que tenía de pararse, como si fuera dueño de todo lo que lo rodeaba, o esa chispa de absoluta ternura en sus ojos cada vez que miraba a Rilian.

Nunca antes, Caspian había tenido un amante que sintiera afecto por su hijo, y disfrutaba sabiendo que a Edmund le agradaba Rilian y que a él también le agradaba Edmund.

Al principio, Caspian solo quería a Edmund en su cama, pero ahora que lo tuvo una vez, Caspian lo quería de nuevo. Quería otra noche, y si era honesto, quería todas las noches que vendrían después. Caspian deseaba a Edmund una y otra y otra vez. Hablar con él, pelear con él, besarlo, tomar su mano mientras permanecían en silencio, o simplemente quedarse uno al lado del otro.

Había algo en él que Caspian no podía explicar, una vocecita que le decía que no lo dejara ir. Algo que le estaba diciendo que no lo dejara ir de nuevo. Esto no tenía ningún sentido, pero Caspian quería dárselo y asegurarse de que Edmund todavía estuviera aquí, perteneciendo a él.

Más tarde ese día, mientras Caspian estaba solo en su estudio frente al retrato de Lilliandil, comenzó a hablar solo.

-Querida, ¿qué estoy haciendo? Él me gusta, pero ni siquiera hablamos durante más de dos minutos cada vez que nos veíamos, y sucedió tal vez dos o tres veces, sin embargo, de todos modos me agrada. Por Aslan, lo conocí hace tres semanas. Sé que te amé en el segundo en que nuestros ojos se cruzaron, pero... Lilliandil, ¿qué debo hacer?

Caspian recordó el miedo de Edmund de verse obligado a dejar Cair Paravel debido a la poderosa atracción que había entre ellos dos. No, nunca permitiría que Edmund abandonara el castillo mientras él no lo quisiera. El rey no quería que se fuera de ninguna manera, pero sabía que si seguía persiguiendo a Edmund, Caspian se enamoraría de él.

-Te perdí hace siete años, y sé que tuve amantes antes, pero nunca amé a ninguno de ellos. ¿Puedo seguir a mi corazón? ¿Puedo amarlo?

¿Lilliandil querría que Caspian comenzara una nueva vida con otra persona que no fuera ella? ¿Rilian estaría feliz por él o estaría enojado?

𝖤𝖫 𝖯𝖱𝖤𝖢𝖤𝖯𝖳𝖮𝖱, 𝙘𝙖𝙨𝙢𝙪𝙣𝙙 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora