Apenas presté atención a lo que los maestros decían. No me podía concentrar. Mi mente vagaba por diversos pensamientos, haciéndome imposible escuchar las palabras de los profesores. Algunos pensamientos eran tristes, y, es que, hasta el momento mi vida en esta nueva escuela es igual a lo que era en la anterior.
En ninguna de las cuatro clases se me acercó a hablar nadie. Estaba sola, como siempre lo estuve. Nadie se interesó en conocerme luego de que los maestros me presentaran. Algunos me miraban y cuchicheaban algo sobre mí, pero esa fue la cantidad máxima de atención que me prestaron. Y lo peor de todo es que Casy y yo no compartimos ninguna de estas clases, por lo tanto, no la pude ver ni conversar con ella.
Casy. Ella también apareció en mi mente. Desde que mencionó que sus amigas también iban a venir al almuerzo de hoy, algo en mí se sintió... raro. No sé qué ni por qué, pero no me gustó el hecho de que aquellas dos también fueran. Quería pasar un rato a solas con Casy, no con las otras dos zorras que me miraron mal. Pero bueno, ni siquiera tuvimos tiempo de hablarlo en profundidad porque ya teníamos clases y tuvimos que despedirnos, por lo tanto, terminé aceptando, aunque de mala gana.
Así que, en resumen de lo que va del día, estoy igual que antes. Este comienzo de clases no deja de empeorar y no cambió en absoluto mi vida. Sigo siendo la chica solitaria del fondo con la que nadie habla. Aunque, algo sí cambió. Casy. Ella podría ser mi primera oportunidad de tener una verdadera amiga, pero ¿en serio seríamos amigas?
La clase de matemática está por terminar. La última del día, el último esfuerzo. Todos miran nerviosos el reloj, deseando que el timbre suene cuanto antes. Por lo general nunca soy una de ellos, pero esta vez sí. Quiero que la maldita campana suene así este día finalmente llegaría a su fin. Solo cinco minutos más.
Las agujas del reloj avanzan y los alumnos cada vez escuchan menos al profesor quien continúa con su clase. Me parece escuchar algo sobre ecuaciones algebraicas, pero no estoy segura. En fin, lo que sea que ese hombre esté diciendo seguro es aburrido.
La salvación llega a los oídos de todos los alumnos y éstos salen corriendo con sus mochilas ya previamente preparadas. Una multitud de chicos y chicas se crea en la puerta en segundos y yo intento meterme por los huecos que veo libres para poder salir.
Finalmente estoy afuera y allí veo a Casy. Apoyada contra la pared, usando el celular, esperándome como antes lo hizo cuando hablé con Daniela Salvatierra. Ahora que lo recuerdo, ninguno de los profesores se me acercó a hablar como lo hizo ella. ¿Será porque ella es la maestra encargada de mí como dijo antes? Puede ser. Todavía me sigue molestando esa mierda, pero no es momento de pensar en eso.
—Ho... la... —la saludo muy nerviosa, sin saber el motivo. Siempre que tengo a esta chica delante mío me pongo así.
—Hola linda, ¿nos vamos ya? Dilara y Valentina nos están esperando —dice mientras guarda el celular en el bolsillo delantero de su mochila.
Asiento, más nerviosa que antes.
«Linda...» nadie me había llamado así jamás. ¿Será un apodo que se dicen entre amigas? Seguramente. No debo malinterpretarlo, es solo un apodo cariñoso que se dicen los amigos o los compañeros y ya, no vale la pena darle vueltas.
Vamos caminando por el pasillo, dirigiéndonos a la puerta. Una vez que estamos allí, efectivamente nos están esperando Dilara y Valentina, pero no están solas, un chico guapo —que digo— hermosísimo y alto las acompaña.
—¿Quién es ese? —le pregunto a Casy, sin poder quitar mis ojos de su rostro que parece tallado por los dioses.
—Es el novio de Dilara, Leonardo Mischiaretti. Es millonario y es uno de los chicos más populares de la escuela —me contesta Casy.
—Guau... ¿millonario? Guau... —digo sin poder reaccionar de otra manera.
—Todo es guau en ese chico, ¿no? —me dice, burlándose de mí.
—Dios sí, y es tan hermoso... —digo antes de poder controlar las palabras que salen de mi boca.
Casy ríe y me da un leve codazo en el brazo. Intento evitar el contacto visual con ella —no quiero que vea mis mejillas color rojo fuego.
«Qué vergüenza».
No sé por qué dije esas palabras, pero me arrepiento rotundamente. Sí, es lindo, más que lindo, sin embargo, ¿qué va a pensar Casy que dije eso del novio de su amiga? Nada seguro, y su reacción lo demuestra. Pero no estoy satisfecha con mis palabras.
Cada vez nos acercamos más a ellos y mis dudas y nervios crecen. La incertidumbre de no saber qué es lo que este almuerzo va a traer de sí me atormenta. Ni siquiera sé a dónde vamos a ir. Sí, Casy dijo algo de un bar por acá cerca, pero no lo conozco. Sin embargo, lo que más me intriga, aunque no lo quiera admitir, es saber quién es ese tal Leonardo Mischiaretti. Pronto tendré la respuesta.
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La tormenta perfecta en una habitación serena
RomanceHannah Rivero es una chica solitaria de 16 años que nunca ha tenido amigos y que ha sufrido mucho a lo largo de su corta vida. Sin embargo, su sueño más grande desde que era una niña es tener una mejor amiga, un sueño que espera cumplir al entrar en...