❶ THE LAST VERSE [JEREMIAH VALESKA] ✔️

*ೃ༄ 𝟭𝟳. 𝖱𝖠𝖢𝖧, 𝖧𝖠𝖱𝖵, 𝖬𝖨𝖠𝖧

[ 17. rach, harv, miah ]

✧:･ el principio y el fin de jeremiah, rachel y harvey

( NOTA: lean el capítulo con la música )

La lluvia caía a cántaros, y a lo lejos, si escuchaba lo suficiente, Rachel podía oír el lejano estruendo de los truenos. Nadie debería estar fuera a estas horas de la noche, lo sabía, pero aquí estaba de todos modos. Se preguntó si Alfred o Bruce la regañarían cuando regresara a la mansión, o si no harían más que envolverla con una manta y ofrecerle una taza de chocolate caliente. Esperaba que fuera lo segundo.

Por otra parte, tal vez mientras estaba tumbada, con la mano fuertemente envuelta en la muñeca de su rival de siempre, impidiendo que cayera en picado hacia la muerte mientras colgaba por el lateral del edificio, pensó que el chocolate caliente no debería ser lo primero en lo que pensara.

Los ojos grises de la mujer se fijaron en la sonrisa que se dibujaba lentamente en la cara del hombre, y sintió que su agarre se tensaba.

—¿Vas a dejar que me quede aquí, Rach?

—No. —Fue la respuesta automática. —No voy a dejarte morir.

La sonrisa de Jeremiah disminuyó hasta convertirse en una sonrisa cariñosa. Rachel ignoró la forma en que le tiraba del corazón. —Lo sé.

Con un gruñido pesado, ella tiró del hombre hacia arriba, de vuelta a la azotea del edificio. Sin embargo, no lo manejó con cuidado una vez que estuvo a salvo, soltando el brazo de su agarre y alejándolo, no dispuesta a enfrentarse a otra puñalada en el vientre si permitía que Jeremiah se quedara cerca. Observó cómo el hombre tropezaba, sus piernas cedían bajo él al caer. Rodó sobre su espalda, con risitas silenciosas que se le escaparon, y sus manos se movieron lentamente para sujetar su estómago.

—Levántate —exigió Rachel.

—No puedo —dijo el peliverde entre suaves risitas. —Me hiciste un verdadero número, aquí, amor —le recordó, levantando las manos y mostrando las palmas a la justiciera. Efectivamente, estaban manchadas de rojo, y Jeremiah dejó caer los brazos de nuevo. —Por supuesto, siempre puedes dejarme aquí. Podría desangrarme, tal vez morir mientras duermo, de forma agradable y sin dolor.