Capítulo 26: Altagracia...¿celosa?

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– ¿Es mujer?– pregunta Alejandro.

– Si– dice José Luis.

– ¿Y si sabe hacer bien su trabajo?– vuelve a preguntar.

Ante la nueva pregunta del castaño, la pareja de empresarios lo mira.

– ¿Y eso que tiene que ver?– pregunta Altagracia– ¿Crees que por ser mujer no puede hacer bien su trabajo?– cruza los brazos sobre la mesa.

– No, no, no es lo que quise decir.

– Búscala, José Luis– dice la rubia– Y contrátala.

– Por supuesto.

– Bueno, se harán las cosas como tú digas entonces– dice Ferrer algo incómodo.

– Así es– lo mira– Si hubieses tenido mejor elección con tus trabajadores, habría sido trabajo en equipo, pero esto no resultó bien. Por lo tanto, se harán las cosas a mi modo. Ahora, si nos disculpas– se pone de pie– ya nos vamos.

José Luis se para después que ella y mira a Alejandro.

– Te haremos saber cuando nos hagan llegar los nuevos planos– dice el empresario.

– Claro– suelta un suspiro pesado.

Ambos salen del lugar a paso rápido. Altagracia estaba realmente molesta. Había confiado el proyecto a Alejandro creyendo que haría las cosas bien, pero como era ya costumbre en el trabajo, ella misma tendría que hacerse cargo de todo.

Al llegar a la constructora, la pareja va directo a la oficina de la rubia. Ella deja su bolsa sobre el escritorio y toma asiento en su silla. José Luis, quien nota lo tensa que estaba, se posiciona detrás de ella y masajea sus hombros.

– Amor, tienes que estar tranquila. Lo vamos a lograr.

– Es que...– suspira– quizás cometí un error al dejar que Alejandro nos ayudara en el proyecto.

Odiaba admitir sus errores frente a las personas, sin embargo, sabía que si aceptaba sus equivocaciones ante José Luis, el no iba a juzgarla ni a burlarse de ella.

– No, amor. Mira– gira su silla y se agacha para quedar más a su altura– Ese vato no me gusta nada y lo sabes, pero sé lo profesional que eres y que si lo asociaste al proyecto es porque confías en sus capacidades ¿O no?

– Si– dice algo desganada.

– Puede ser que el no haya tomado una buena decisión al contratar a esos pendejos, pero ya lo vamos a mejorar. El proyecto será un nuevo trofeo para Altagracia Sandoval– le sonríe.

– Gracias– le sonríe de vuelta y acaricia delicadamente su mejilla.

– Ahora voy a llamar a Agustina para ver si puede ayudarnos ¿Bueno?

– ¿Agustina?

– Si, amor, mi amiga.

– Ah, cierto.

José Luis le da un beso rápido y se endereza para luego tomar el teléfono de la oficina. Marca el número de la arquitecta y pone el altavoz.

¿Si? ¿Bueno?– se oye al otro lado del teléfono.

– Agustina, soy yo, José Luis.

¡Mi Navarrete querido! ¿Cómo estás?– dice entusiasta.

La rubia mira de inmediato a José Luis con algo de desagrado.

– Bien, bien– ríe– ¿Tu cómo estás, nena?

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora