capítulo 8

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—¿crees en el cielo David?.—

—¿porqué haces ese tipo de preguntas Grecia?.—

—nunca he creído en el cielo, tengo la teoría de que los gusanos nos comerán, de que somos polvo y de que somos soló un ser vivo que como todos muere. Sí, lo digo por mi enfermedad, por mi próxima "despedida" y quiero creer algo diferente, quiero creer que existe un cielo al cual iré aunque suene ilógico e incoherente.—

Este punto de mi vida, no tiene nombre. Querido lector, me mataba tener que verla acostada, muriendo lentamente.
Si hay algo que duela más que perder un amor, es no perderlo, tenerlo para verlo desaparecer lentamente. Grecia, era una maravillosa mujer. Y como toda maravillosa mujer, tenía ganas de vivir, aunque la vida le pusiera otras circunstancias.

—existe el cielo.—

—¿enserio?.—

—es al que me llevaste aquel día, aquella noche, con aquel beso, es al que viajo cada vez que tu esencia está presente, cada vez que tus ojos me miran, cada vez que tu piel rosa la mía, estoy contigo, estamos en el mismo cielo.—

—te amo.—

—yo te amo más, tanto que te llevaré al super conmigo.—

—estás loco, no ¡goff, goff! (Tenía cada vez una terrible tos) no, no podremos.—

—ven preciosa.—

La carge y la subí al carro, se quedó dormida en el camino, lloré sin que ella lo notara, mis ojos negros estaban llorosos, estaban tristes, cansados. lloré amigo, ¡llore! Lágrimas sabor a "no te dejaré".

—¿lista?—

—no, ya basta David, todos se reirán cuando me miren en esa silla de ruedas, me destrozaría eso.—

—no hay problema chiquilla, yo me subiré contigo.—

—nos verán como locos.—

—me da igual.—

Les he de confesar, un nudo en la garganta se me hizo cuando ella tomó mi mano. La lleve cargada hasta que encontramos una silla de ruedas elecontronica. me senté en la silla de ruedas electrónica yo primero, y la senté en mis piernas después. No pesaba, les comenté  que bajó mucho de peso. Pesaba 45 kilos, y no los notaba. , mucha gente nos miró como locos, otros hicieron horrorosos comentarios como "que chavo tan aprovechado" o "mira a esos dos flojos". Ella lloró, no lloró por los comentarios, lloró de felicidad, fuimos por unas cuantas cosas.

—¿y este botón para que es?—

es para estacionarse o dejarlo en automático depende de tu destino nena.—

—de echo dice "avanzar" David.—

—mi idea era mejor.—

Pagué , la cargué nuevamente aunque ahora era más complicado pues llevaba las bolsas de comida que compramos. Pero no quise que ella cargara nada, yo sería sus piernas y sus brazos cuanto ella quisiera.

me siento una inútil. —

—no lo eres Grecia, puedes preparar las palomitas.—

Lanzó sus brazos hacia .

—¿puedes llevarme al microondas?—

—claro, tú meterás las palomitas nena.—

—eres un enorme panquesito de vainilla David.—

—hey, yo estaré contigo Hasta el fin.

Hasta el fin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora