Capítulo VII: El amor y el instinto

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- Tengo que buscar comida... - dijo el triton

- Pero aún llueve... - dijo la pelirroja

- Para mí un poco de lluvia no es problema, yo te traeré de comer, también buscaré la forma de mejorar el techo del nido... - dijo ameno el ojiverde

Ella sonrojada levantó sus alas para dejar que él bajará, aún el sol no iluminaba la mañana. Con preocupación bajo el anfibio, al adentrarse un poco en el agua su cuerpo tuvo una fuerte reacción, una especie de espuma comenzó a brotar de las "cicatrices" dejadas por la separación de sus piernas. Era igual de doloroso o incluso más que antes, tuvo que soltarse del árbol, cayendo estrepitosamente, sus piernas nuevamente se unían en una cola, aquella espuma era una especie de pegamento para el tejido.

El tejido no se "pegaba" simplemente, sino que parecía un millar de agujas que sanaban su nueva cola, sus tiernas escamas eran casi transparentes de apenas suaves tonos verdes, al igual que su tejido de cartílago de la punta de su cola, era frágil, pequeño y delgado, apenas cubría sus pies. El triton debido al dolor se fue hundiendo en el agua, tocó el suave fondo arenoso, aún se estaba retorciendo, su respiración estaba agitada. La lluvia cubría el sonido de sus quejidos, le tomó tiempo recupere, pero no dejó que la harpia lo viera en ese estado, solo hasta que se calmó un poco se asomó sobre la superficie del agua. Tan serio como era el triton solo miró a la emplumada reposando en su nido.

- Volveré con comida tú solo espera

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- Volveré con comida tú solo espera... - dijo el acuático

- Esta bien... - dijo preocupada la alada

Ulquiorra en un extraño instinto nacido de su terso contacto con la chica, estaba eufórico por alimentarla, abrigarla y cuidarla, rayaba en la obsesión su comportamiento. Pesé a lo débil y cansado de su cuerpo, se esforzó en llevarle a Orihime todo tipo de cosas que ella disfrutaba. El propio triton apenas comía algunos peces y crustáceos, lo suficiente para mantenerse activo, buscó flores y plantas para hacer más confortable el nido de la harpia.

El acuático cantaba dulcemente para alegrar a la triste Inoue, además servía como una forma de decirle que estaba bien, no se alejaba demasiado porque su voz se perdía en el sonido de la lluvia al caer. Era un reto difícil para la inusual pareja, el ojiverde no tenía necesidad de sufrir tal calvario para ayudar a la harpia, sin embargo no sentía que fuera un sacrificio, sino una muestra absoluta de su palabra, que realmente la de ojos grises era importante para él.

La pelirroja se dio cuenta del gran esfuerzo del ojiverde por mantenerla a salvo, así que pensó en una forma mejor de estar calientes y cómodos durante la noche. Su única idea brillante fue cambiar su forma de dormir, quizás reposar de espaldas con sus alas extendidas, dejar que el pelinegro se recostara sobre su pecho y terminar abrigando a ambos con sus grandes alas. Era una locura, quedaría expuesta y vulnerable ante Ciffer, entonces ¿confiaba lo suficiente en él para mostrarse así? Su respuesta llegó esa noche.

El amor del Mar y el Cielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora