Capítulo 7

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Al despertarme no paraba de pensar en las palabras que me había dicho ayer Rita, no entiendo, no me cabe en la cabeza, porque me dijo todo eso. Para que me sienta mal por él y me culpe a mí de sus problemas. No, yo no haría eso. Porque no importa si a Rita la trató bien, a mí me compró y me encerró, y encima de todo me trata de una manera sexista y vulgar. Y si no pongo una sonrisa y asiento, vienen a decirme que debo comprenderlo. Eso no tiene lógica.

Ese día necesitaba pensar, bajé a la cocina. No había nadie así que agarré unas frutas y agua, ya que no tenía mucha hambre. Pasé todo el día en mi cuarto. Pensando y procesando, la situación.

Luego, encontré un libro, me entretuvo bastante. Se trataba de una chica que podía ver fantasmas, ellos le contaban sus cuentas pendientes y la chica intentaba resolverlos para que sus almas no estuvieran en pena. La verdad me encantaban todo tipo de libros, aunque me cuestan muchísimo más los de época, No me terminan de convencer, son más difíciles para mí, porque no me engancho fácilmente.

Casi eran las siete cuando, oí que tocaban la puerta, me levanté de la cama y abrí la puerta.

Me encontré con Carter, con una cara seria. Llevaba un uniforme, él me vio de arriba abajo sin quitar su expresión seria.

-¿No te preparaste?-

- ¿Prepararme para qué?-enredé los brazos en mi pecho.

-La fiesta, que hay hoy. A la fiesta a la que irán con Oliver.

-Yo dije que no iría entonces no iré y no hay nada más que decir.

Le cerré la puerta en la cara y me tiré en la cama, de forma exagerada. Cerré mis ojos e intenté despejarme, cuando escuché que volvieron a tocar la puerta.

Esto no podía ser en serio, volví a levantarme de la cama esta vez con menos ganas y abrí la puerta. Pensé que volvería a ser Carter pero, cuando eleve la vista me encontré con sus ojos, esos ojos que tanto amaba y odiaba de igual manera, ya que me hipnotizaban como si fuera un hechizo.

De repente siento como sus manos me agarran de los hombros jalandome hacia atrás. Escuchó el ruido de la puerta cerrándose de golpe. Oliver me estampó contra la pared, sin dejar de sostener mis brazos. Sus ojos jamás dejaron los míos.

-Qué raro tú causando problemas-

-Así soy, qué quieres que te diga?- comenté desafiándolo- Si vienes a convencerme de que valla a tu fiestita, pierdes el tiempo .

- Yo no te tengo que convencer- se acercó más a mi oído – Porque tú vendrás quieras o no.

-Pero yo... - Mi voz comenzó a apagarse ya que me interrumpió

-Shhh- se acercó a mi oído y me susurró ¡¿que tenía este hombre con susurrar en el oído?! – Ahora te vas a ir a cambiar, me vas a acompañar a la fiesta y luego volvemos aquí – Creí que ya había terminado, casi me alejo cuando me acarició la mejilla, con su pulgar- Y no te creas que no tendrás un pequeño castigo, luego de este berrinchito.

Quise reprocharle algo, pero me había dejado muda. Su forma de hablarme, mirarme, acariciarme me había calmado toda la furia que tenía de ayer.

Me alejé un poco de él. Pude observar que llevaba un traje negro y una camisa negra. Su pelo estaba despeinado, pero le quedaba increíble. También pude oler en el aire un aroma a perfume de hombre, riquísimo.

Después de eso, no dijimos ninguna palabra. Oliver se fue de la habitación.

¡No! Debía vengarme! No podía gustarme, ni como le quedaba su traje, ni sus caricias o su sedoso pelo o su... ¡No! Basta! ¡Basta Sabrina!

El cielo en sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora