-¡Hazte Cargo!-

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Ranma era ligeramente consciente de que todo iba a ser diferente a partir de ahora, pero tal idea le fue confirmada, con auténtica claridad, en cuanto pisaron el vestíbulo del hotel.

Dos días atrás, cuando llegaron todos a la recepción para recoger las llaves de las habitaciones se dio cuenta de que tanto el encargado de llevar las maletas, como el joven que les atendió no dudaron en repasar con ojos hambrientos a las tres hermanas Tendo. No parecía importarles que su padre estuviera delante. Hicieron lo mismo cada vez que las tres muchachas salían o entraban, especialmente cuando iban ya ataviadas con sus bañadores rumbo a la playa.

El día anterior sin ir más lejos, Akane y él habían vuelto antes para recoger algo que la chica se había dejado y cómo iba sola, todas las atenciones masculinas indeseables se centraron en ella sin remedio. Ranma trató de fingir indiferencia pero en un momento dado, el baboso de recepción le hizo un comentario bastante desafortunado sobre la figura de su prometida porque el muy idiota pensó que Ranma era su hermano mayor.

Ahora ya no parece tan contento de verla, pensó Ranma con cierta satisfacción al ver la ofuscación dibujada en el semblante del recepcionista cuando les vio pasar cogidos de la mano.

Ranma sonrió para sí. Fue curioso... se sintió vencedor aún sin haber hecho o dicho nada. El recepcionista, derrotado, inclinó la cabeza cuando ellos pasaron frente a él y el artista marcial irguió la suya e hinchó su pecho sin darse cuenta.

Aquella fugaz sensación de bienestar le duró poco, aunque la agradeció. En cuanto estuvieron frente a la puerta de la habitación sintió que el estómago se le retorcía por los nervios.

Vamos se dijo, suspirando. No puedo huir.

—¿Lista? —Le preguntó a Akane. Ella le respondió con una mirada decidida y le dio un apretón en la mano.

—¡Claro!

De algún modo, le ayudó a sentirse más seguro.

La puerta estaba abierta, así que los jóvenes entraron sin más. Atravesaron el diminuto vestíbulo y accedieron a la sala principal. De pronto se encontraron frente a la familia al completo; sus dos padres, las hermanas de Akane, el maestro Happosai (aunque estaba en el suelo, aparentemente dormido y agotado de las emociones del día) y, para desgracia del chico, también de Shampoo.

Estupendo se dijo, hundiendo los hombros. Como si no fuera ya bastante difícil...

—¡Airen! —exclamó la susodicha, siendo la primera en verles. Los demás, distraídos con el pequeño televisor de la sala se giraron de a poco para darles la bienvenida.

Entonces vieron las manos unidas de los prometidos y los ojos de todos los presentes se abrieron a la vez. Ranma sintió el impulso de retroceder, pero la mano de Akane se aferraba a la suya recordándole que esa idea no era un opción.

—Escuchadme todos, yo... quiero decir algo... —murmuró. Nabiki apagó la televisión y los observó con el ceño fruncido. Soun Tendo apretaba los labios de modo que su bigote bailaba en su cara; de rodillas se arrastró hasta su mejor amigo que aún era un enorme panda y le cogió de una zarpa. El animal los miraba con la misma expresión de ansiedad que el otro.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kasumi, la única que todavía se mostraba tranquila.

—Pues... a ver... —Ranma se rascó la cabeza. Se sentía estrangulado por esas miradas, pero especialmente por la de Shampoo—... sobre el asunto de la píldora y... Akane... re-resulta que...

¡Te la debía! (Ranma 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora