Capítulo 27: Lo que ocultas, duele

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Lo que Eleonora le acababa de contar le llega como un balde de agua fría. Algo en su interior le decía que no confiara en ella, pero ¿Por qué Altagracia seguía ocultándole cosas con respecto a su paternidad? 

Estaba molesto, otra vez.

– No te creo nada, Eleonora.

– Tu verás si me crees o no, pero ella está dispuesta a hacerle otra prueba de ADN a nuestra hija a pesar de que ya le hizo una sin mi autorización.

Rojas había logrado su cometido. La duda ya estaba instalada en el empresario.

– Sabes, esta conversación pendeja llegó a su fin– se para de la mesa– No tengo porqué desconfiar de Altagracia. Es más, yo mismo le haré la prueba a Alma y saldré de dudas– saca su billetera y deja algunos billetes sobre la mesa– Nos vemos en un juicio, Eleonora.

José Luis sale del restaurante y en vista de que el carro aún no llegaba, decide caminar hacia la constructora. Después de todo no quedaba tan retirado de donde estaba. Además, necesitaba respirar y pensar, intentar al menos calmar la decepción que sentía en ese momento.

La doña, por su parte, estaba en su oficina cuando recibe una llamada del empleado al que había enviado con el carro hacia el restaurante.

– ¿Qué sucede?

Doña, ya llegué al lugar, pero el señor Navarrete no está aquí.

– ¿Estás seguro?– pregunta extrañada.

Si, señora.

– Pero ¿si estás en el restaurante que te indiqué?

Si, doña, pero como le digo, no está aquí.

– Mm...está bien. Vuelve a la constructora. Yo me encargo.

Corta la llamada y su rostro mantiene una expresión de preocupación. Su instinto le decía que algo había ocurrido en ese rato que lo dejó solo con Eleonora.

Finalmente, toma su celular y le marca a José Luis, pero luego de oír el tono durante un momento, la llamada finaliza. Definitivamente algo estaba ocurriendo. Decide marcar de nuevo cuando oye el teléfono entrando en su oficina junto con el empresario.

– José Luis– se acerca a el– ¿Estás bien? Te llevaron el carro y no estabas ahí– le acaricia la mejilla al ver su rostro angustiado– José Luis, dime algo.

Cuando la mira ve sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas que amenazaban con salir.

– Amor...– lo mira y le da un beso delicado en los labios– Algo te sucedió ¿verdad? ¿Te dijo algo esa loca?

Una gota salada recorre inevitablemente la mejilla del empresario preocupando aún más a la rubia. El se la seca rápidamente y la mira.

– ¿Por qué me mentiste?

– ¿Cómo?– pregunta sin entender nada.

– ¿Por qué no me dijiste que fuiste a amenazar a Eleonora?– tensa la mandíbula.

– ¿Ella te dijo eso? 

– Por supuesto ¿Quién más? 

– Pues no te mentí, José Luis. Solo no te dije que fui a verla, pero no te mentí.

– ¿Es cierto que le dijiste que si no me decía que yo no era el padre de Alma la matarías?

– ¿Qué?– pregunta sorprendida– ¿Estás loco?  

– Eso me dijo ella.

– Pues, estás mal de la cabeza si crees en las estupideces que dice esa mujer, José Luis– camina detrás de su escritorio y vuelve a sentarse.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora