Capítulo 15: Te amo más que ayer

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Mónica se acerca a su madre, quien apenas su exesposo se retiró del departamento, se deshizo en lágrimas. Se sienta a su lado y la abraza fuertemente.

Altagracia estaba devastada. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, demasiadas cosas en el corazón. Todo habría sido tan distinto si se hubiese sabido la verdad desde el principio, pero las cosas no fueron así y ahora tendrían que aprender a vivir con ello.

– Ya, mamá– le seca las lágrimas– Ahora debemos saber afrontar esto.

– José Luis no puede saber nada aún– la mira angustiada– No quiero que lo lastimen.

– Pero el debe saber que ella no es su hija o que podría no serlo.

– Ella si es su hija– cae una nueva lágrima por su mejilla– O ¿Acaso tú no eras hija de Lázaro por no tener su sangre?

– Tienes razón– la abraza– Tienes mucha razón, mamá– cierra los ojos al fundirse en el abrazo.

La doña se separa de su hija y respira hondo.

– Ya...– cierra los ojos y vuelve a inhalar aire– Necesito estar bien. José Luis va a llegar en cualquier momento y no quiero que me haga preguntas.

– ¿Quieres un té o algo?

– Si...– dice apenas– Lo necesito.

– Bueno, mamá– se pone de pie– Ya vengo.

Mientras la hija de la doña se va a la cocina, Altagracia se queda en el sofá analizando cómo haría de ahora en adelante. Tendría que saber ocultar lo que sabía por un tiempo, pero ¿Cuánto? Se sentía impaciente, preocupada, asustada. No quería mentirle ni ocultarle nada a José Luis, pero prefería eso a lastimarlo con algo tan delicado.

La cabeza comienza a darle mil vueltas, por lo que decide ir a recostarse a su cama. Pasa por la cocina y le avisa a Mónica para que suba cuando termine. Llega a su cuarto y se quita los zapatos para ya reposar su cuerpo en el cómodo colchón.

Pocos minutos después, Mónica aparece en el dormitorio con una taza de té de hierbas y un trozo de chocolate.

– Ten, mamá– se acerca y deja la bandeja al lado de su madre.

– Gracias, corazón– le sonríe– Me trajiste chocolate– la mira.

– Si– se recuesta a su lado– Es que yo creo que el chocolate todo lo cura o al menos alivia ciertos dolores y quise hacerte sentir mejor.

– Gracias, chiquita mía– le sonríe y acaricia suavemente su mejilla.

– Quizás luego debas dormir un poco, así descansas y para cuando llegue José Luis estarás más repuesta.

– Cierto– bebe un sorbo– Voy a intentar descansar.

Y así hace. Se termina el té que le preparó su hija y se dispone a dormir una siesta.

Las horas pasan y José Luis llega al departamento con su hija. Al entrar se encuentra a Mónica recostada en el sofá con un libro en la mano.

– ¿Cómo les fue?– dice acomodándose para saludarlos.

– Bien, le compré mucha ropa– dice mostrándole las bolsas que llevaba en la mano– También le traje algo a Altagracia– mira hacia todos lados– ¿Dónde está? No me digas que fue a trabajar...

– No– ríe– Está descansando en el dormitorio. Parece que estaba algo estresada y necesitaba relajarse.

– Ah, bueno– le sonríe– Luego le entrego su regalo.

– José Luis– se pone de pie– Yo ya debo irme. Macarena saldrá pronto del colegio y me gusta estar con ella cuando llega.

– Me parece muy bien– le da un beso en la mejilla– Quizás podamos hacer lo que dijo Altagracia, eso de salir el fin de semana.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora