Capítulo 8

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—¿De que querés hablar? —pregunto una vez que estamos las dos sentadas en la mesa de la cocina, enfrentadas, tras unos minutos de silencio.

No me contesta, solo me mira un par de minutos y luego aparta la mirada. Comienza a tocarse el pelo, nerviosa. Ahora no tengo dudas de que ese es un tic que tiene con frecuencia, sobre todo cuando está nerviosa.

Vuelve a mirarme, esbozando una leve sonrisa. Deja de tocarse el pelo, se coloca un mechón detrás de la oreja y comienza a hablar:

—Primero tengo que pedirte otra vez perdón por el golpe, seguro debes seguir con dolores y el golpe en la frente ya se empieza a notar. Lo tenes un poco violeta... —dice, dirigiendo su vista hacia mi frente—Es todo mi culpa, en serio perdón—dice, demostrando lo arrepentida que está.

Instintivamente me toco la frente. Apenas llegué a casa ni siquiera fui al baño y no me miré en el espejo en todo el día. Debo estar horrible... encima aún tengo puesto el uniforme de la escuela lo que seguro me hace ver doblemente horrible.

Me vuelvo a tocar la frente y esta vez me duele. Sip, definitivamente voy a tener que seguir tomando los calmantes y aplicándome hielo.

—Estoy bien, no te preocupes por mí. Además ya me pediste perdón millones de veces y te perdoné. Ahora vamos a lo verdaderamente importante... ¿qué tenías que decirme? —digo con una risa un poco tímida.

Intenta esbozar una pequeña sonrisa y se pasa la lengua por los labios, mojándolos con saliva. Mira al techo y luego al costado, pensativa. Seguro no sabe bien qué es lo que tiene que decir. O quizás sí lo sabe, pero no exactamente cómo expresarlo en palabras.

—Bueno... yo... Bueno, te quiero pedir perdón, otra vez, por haberme ido así del bar. No estuvo bien dejarte ahí sola después de como te trataron mis amigos... no sé, hice todo mal —dice mirando hacia abajo.

—No te preocupes Casy, entiendo, Leo te estaba molestando, es normal que reacciones mal. No te preocupes por mí—le digo con una gran sonrisa, demostrándole lo que esa disculpa significa para mí.

—Gracias Hannah, sos una gran chica. No te mereces el día que pasaste hoy por mi culpa—dice al tiempo que deja de mirar al suelo y centra su mirada en mis ojos.

—No es para tanto, unos golpes y una salida que terminó siendo un fiasco, pero, al menos nos conocimos. Eso es bueno, ¿no?

Se queda mirándome. Su vista está clavada en mis pupilas, pero no contesta, solo me mira. Continúa así unos minutos y comienza a ponerme incómoda, así que dejo de mirarla y alejo un poco la silla de la mesa. Sin embargo ella hace justo lo contrario y se levanta de su asiento para sentarse en la silla que se encuentra al lado mío. Estamos cerca, muy cerca y eso hace que me agarre un calor impresionante. De repente me siento asfixiada, acalorada y nerviosa. No sé por qué. Me encanta estar con Casy y me cae muy bien, pero... ¿qué es lo que está pasando ahora mismo?

Se acerca un poco más y puedo sentir cierto olor a alcohol mezclado con un toque de menta, algo de lo que no me había dado cuenta antes. ¿Está borracha? ¿Por eso actúa así? Sinceramente, conocer a esta chica se está volviendo cada vez más complicado. Tengo millones de preguntas sobre ella y cero respuestas.

—Tus ojos son hermosos, ¿sabés?—comienza a decir con una sonrisa mientras me acaricia el pelo—Creo que nunca te lo había dicho, pero ahora que te veo de cerca puedo notarlo. Son celestes, con un poco de gris, y amarillo en el centro. ¿Es así?

¿Qué? Abro los ojos a modo de sorpresa. Creo que es una de las pocas personas que logró distinguir mi color de ojos exacto. Es increíble que haya notado aquel mínimo detalle.

—Sí... es así. Gracias Casy... Eh... Bueno, ¿algo más que me tengas que decir? —digo, sorprendida al tiempo que me alejo un poco de ella. Esto se está volviendo raro y su aliento a alcohol apesta. No entiendo como no lo pude notar apenas llegó—ahora se me hace insoportable.

—Creo que dije todo, aunque segu—

El ruido de la puerta abriéndose interrumpe a Casy. Estoy segura de que es mi mamá y eso no es nada bueno. Si llega a ver a Casy acá y apestando a alcohol, se me va a armar una buena. Tengo que sacarla de la cocina urgente.

Comienzo a hacerle gestos con las manos a Casy para que guarde silencio y me acompañe hasta mi habitación, sin hacer el más mínimo ruido. Al principio no comprende muy bien lo que le digo, pero me sigue hasta la escalera en silencio. Apago la luz de la cocina y subimos hasta mi cuarto. Una vez dentro le pido nuevamente que no haga ruido y que se esconda debajo de la cama. Lo último que necesito es que mi mamá entre a mi cuarto y nos vea juntas. Esta se resiste al principio pero termina accediendo.

Al cabo de dos minutos, ambas estamos acostadas con la luz apagada. Yo con la sábana tapada hasta el cuello, boca abajo—mi mamá no puede ver que sigo con el uniforme ni tampoco el golpe en la frente—y Casy abajo de mi cama, esperando a que mi mamá pase por acá y luego se vaya a dormir.

Mientras espero a que eso pase, en mi mente no dejan de aparecer preguntas acerca de esta chica. ¿Por qué es amiga de esos estúpidos? ¿A qué se refería Leo con eso que dijo que la hizo molestar? ¿Por qué le molestó tanto que le dijera lesbiana? Si vive con su tía, ¿qué pasó con sus papás? ¿Dónde están? ¿Por qué Leo estaba agarrado de la mano con Valentina y Dilara a la vez si se supone que es el novio solo de Dilara? ¿Por qué Casy está borracha a esta hora y encima un lunes? ¿Salió de fiesta? ¿Tiene un problema con el alcohol o tomó por que si? ¿Qué mierda fue lo que pasó antes abajo en la cocina? ¿Estaba... coqueteando? Imposible. Casy coqueteando con una chica parece tan irreal como una tarde soleada en un día de invierno en Londres.

Repaso las preguntas en mi cabeza. Son millones para las que aún no tengo respuesta. Cosa que es normal, apenas la conozco hace un día, pero es que todo resulta tan... extraño. 

La tormenta perfecta en una habitación serenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora