I
Cuatro paredes de aluminio me hacían prisionera. En una plancha mortuoria yacía dormida.
Mis pasos eran torpes, no tenía heridas y el frío me condujo a una terrible desesperación. La luz parpadeante me causó pánico y con la bata de plástico no entraba a calor... Pegué con todas mis fuerzas a la puerta metálica. Esta no cedía y caigo débil al suelo. Suelto a llorar.
Al instante, esta rechina y una luz emerge en el exterior. Toman mis brazos y no escucho lo que dice, a causa de mis sentidos perturbados. El ruego valió fruto.
En una habitación diferente despierto. Sencilla, pero más decente que la anterior. Respiro profundo, liberando tensión. Cubierta con una estupenda cobija mi temperatura volvió a su estado normal. Noté varios moretones en la piel, algunos dolían, otros no, quizás por el clima gélido.
—¿Te encuentras bien?
Era solo una mujer. Asentí y me dio a beber un caldo. Lo devoré enseguida y manifestó su alegría de verme a salvo.
—¿Dónde estoy?
—Espera un poco —Desaparece de la estancia.
No recordaba nada a pesar de las imágenes que se iban y venían. ¿Quién era yo? Había despertado en una morgue junto a otros cadáveres. ¿Es que volví de la muerte? ¿El lugar era un hospital? Intento levantarme, pero la extraña mujer me detiene. Hace entrega de un maletín. Lo abrí sin pensar dos veces.
El casco y traje de astronauta me resultaron familiar y, al fondo, la credencial de una mujer de cabello negro y ojos azules, los mismos que le pertenecían a otra persona. Ella poseía nombre: Eda Wade... Había fotografías de planetas y agujeros negros, hasta que la de un hombre captó mi atención. ¡Trevor! Su identidad vino de golpe como la mía. ¡Por supuesto que era yo! ¿Pero, él dónde estaba?
Insisto. Necesitaba buscarlo. Debía, porque era importante para mí. ¿Habría despertado en una situación similar o..? La mujer pareció asustada a tanta insistencia. No entendía mi situación.
—¿Ella es la mujer que sacaste del congelador?
Un hombre causó la interrupción.
—Busca a...
—¡Termina, maldita sea!
—A mi hermano —contesto con la misma firmeza.
Se aleja malhumorado, no sin antes llamar a su mujer para hablar. La veo nerviosa y me pide que salga por la puerta de atrás. Le doy las gracias. Me bendice e indica que tenga cuidado con la superficie. Eso no logro comprender.
Crucé un pasillo estrecho que conducía a una alcantarilla. La peste me revolvió el estómago. Buscaba la escalera que llevara a la superficie, pero ninguna tapadera abría. Recorría túneles que conducían a nada. Creí estar desamparada por segunda ocasión. ¿Cómo iba a reunirme con Trevor?
Al girar, encuentro al mismo sujeto. Iba trayendo un cuchillo y en la ropa le escurría sangre. Huí sin rumbo, pues conocí su intención. Tuve miedo, no hasta que escuché un estruendo. Una persona vistiendo un traje de gas me salvó el pellejo, pero apuntó con dirección a mi cabeza. Le entrego la maleta. Levanto las manos.
—Sígame.
Me ordenó usar un traje semejante. Cuando llegamos a la nave, me esposó de manos. Estuve así diez días esperando la llegada de su superior.
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Cuentos Completos
Historia Corta"En la vida, hemos guardado relatos con los que comenzamos nuestros pasos en la escritura y es a la vez llave hacia otros mundos. Pero, hoy, he hecho la excepción de darlo a conocer. Dejar de lado las inseguridades." Prohibida su copia. Portada hech...