El amor es esa chispa que acelera nuestro sistema nervioso, que de alguna manera es el motor del mundo que hoy vemos a nuestro alrededor, es ese sentimiento tan peligroso que puede causar tanto dolor por el miedo de perderlo, pues es algo tan valioso, que su pérdida puede causar estragos. El amor es cosa de valientes, de atrevidos, rebeldes y locos que no temen dar todo lo que son por el deseo de ver feliz a la persona que más quieren. Es el despertar una mañana de invierno arropado por el calor de quien te saca miles de sonrisas al día y el compartir un refrescante baño en el mar, en los veranos más cálidos junto a la persona cuyos besos y caricias aceleran el ritmo de tu corazón, el cual amenaza con salirse del pecho. El amor es cuidar y nunca ha de ser otra cosa.
Subida en aquel avión, era totalmente consciente de que su vida, o por lo menos casi un año de ella, estaba a punto de cambiar. Ya no había dolor, ya no había lágrimas y mucho menos habría noches sin dormir sintiendo un profundo agujero en el pecho. No. Ahora solo había ese deseo de aventura, esos nervios que recorrían cada milímetro de su piel y esa extraña combinación de sensaciones como miedo, ganas, alegría... Un nuevo comienzo era justo lo que necesitaba al haberse desecho al fin este verano de esa tóxica relación con su exnovio Harry y tenía justo la suerte suficiente de que en esos momentos; 3 de octubre, a un mes de haber huido de esa prisión que para nada era amor, se encontrase en un avión rumbo a Budapest, gracias a una beca de movilidad que tanto a ella, como a muchos otros alumnos, ofrecía la universidad para estudiar un curso en el extranjero.
Miró su móvil. 20:30. Estaban a punto de aterrizar en la capital húngara, donde comenzaría una nueva época de su vida y donde quemaría el pasado. No pudo evitar sonreír. Toda su vida, Cecily Brown había soñado con estudiar fuera y tener la oportunidad de vivir en otro país durante un tiempo y justo en esos momentos su sueño se estaba haciendo realidad, tan real que estaba hasta nerviosa.
El final del trayecto fue rápido y ya se encontraba recogiendo ágilmente sus maletas cuando una voz familiar consiguió que parara en seco.
- ¿Cecily?
Ella se giró rápidamente, sorprendida por lo que veían sus ojos. No podía ser.
- Gabriel, ¿Qué estás haciendo aquí?
- El Erasmus. Me vengo a Budapest todo el curso, empiezo las clases el día 6, ¿pero tú? ¿Qué haces tú aquí Cecily? - dijo él divirtiéndose con la situación.
- Pues... Yo... Yo lo mismo, no tenía ni idea de ti. O sea de que tú, ya sabes, vinieses aquí también... - balbuceó ella.
¿Qué probabilidades había en el mundo de que Gabriel Johnson, el mejor amigo de su exnovio y por quien ella siempre se había sentido ciertamente atraída hubiese seleccionado el mismo destino que ella y se encontrase justo en esos momentos ahí, en el aeropuerto de Budapest a su lado?
Estaba guapo, muy guapo, pensó Cecily. Vestido con una ajustada camiseta blanca que destacaba el moreno de su piel y el ámbar de sus ojos y unas bermudas vaqueras. Y como no, esa particular cadena de cuero que siempre llevaba al cuello, con un totem colgando.
Gabriel ya había recogido su equipaje, por lo que se ofreció a ayudar a la chica con el suyo, pues Cecily no se podía haber dejado nada en Londres, ya que llevaba dos maletas grandes, una pequeña de cabina y una mochila a los hombros.
- ¿Lo llevas todo Cece?
- ¿Eh?
El joven se rió.
- Nada, era una broma. Como llevas tanto equipaje... - dijo él bromeando.
Ella se fijó en que Gabriel solo llevaba dos maletas, una facturada y otra más pequeña que había sido su equipaje de mano durante el vuelo.
- Bueno ya sabes, todo el maquillaje y todos los zapatos de Cenicienta no entran en una sola maleta - respondió la joven bromeando.
Juntos abandonaron el aeropuerto y subieron a un bus cargado de turistas y de miles de maletas que les llevaría al corazón de la ciudad que tanto tiempo llevaba esperando por ellos. Cecily miró por la ventanilla y no pudo quedar más asombrada con cada cosa que veía, cada edificio, cada esquina, cada lugar albergaba un encanto superior al que ella jamás hubiera imaginado. Con razón Budapest era considerado el París del Este, pues era una ciudad realmente romántica y cargada de una gran belleza artística que recorría las calles de esa maravillosa capital. Sin embargo, mientras ella tenía la vista clavada en la carretera, Gabriel no podía evitar mirarla a ella, admirando su rostro tan blanco y característico, su larga melena ondulada del color de la noche y por supuesto esos ojos en los que podías observar el océano o el mismísimo cielo. Para él, Cecily seguía tan preciosa como siempre.
Al terminar el trayecto y bajar del autobús Gabriel se ofreció acompañarla a casa, a lo que ella claramente accedió encantada.
- Pues mis compañeros de piso han llegado ya ayer, así que estoy un poco nerviosa, porque bueno no sé muy bien que esperarme de esta situación. Puede salir muy bien o ser un absoluto desastre - rio Cecily.
- ¿Son de Londres también o ...? - preguntó Gabriel intrigado.
- Que va. Son una chica de Estambul si no recuerdo mal y un chico holandés.
El joven londinense levantó una ceja.
- ¿Así que vas a compartir piso con un chavalin eh Cece? - vaciló él, pero ella respondió con otra pregunta.
- ¿Y tú con quién vas a vivir?
- Un chaval escocés y otro francés, creo que el escocés ya ha llegado así que mejor la verdad. Creo que puede ser una combinación muy explosiva, ya sabes, nosotros tres juntos. Tiene pinta de que son tan fiesteros como yo.
Y es que Gabriel, como su exnovio Harry, siempre había sido un amante de la fiesta y la locura que traía con ella la noche y no había fin de semana que no saliera de bar en bar y de discoteca en discoteca a vivir lo que sería como él decía: "la mejor noche de su vida", pero eso acababa resultando cada viernes y cada sábado.
- Vivimos al final de esta calle, de hecho - continuó él.
Cecily abrió los ojos como platos y paró en seco.
- ¿Cómo? ¿En la calle Ráday?
- Eso he dicho.
- Que fuerte, pero si aquí voy a vivir yo, un par de portales más adelante. Casi hemos llegado.
Él no pudo contener la risa.
- He de admitir que me resulta una broma del destino de lo más interesante Cecily Brown.
Cecily sonrió. Interesante no sabía si era la palabra adecuada para definir esa situación, pero sorprendente desde luego que sí. Después de tres años, iban a coincidir en la misma capital europea, siendo incluso casi vecinos, ¿Quién iba a decirlo? Ella jamás lo hubiera imaginado, aunque mejor dicho, nunca había imaginado nada que envolviese a Gabriel, puesto que siempre le había sacado de su cabeza con una extraña sensación de culpa.
Finalmente llegaron al apartamento donde Cecily pasaría los próximos meses de su vida.
- Gracias por acompañarme, ha sido un detalle - dijo ella risueña.
- No es nada Cece - este la abrazó - Disfruta de tus compis y ya me cuentas mañana cómo te ha ido en la mudanza. Buenas noches.
Ella se quedó con las palabras en la boca para contestar, pero Gabriel ya había echado a andar en dirección a su piso. Así que con un suspiro, picó el timbre y rezó por llevarse una agradable primera impresión.
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UN BESO EN EL DANUBIO
RomansaCecily abandona Londres por un año, gracias a una beca de movilidad ofrecida por su universidad, dejando así atrás un verano doloroso donde terminó una relación tóxica que la había consumido totalmente por dentro. Pero, para su sorpresa, con su lleg...