Capítulo X: Hacía el Mañana

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Inoue lloraba mientras volaba a toda velocidad hacia el corazón de la selva, mientras lo hacía su pequeño huevo se fue endureciendo, eran como las escamas de sus patas, encajaban perfectamente una en la otra. La membrana transparente se fue haciendo roja, igual que el tejido muscular, por encima esta dura coraza de estas blancas piezas. Alcanzó un tamaño de 70 centímetros de diámetro cuando detuvo su crecimiento. Entonces llegó a su nido nuevo.

La harpia no sabía muy bien como cuidar de su huevo. Solo recordaba las palabras de su madre, estar en esa completa oscuridad siempre con una suave y cálida sensación antes de ver la luz al salir del cascarón. Así que abrazo con cuidado a su estómago, trató de cubrirlo por completo con el resto de su cuerpo para mantenerlo tibio. Tenerlo entre sus manos le recordaba a su amante, ese mar de hormonas que la hacía sentir enamorada, su instinto era proteger su huevo incluso arriba de su vida.

Ulquiorra hizo lo propio, a toda velocidad nado hasta el lugar donde nació, con su fuerte cola acomodó la arena para formar algo parecido a un suave nido de suave arena, oculto entre la piedra caliza igual que hace años su padre lo había hecho. Se abrazo amable a las dos esferas, firmes pero gelatinosas, su suave membrana era apenas de un tenue azul, a través de ella se podían ver los dos pequeños pecesillos enrollados con sus manos y su cola. El ojiverde con su gran aleta caudal movía gentil el agua alrededor, dando un constante flujo de oxígeno a los dos huevos, la arena, su cuerpo y movimiento del mar mantenían una temperatura estable.

Por su parte tanto Grimillow como la tímida Neliell se miraron con completo asombro, no entendían que había ocurrido, de alguna forma que no tenía sentido habían logrado que se unieran el mar y el cielo. No conocían la vida antes del desastre. Ellos vivían empíricamente, día a día sin nada más que su instinto y unas pocas palabras. ¿Cómo saber si desde el principio eran de la misma especie?, ¿cómo saber si nunca lo fueron y descubrieron un milagro?, ¿quizá eran de la misma especie pero diferente raza?, ¡imposible eran muy diferentes!, sin embargo Ulquiorra había sido capaz de procrear con Inoue, si no tuvieran algún parentesco eso sería ilógico. La verdad sobre lo posible, plausible, lo creíble solo Dios de la creación la tenía y para él la razón no aplica.

De alguna forma ese primitivo instinto de conservación de las especies hizo a Jaquen y a Odelschwak acercarse el uno al otro lentamente, quedaron de frente, no sabían que creer o que pensar. Pará Jean quién siempre quiso saber cómo surgía la vida aquello lo hizo desear experimentar lo mismo que su hermano, aunque significará un gran dolor y sacrificio. Aquello era mágico, eso que llaman "amor a primera vista", todo alrededor parecía crear la atmósfera perfecta para el romance. Las grandes alas de la harpia creaban un suave oleaje, para el triton el límite era la playa. Anhelaron probar sus labios como Ulquiorra e Inoue pero otro instinto los hizo escapar en un escalofrío derivado del miedo.

Cada uno se fue tras su propio hermano, estaban muy confundidos, en especial al verlos completamente entregados al cuidado de sus huevos. Parecía que dormían, pero no era así, solo descansaban, se mantenían alerta, la enorme cantidad de hormonas que recorrían su cuerpo de cada uno los hacía actuar únicamente por instinto. Al principio Neliell y Jean los dejaron en paz, al paso de los días les empezó a dar curiosidad, en especial al de cabello azul, ver como crecían los pequeños.

Ciffer no se alejaba de los huevos, un par de ocasiones lo hacía únicamente para alimentarse, solo descansaba abrazado a ellos, enamorado de sentir la vida de sus bebés. Su inquieto hermano quería sentirlos, tocarlos, le llamaban poderosamente la atención. Al paso de las semanas se fue acercando un poco más creyendo que su siempre serio pero amable hermano lo dejaría tocar los huevos. Sin embargo esto no ocurrió, cuando se intentó sentir a uno de los pequeños el ojiverde reaccionó violentamente, lo amenazó con su cornamenta, mostró sus afilados colmillos y lanzó zarpazos contra Jaquen.

El amor del Mar y el Cielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora