PRÓLOGO

98 8 2
                                    

QUIÉN LO DIRÍA...

Si aquel día hubiera salido cinco minutos antes, ahora no estaría en un sitio que desconozco. Si hubiera salido esos cinco minutos antes, como me había ordenado mi madre, dos tipos no me habrían sacado a rastras de mi casa. Si hubiese hecho caso, no habrían matado a mi padre por intentar protegerme. Fue todo culpa mía...

                                    —

Han pasado cinco días desde que mi vida ya no tiene sentido por el simple hecho de que nunca me van a encontrar. Sigo viendo el cuerpo de mi padre sumergido en su propia sangre y mi madre sollozando porque me secuestraban. No se que me van a hacer, ni qué quieren de mí. Ahora estoy sola en un cuarto oscuro, sin ventanas. Me siento sin fuerzas y sin esperanzas de salir de aquí.

De repente el ruido de una puerta hace que deje de llorar y que se me acelere el corazón por el miedo que me produce ese sonido. Cuando lo oigo ya se que significa, que entra uno de mis secuestradores.

—Hola guapa, ¿cómo estás? —me dice tocándome la cara.

—¡Quita! —digo, apartándome de una forma brusca.

—Ten cuidado niñata, no vaya a ser que te mate. —susurra cerca de mi oreja.

—Tú no vas a matar a nadie. ¡Largo! —dice el otro secuestrador de ojos azules cuyo nombre desconozco.

El chico se cabrea y sale de la habitación pegando un portazo. El otro secuestrador se queda mirándome. Esa mirada, sorprendentemente, no me asusta.

—¿Por qué no dejas que me vaya?

—Tus padres no pagan y yo, me estoy hartando.

—Dirás mi madre. Mi padre está muerto y es por tu culpa. ¿Qué os hemos hecho? ¿En serio te gusta ir por ahí asesinando a gente inocente? ¡Ojalá te pudras en la cárcel cuando te pillen!

En vez de pegarme, como hubiera hecho el otro secuestrador, se pone serio y se va sin decir ni una palabra. 

Tengo que intentar escaparme, no puedo seguir aquí. Mi madre no podrá pagar y a mi me van a hacer daño hasta que no pueda aguantar más por el dolor. El que siempre lleva las llaves es el que me trata mal. Tengo que encontrar la forma de quitárselas. Solo tengo una oportunidad porque si me coge, me puedo dar por muerta. He visto las llaves metidas en el bolsillo de su pantalón. Haré lo que sea, pero tendré que esperar a mañana...

Me levanto del frío suelo y me dirijo hacia el colchón que hay justo al lado. Cuando estoy apunto de dormirme se abre la puerta. Por favor que no sea él... Suplico en mi mente.

—Quizás tienes frío. —me dice él tirándome una manta hacia el colchón.

Se queda ahí un rato como si esperase a que le diera las gracias. No entiendo nada, me tiene secuestrada y es como si le diera pena.

—Mmm... Buenas noches. —me dice cerrando la puerta.

Al menos no era el otro secuestrador...

Inundada en mis pensamientos y en mis lágrimas me consigo dormir.

Cuando me levanto no se si ya hay luz en el exterior o si es de noche. Hace seis días que no veo el cielo azul, ni siento el viento, ni la lluvia mojándome la cara. He perdido la noción del tiempo. Ya no sé si mi madre sigue viva. ¿Y si la han matado? No por favor...

Vuelvo a oír el ruido de la puerta abriéndose. Entra el secuestrador al que más miedo le tengo con una bandeja que supongo que será el desayuno. Es mi oportunidad para quitarle las llaves.

Todo vuelveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora