Mi salvación eres tú

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Mi vida es perfecta

Bueno, era.

Ser huérfano es algo duro. Imagina ser una de esas personas a las que sus padres abandonaron o no podían cuidar. Sentirse así, debe ser algo realmente horrible. Sentirse desplazado, solo o con miedo.

Lo digo así, porque yo nunca me sentí como tal. Yo era huérfano, pero nunca me sentí solo. En Gracefield, cada día era feliz y una nueva aventura. Todo gracias a mis hermanos, especialmente Emma, Norman y Ray.

Ray.

Ray era un niño algo extraño. Era el número uno de la clase, siempre lo encontrábamos leyendo en la sombra de un árbol. Decía que quería leer todos y cada uno de los libros de la casa. Sin embargo, para mi, pese a que Ray se opusiera a pasar tiempo con nosotros sus hermanos, yo solía aparecer en todo lugar que el estuviera para molestarlo. Nunca entendí porqué se comportaba así. Pero aún así, con el tiempo, ambos sentimos cariño por el otro. No había un día en el que no la pasáramos juntos. Eran tiempos muy bonitos...

En poco tiempo, nos convertimos en "gemelos ying yang", ya que todos decían que, nos complementamos. Incluso, cumpliamos años el mismo día. En uno de mis cumpleaños, bueno "nuestro cumpleaños" Ray me dio un regalo especial, un gorro tejido a mano de color gris que atesoré, y nunca jamás me lo quité.

Todo era maravilloso...

Mamá, ella era muy amable con todos.yo la admiraba. Eramos muchos en el orfanato: Norman, Ray, Gilda, Don, Conny, Phil, Anna, Nato, Toma, Alin, Lanion, Emma y yo. Cada uno daba más trabajo que el otro. Yo llegué a imaginarme como sería yo de padre. No tendría paciencia y golpearía al primer niño que me apareciera. Pero mamá nos cuidó con toda la paciencia del mundo. Ella era mi heroína, y mi mejor amiga, después de Ray, Emma y Norman.

Mi relación con mis dos hermanos, un albino de ojos azules, casi tan inteligente y ágil como mi hermano Ray, y una niña de pelo naranja, muy bonita y graciosa, pero también muy inteligente.

Ellos eran muy buenos también. Me ayudaban a aprender matemáticas, una materia que no se me daba bien solo, y Ray no tenía paciencia para explicarme. Eso, y también jugábamos mucho. Aunque a mi no me gustara correr, ellos maquinaron otra alternativa de juego y pensamos que sería mejor jugar a las escondidas. Con todo eso y más se ganaron mi cariño.

Sin embargo...

Hay misterios que es mejor no desenterrar. Toda mi vida se fue abajo, por intentar comprender la tristeza que inundaba a uno de mis queridos hermanos.

Ray

Tenía 9 años cuando pasó.