I.

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La vez que la encuentra es en la mañana, estando en el piso de uno de los campamentos. Su alrededor olía a tierra y a sudor, por lo que asumió que se había dormido afuera y su hermana no se había dado la molestia de meterla dentro de la carpa. Alice se levantó para sacudirse el polvo, y ahí, en medio de su brazo derecho estaban las palabras. Maldita sea, pensó. Estaba acabada.

Había escuchado de ello, todos sabían sobre lo que pasaba, pero cuando el mundo se había ido a la mierda y la gente había comenzado a dejar de ser gente, para transformarse en criaturas que solamente se enfocaban en comerte y sacarte las entrañas, un simple tatuaje no le importaba a nadie. Excepto que a ella sí. Desde pequeña, cuando su madre vivía y podía narrar historias, había aspirado el día en que las palabras se pusieran en alguna parte de su cuerpo, y así al fin conocería a la persona que le cambiaría la vida. Pero eso ya no era relevante, o eso es lo que Alice siempre se repetía a sí misma cuando pensaba en eso.

Se pasó las manos por la cara y entró a la carpa que estaba al frente de ella, a despertar a su hermana mayor. Meghan dormía plácidamente dentro de un saco de dormir, con la cabeza apoyada en su sudadera. Su hermana agarró una chaqueta que estaba en la esquina y se la tiró a la cara, lo que causó una reacción instantánea de la otra chica: se levantó aceleradamente y agarró el cuchillo que estaba debajo de su sudadera. Cuando vio que la causante de la ruda interrupción era su hermana pequeña, suspiró y le tiró la chaqueta de vuelta.

-Estaba durmiendo, por si no lo notaste. - dijo la mayor, mientras se salía del saco y tomaba un sorbo del agua que había a su lado. Guardó su cuchillo en la envoltura que tenía en el pantalón. Alice resopló.

-Y yo estaba afuera expuesta como una maldita carnada. Gracias, hermana, por la gran protección que me das. - la pequeña se puso encima la chaqueta que le había tirado Meghan y esperó por su respuesta.

-Te tocaba hacer la guardia, no es culpa mía que te quedaras dormida. - la mayor (aunque más baja) repuso, al mismo tiempo que se estiraba. -Además, si alguno de esos monstruos se hubiese acercado, lo hubiésemos oído. O se hubiese atrapado, para eso tenemos los palos, ¿o no? - Meghan dijo esto con una sonrisa. Se había agachado para enrollar el saco y guardarlo en su funda.

-Podrías haberme tapado o algo. - la menor comentó, al mismo tiempo que ayudaba a su hermana con el saco y sus demás pertenencias. Habían tenido suerte de encontrar una tienda exclusivamente para campistas, o sino no hubiesen podido tener los sacos de dormir y las mochilas, junto con la carpa y las linternas.

-Lo siento, Al. El tobillo me punzaba, y no pesas dos kilos, hermanita. Se me hacía difícil arrastrarte hasta acá. La próxima vez me toca la guardia, tendrás la carpa para ti solita. -

Luego de eso, siguieron su rutina de siempre hablando de cosas banales. Desarmaron la tienda y la guardaron en su estuche, después la metieron dentro de una de las mochilas y empezaron a caminar hacia el norte.

Así había sido durante tres meses desde que se separaron de su tercer grupo, el par de hermanas buscaba un lugar donde establecerse y en las noches que estaban extremadamente cansadas se daban el lujo de poder armar su mini campamento y dormir dentro de un saco. En ese entonces estaban buscando alguna casa lejos de las carreteras y en medio de la nada, donde pudieran establecerse durante más de una noche y prepararse para llegar a su destino final.

Meghan encontró la marca de Alice cuando pararon para buscar comida en un Seven Eleven que estaba a un lado de la carretera. Después de atravesar el cerebro de uno de los tres zombies que estaban persiguiéndolas, le entregó uno de los cuchillos extra a su hermana y ahí fue donde la vio. Clara y bien establecida en el brazo de su hermana pequeña. Alice golpeó la frente de uno de los monstruos, al mismo tiempo que le pisaba la cabeza al tercero, y miró a su hermana con una expresión alarmada. Meghan la agarró del ante brazo y la acercó hacia su cuerpo.

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