Capítulo VIII: Ser diferente

26 4 0
                                    

La harpia y el triton no sabían nada sobre la reproducción de su especie, ese conocimiento se había perdido, además no había miembros del sexo opuesto de su especie, estaban condenados a la extinción. Eran tan inocentes que ni siquiera pensaron que su contacto podía provocar una reacción en cadena. Seguramente para muchos era abominable lo que habían hecho pero en su mundo no había quien notará que fueran diferentes, apenas conocían que eran hembra y macho.

En la naturaleza lo único que dicta las reglas es nuestras características semejantes pero no importan las diferencias, un tigre puede tener crías con un león, ellos no saben que son de otra raza solo saben que ambos son similares. Las distinciones no eran una barrera, solo hacían al mundo más rico, más colorido, más vivo, más divertido, más diverso. Orihime había quedado embarazada, pero ni siquiera lo comprendía, ni lo había notado.

Al amanecer Ulquiorra nuevamente despertó primero, acarició el rostro de la harpia, al encontrarse sus miradas se sonrojaron, apenados por algo que no sabían explicar. El triton se puso de pie para lanzarse al agua, la lluvia empezó a disminuir su intensidad, pronto terminaría el monzon, lo que significaba que no podría estar tan cerca de la pelirroja como ahora. Anhelaba que ese último día se alargara.

- Voy a buscar comida... - dijo el pelinegro

- De nuevo gracias joven Ulquiorra... - dijo avergonzada la chica

- No es nada... - dijo el acuático al brincar

Cayó al agua, recuperando su cola, se le veía entusiasmado al ojiverde, pero la verdad estaba demacrado, el someter a su cuerpo a esa constante transformación lo estaba consumiendo. Cuando Ciffer empezó a alejarse Inoue tuvo un sentimiento en su pecho que tenía que sacar, recordó las palabras de su madre, entonces le grito al débil triton.

- ¡Lo amo!, ¡nunca volveré a amar a nadie cómo a usted!, ¡así me quedé sin voz siempre cantaré mi amor por usted! - exclamó la emocionada pelirroja

Ulquiorra al escuchar se sonrió levemente.

- Yo también la amo y estoy dispuesto a dar mi vida por la suya... - comentó melancólico el acuático

Afortunadamente o tristemente sólo quedaba una noche antes de que se terminará el monzon, incluso la lluvia ya era más tenue. Hay algo que parece inexplicable pero le dio fuerza al débil y decaído triton, las dulces palabras de Orihime, aún con su cansancio, con su debilidad, estaba feliz, tanto que puso todo su empeño en recolectar su comida y la ofrenda que le ofrecía gustoso a la harpia. Cantaba con un hilo de voz pero lleno de amor e ilusiones en el corazón, esta fe incondicional lo mantenía vigoroso. Era una tortura esperar por el anochecer, solo para poder estar cerca de la pelirroja, tomó valor para ver a su amante una noche más.

Inoue miró a Ciffer con una inmensa alegría, ambos desbordaban pasión, una tierna lujuria que empezaba con un beso tímido, apenas tocando sus labios, que se encendía rápidamente como pólvora, pronto sus lenguas acariciaban sus bocas, solo sintiendo como un rayo recorría su piel, con ese cosquilleo íntimo que les hervía la sangre Inoue con sus manos descubría las formas del cuerpo de Ulquiorra, sedosa y fría era la textura de su espalda, como la blanca espuma de mar, mientras que sus escamas brillantes y coloridas eran lisas a su vez firmes pero flexibles, cual peces que navegan entre corales en el rompe olas, dejando que las olas deseosas acaricien la arena caliente.

Pará el ojiverde era igual que tocar una de esas nubes, suaves, esponjosas, tan frágil, con esa sensuales curvas, libre y viajera, por un momento estaba sujetando entre sus garras el cielo mismo. Sus cuerpos se llenaban de placer por su simple contacto, el paraíso se deslizaba por sus venas al unirse en una fascinante experiencia en la que sus similitudes. No, el ser una hembra y un macho era lo único importante, dándole el uno al otro mil y un emociones con el roce de sus piernas, el juego de sus labios, la intromisión absoluta de uno en el otro, incluso ese gozó al sentir esa ola intangible de complicadad de su cuerpo llegando al orgasmo. Ese líquido que brotaba del cuerpo de la pelirroja, el acelerado ritmo de su corazón, el canto de su respiración desbocada en suaves gemidos. El vigor de la vida del sexo y el falo del pelinegro en una tremenda explosión que invadía cada espacio en el calor de la chica, que escapaba del miembro de Ulquiorra.

El amor del Mar y el Cielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora