Capítulo 23: Solos al fin

1.5K 127 194
                                    


La doña llega a la casa que solían compartir José Luis y Eleonora. Antes de bajar del carro respira hondo.

– ¿Está segura de querer hacer esto, doña?– pregunta Matamoros.

– Si– hace una mueca– No quisiera hacerlo, Matamoros, pero por culpa de ella y de Martín, me estoy buscando problemas con José Luis.

– Está bien, doña. De todas formas estaré aquí esperándola atento por si necesitas ayuda.

– Gracias, Matamoros– dice poniendo su mano sobre su hombro.

Vuelve a respirar hondo, abre la puerta y baja del carro.

Se encuentra frente a la entrada de la casa. Su corazón late muy fuerte, porque sabe que se está metiendo en terreno peligroso. En el fondo, sabía que Eleonora estaba tan mal de la cabeza que era capaz de cualquier cosa, hasta de matarla si quisiera, pero a decir verdad, eso era lo que menos le preocupaba de estar ahí. No quería exponer ante ella a José Luis ni a su pequeña. Tenía claro que debía poner cuidado con cada palabra que le dijera, ya que todo podía usarlo a su conveniencia.

Toca la puerta y ve como poco rato después está se abre.

Eleonora se sorprende al ver a la rubia frente a ella.

– ¿Qué haces aquí?– pregunta con el ceño fruncido– ¿No te bastó con quitarme a mi familia?– reclama.

Altagracia levanta inconscientemente el mentón para mostrar autoridad ante ella.

– Tu y yo– abre más la puerta retirando así el brazo de Eleonora– tenemos cosas muy importantes de las cuales hablar– dice entrando.

La exesposa del empresario resopla detrás de ella y cierra la puerta de golpe. Altagracia se voltea para mirarla con una expresión en el rostro que no le permitiera ver a Eleonora su preocupación.

– Tu cambiaste esa prueba ¿Verdad?– escupe sin rodeos.

Ja...– camina hacia la sala– No sé de qué hablas, Altagracia.

– Sabes perfectamente bien de qué te estoy hablando, Eleonora– la sigue– Te estás metiendo con quién no debes ¿Tienes claro eso?

– ¿Me estás amenazando, Altagracia?

– Te estoy diciendo que tengas muucho cuidado con lo que haces– se acerca a ella– No tienes ni la más mínima idea de todo lo que soy capaz de hacer.

– Ni tu de lo que yo puedo hacer, Altagracia– la enfrenta– No me conoces lo suficientemente bien.

– ¿Qué? ¿Tu fuerte es mentir? ¿Cambiar pruebas de ADN para mantener a todos engañados? ¿Con eso me vas a dañar? ¿Que pretendes?

– ¡Te quedaste con todo lo que me pertenecía, Altagracia!– levanta la voz– ¡Me quitaste a mi familia! ¡Te llevaste a mi hija! ¡Mi hija!– enfatiza su sentido de posesión en la pequeña– ¡Ahora yo te voy a destruir a ti!

– Ah ¿Si?– ríe sarcásticamente– ¿Y con qué? ¿Que vas a hacer? ¿Te vas a meter en mi constructora? Ay, no, verdad que no sirves ni para empresaria, ni para madre– se burla– En serio estás loca, Eleonora. No te importó nunca ni Alma ni José Luis. Solo querías vivir en tu mundo de fantasías.

– ¡Eres una zorra, Altagracia!

– Ay, pero que insultos tan originales tienes– ríe.

– Tu destruiste mi vida, mi matrimonio, te quedaste con mi familia. Ahora, te toca a ti sufrir– dice con el veneno en los labios.

– Pues, te vas a tener que quedar con las ganas, porque fíjate que José Luis y yo estamos felizmente enamorados– dice provocándola– ¿Y sabes? Había olvidado lo bien que se sentía que me hiciera el amor una y otra vez, cada noche. Volver a sentir su piel desnuda sobre la mía es una de las mejores sensaciones que he tenido– dice con una sonrisa ante la satisfacción que le causaba molestar a Eleonora.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora