III.

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La camioneta se movía suavemente por el pavimento, el viento les llegaba en la cara, lo cual era una sensación bastante agradable. No hacía frío, pero Meghan arrojó una manta vieja que estaba en la camioneta sobre los hombros de su hermana menor. Observó como ella miraba el camino con concentración, agarrando la manta entre sus manos. Las heridas de su cara estaban cicatrizando, aunque lo que más le importaba era el chichón gigante que le saldría en la cabeza después del tendalazo que se dio contra el cemento. Si es que había un doctor en ese hospital (ironía), exigiría que la examinaran por completo. Estaba soñando con su padre, eso lo tenía claro, pero decidió no preguntarle, o al menos no todavía.

Después de que cayera al piso, Meg llegó hasta ella lo más veloz que su pierna le pudo permitir (estúpido tobillo roto). Puso sus brazos debajo de sus axilas y la acarreó hasta dónde se encontraban antes. Mojó su cara y le intentó hacer sombra con ropa, y después de al menos una hora y media al lado de ella, vio a un auto acercándose por la autopista (se imaginarán su sorpresa al ver un auto en perfecto estado). Encaró a las personas que se bajaron del auto, un niño de doce años con su madre, al notar que no eran peligrosos y que la camioneta tenía escrito "MAY WEATHER" por todos lados, aceptó su oferta. De todas maneras, llegar ahí fue su meta desde hace varios meses, incluso antes de estar con su tercer grupo.

-¿Por qué decidiste confiar en ellos?- Alice preguntó, sin desviar la mirada.
Meg levantó la cabeza para mirarla, bufó. Después la agachó otra vez.
-¿Acaso no viste la camioneta?- Alice no movió ni un músculo. -Me hablaron sobre todo, describieron el hospital, cómo llegaron...toda esa mierda que se supone que me tiene que convencer. Además, ambos están vestidos y, bueno, limpios. Y tienen un auto.- Meg finalizó.
Alice volvió a bufar.
-Todos pueden tener un auto.-
Meg frunció el ceño, arrugando la nariz. Intentó trasladar su cuerpo al lado de su hermana. Se había puesto la chaqueta de nuevo y subió sus mangas hasta los codos.
-¿Qué tienes? Usualmente tú eres la que confía en la gente que se ve decente.- Alice seguía sin mirarla. Meghan suspiró. -¿Esto tiene que ver con que soñaras con papá?- preguntó en voz baja.
La rubia se tensó a su lado, pero aún no apartaba la mirada del camino.
-¿Cómo sabes eso?- murmuró, aferrándose más a la manta.
-Fue lo primero que dijiste al despertar.- la mayor se pasó la mano por la nariz. El olor a tierra le hizo arrugarla y luego se sacudió ambas manos.
El par contemplaba el paisaje alrededor de ellas, sin mirarse.
-Tal vez.- suspiró antes de continuar. -Más que un sueño fue un recuerdo, de todo. Detesto soñar con él, me hace ponerme amarga.-
Meg medio sonrió. Golpeó a Alice juguetonamente, haciéndola sonreír también.
-A veces es bueno que te amargues.- Alice se volteó a verla, confundida. -Es aterrador que, a pesar de todo, sigas siendo tan positiva. Nunca te apagas.- una sombra de una sonrisa se apareció por la cara de la rubia.
-Si me amargara sería como tú.- se carcajeó después de decir eso, causando que Meg le pegara un codazo en las costillas.
Se callaron por unos segundos, observando la vista nuevamente.
-Mientras estabas inconsciente te perdiste de la mejor parte.- Meg rompió el silencio, ganándose una mirada interrogativa de su hermana. -Hay un niño de doce años manejando.-
-¡¿QUÉ?!-

-

El resto del viaje continuó tranquilo, las hermanas hablaban sobre cosas que las hacían sentir libres, normales, como lo que esperaban del hospital y si es que podrían elegir una habitación (en el fondo, ambas sabían que era muy poco probable, pero no importaba). Alice hablaba emocionadamente acerca de lo feliz que era, porque podría ayudar a las personas. Meg solo quería una ducha. Y una hoja de afeitar. Y un desodorante si es que se pudiera.

Dejaron el desierto atrás, entrando a un pueblito que parecía ser fantasma (igual que todos, de cualquier manera). No se veían casas, sólo bodegas y restos de tiendas. Los letreros estaban caídos o ya no estaban, las entradas completamente selladas, decoradas con sangre o tablas. La favorita personal de Meghan eran las frases gigantes en algunas partes de la superficie. "NO ABRIR, MUERTE ADENTRO" parecía lo que escribiría un adolescente emo en la puerta de su habitación.
La suciedad en la calle se reducía a hojas de árboles, basureros caídos y más sangre, incluyendo partes del cuerpo (Alice seguía tratando de descifrar si lo que se hallaba al lado de un buzón de correo era una pierna o parte de una espalda).
La calle empezó a subir, dándoles a saber que estaban en una colina, o algo parecido. La rubia quería adivinar lo que era cada lugar antes del desastre, interpretando lo que quedaba de signos en la entrada. Una peluquería, una ferretería, una pastelería. En la esquina se ubicaba una clínica veterinaria, y la camioneta dobló a la izquierda de esta. Al fondo, se podía observar el único edificio que parecía intacto. Meg entrecerraba los ojos, al igual que su hermana. Las dos solían ocupar lentes para ver desde lejos, ya que tenían problemas a la vista. A medida que se acercaban, las pancartas se hacían menos difíciles de leer. "HOSPITAL MAYWEATHER" "COMIDA, AGUA, SALUD" "LOS QUE SE QUEDAN, SOBREVIVEN".

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