Capítulo 17: Eternamente tuya

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– Bueno, si me lo pones así...– dice Alejandro– Está bien, Altagracia, acepto el trato.

– Perfecto– le sonríe– Hoy mismo por la tarde te haré llegar el contrato– le extiende la mano.

Ferrer se la toma con delicadeza y ella rápidamente se la quita.

– ¿No hay nada más que necesites que hablemos?

– No– dice la doña– Esto es todo por ahora.

José Luis sonríe ante la manera tan sutil de su mujer de echar al castaño.

– Bueno– dice poniéndose de pie– Pues, me alegra hacer tratos contigo...

– Con nosotros– aclara Navarrete.

– Claro...– dice Ferrer– Nos vemos, Altagracia– mira al empresario– José Luis...

Al no oír respuesta alguna del moreno, se da la media vuelta y sale de la oficina de Altagracia dejando a la pareja al fin sola.

La doña de inmediato se gira con la silla para mirar a José Luis.

– Te das cuenta de lo infantil que puedes llegar a ser ¿Verdad?

– A ver, Altagracia– acerca la silla de su rubia hacía el– ¿Que creías? ¿Que iba a dejar a mi mujer sola con ese pendejo?

– Mientras no vuelvas a golpearlo...

Se aleja con la silla de él, pero José Luis vuelve a acercarla a él. Está vez la mira fijamente a los ojos mientras sus manos la mantienen atrapada en su silla.

– Lo volvería a golpear si llega a intentar algo contigo otra vez– dice con seriedad.

– Te estás comportando como un animalito, Navarrete– dice con una media sonrisa.

– ¿No te gusta que sea así?– se aproxima a su boca.

– No lo sé...– fija su mirada en los labios del empresario sin poder evitarlo.

– Mm...– sus manos ahora acarician su muslo sobre la tela del pantalón– Yo creo que sí te gusta que sea así contigo.

– ¿Así cómo?– se levanta de la silla para evitar las ganas inmesurables de besarlo.

– Así...

Con una rapidez excitante, toma a Altagracia de la cintura y la sienta sobre el escritorio.

– Salvaje...– continúa el empresario.

La doña sonríe y lo mira. Posa sus manos sobre la mandíbula de José Luis para luego comenzar a tirar suavemente del labio inferior del empresario mientras le da pequeños besos.

Poco a poco, sus besos van adquiriendo más profundidad y elevan la temperatura entre la pareja. Las manos del empresario aprovechan de recorrer las curvas de su rubia y Altagracia abre los primeros botones de la camisa de José Luis.

– ¿Y?– dice sobre sus labios– ¿Me vas a negar que te gusto así?

– Déjame decirte que...– se dirige a su oído y le habla en voz baja– que me encantas así.

El moreno se muerde el labio inferior y lanza un pequeño gruñido mientras sus manos presionan con más fuerza a Altagracia hacía él.

– Ya, ya– ríe la doña intentando separarse de él– Nos van a ver.

– Pues que nos vean– ríe– Quizás y así le dicen a ese vato que tú tienes dueño.

– ¿Dueño?– lo mira– ¿De qué hablas?

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora