Capítulo 11: La marca

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El empresario llega al departamento de Altagracia con la niña y toca la puerta. Rápidamente, Magdalena les abre.

– Don– lo mira sorprendida– ¿Está bien?

José Luis niega con la cabeza y ella le hace un espacio para pasar.

– Tome asiento, señor ¿Quieren tomar juguito?– dice mirando a la niña.

– Por favor, Magda– dice aceptando.

Magdalena va hacia la cocina y les sirve un vaso de jugo a los dos.

– Magda– la mira– Yo no debería estar aquí molestándote, pero necesito que me ayudes con algo.

– Claro, usted dígame.

– Es que necesito que me veas a Alma un par de horas. No tengo con quien dejarla y necesito ir a hablar con Saúl.

– Yo no tengo problemas, solo que tendría que cuidarla aquí, porque la doña usted sabe cómo es y si no me encuentra cuando llegue puede molestarse.

– Lo sé, tranquila. Voy a intentar estar aquí antes que ella llegue.

– Bueno, don– lo mira– ¿Necesita algo más? No lo veo muy bien.

– No, todo está bien– le sonríe– Solo cuídamela bien, por favor. No está pasando por un buen momento y no quiero que esté triste.

– No sé preocupe– le hace cariño en la cabeza a la niña– Aquí vamos a divertirnos. Maquita tiene muchos juguetes en su cuarto.

– ¿Cómo? ¿Vive aquí?

– No– ríe– Pero a veces se queda aquí a dormir con la doña y usted sabe cómo es, a ella le gusta que la gente que quiere tenga todo lo que necesita. Si hasta conmigo se ha portado re bien la doña. Nos compró una casa con Matamoros para que pudiéramos vivir tranquilos.

– Si es un ángel mi güera– sonríe.

– Y a veces un demonio– ríe– pero es buena persona.

– Lo es– ríe– Bueno, Magdalena, te dejo entonces– mira a su pequeña– Hija, te vas a quedar con la tía Magdalena ahora ¿Bueno?

– ¿Vas a volver?– pregunta la niña.

– Claro que sí, mi vida– le acaricia la mejilla– Solo debo ir a ver unas cosas y luego vengo. Pero no te preocupes ¿Si? Además, adivina quién vive aquí.

– ¿La tía Magdalena?– la mira.

– No corazón, aquí vive Altagracia– sonríe– Entonces estás en un lugar seguro ¿Ves?

La pequeña asiente con la cabeza y sonríe. A ella realmente le daba seguridad el estar cerca de Altagracia.

– Nos vemos mi corazón.

– Chao, papi...

José Luis deja a su hija al cuidado de Magdalena y se dirige a la fundación para poder hablar con Saúl. El era el abogado más confiable que conocía, además de ser prácticamente parte de su familia, por lo que sabía que no había nadie mejor que el para ayudarlo.

El empresario llega al lugar y pide permiso para entrar en la oficina de Saúl. Ahí se encontraba el abogado junto con Regina, la hermana de Altagracia.

– ¡José Luis!– dice Saúl con alegría– ¿Cómo estás hombre?– lo abraza.

– Bien, bien– recibe su abrazo.

– ¡José Luis, que alegría verte aquí!– dice Regina uniéndose al abrazo.

– Imagínense como estoy yo de tenerlos otra vez– los mira.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora