Crítica, crítica... Esa infalible, inevitable que rompe corazones y calla sueños...
Detiene mente y lápiz, razón e imaginación.
Eso fue lo que recibí, desgajando mi ánimo y permaneciendo en bloqueo. Ya no estaba motivada a seguir en lo que había quedado corto y, sobre todo, me detenía la tristeza que cargaba entre manos.
Convertí al internet en mi ocio leyendo recursos para escritores o descubierto palabras en el diccionario. No descifraba el error cometido y no llenaba aún el vacío de innumerables libretas. ¿Cuál era la falta? Nada supe aquellos infelices días hasta que hallé a una escritora. Ella aconsejaba que lo peor del caso es pedir una crítica a gente inexperta. Que lo mejor es escribir para uno mismo.
Eso me levantó el ánimo, pero ya todo lo tenía perdido. Nunca más volvería a escribir incidentes sin sentido, tramas absurdas o personajes más planos que el papiro... A la vez privé mi felicidad.
Dejando a lado la faceta de amante de la soledad, recurrí a mis amigos. Ellos hicieron ver lo equivocado que estaba. Solo debía recordar una cosa: el principio.
—¿Y eso por qué?
—Te hará en qué confiar.
Fui de inmediato a casa y directo saqué al suelo mis escritos del baúl. Papeles amarillos, cuentos a medio concluir, ortografía de principiante, rayones...
«Este es el principio», pensé.
La tinta aún visible era reflejo del camino y las palabras que lo construían. Estaba avergonzado del principio, pero eso demuestra, no la calidad del texto, sino el riesgo para trazar pensamientos, locuras, miedos y oscuros secretos... Escribir con o sin devoción no es fácil. Cuando te lo propones no tienes de que preocuparte, pues empiezas con unas cuantas letras y varios renglones que te dejan una fatiga de satisfacción... No quise ver más, pero reflexioné que no echaría a perder lo de seis años a solo una semana.
Todas esas letras me costaron desvelos, dolores de cabeza, esfuerzo ocular y mental. Las escribí entre problemas, hambre, frío, calor y frustración. Adheridas también mis lágrimas como el sudo o los borrones en en papel. Tomo con fuerza mis cabellos. Había sido injusto con lo que amaba y amaré hasta el último de mi vida.
Borré los archivos del dispositivo. Pasado un tiempo, retomé a redactar y mejorar, no por el mundo, sino por mí, que era más importante.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos Completos
Historia Corta"En la vida, hemos guardado relatos con los que comenzamos nuestros pasos en la escritura y es a la vez llave hacia otros mundos. Pero, hoy, he hecho la excepción de darlo a conocer. Dejar de lado las inseguridades." Prohibida su copia. Portada hech...