- ¡Es por aquí! - gritó Matthew que por fin había encontrado las bayetas.
Después del encantador desayuno al lado de Gabriel, Cecily se había reunido con sus compañeros de piso para ir al Ikea tal y como había prometido y hacer esas compras tan necesarias para poder comenzar su nueva vida en el piso.
- Pues para el carrito que van - repitió él, que parecía estar divirtiéndose mucho con las compras - Oye, ¿y si me subo al carrito y me lleváis?
Tabitha no pudo evitar soltar una carcajada repleta de ironía.
- Se te ha ido la cabeza, no podemos hacer eso. Nos echarían.
- ¡Qué nos van a echar! Venga Tabitha no seas aburrida, cada día aquí ha de ser una aventura. Empezando por las compras - rebatió el fulminándola con la mirada.
Ella no contestó y el joven holandés lo interpretó como una señal para subirse al carrito.
- Va Cecily, ¿me llevas tú?
Ella cogió el carrito y echó a andar con un agudo grito de alegría y Tabitha no pudo resistirse a ayudarla a cargar con el holandés, que por lo visto tenía muchas ganas de pasárselo bien.
- ¿Viste? Si es divertido - comentó Matthew riéndose, mientras se ajustaba los tirantes de la ropa dentro del carro.
- Creo que tenemos conceptos distintos de diversión Matthew van den Berg.
La pantalla del móvil de Cecily se encendió entonces con un mensaje nuevo. Era de Gabriel, por supuesto.
"Cena hoy, tú, yo, tus compis y los míos y no acepto un no como respuesta :) "
- Vaya sonrisa de boba, ¿Quién te ha escrito? ¿el novio? - preguntó el chico del carrito vacilón.
- Hoy tenemos una cena. Habrá que ponerse guapo - y tras esas palabras respondió al mensaje con un "me parece genial ;)" y empujó de nuevo el carro en el que llevaba a su compañero de piso.
Se miraba al espejo indecisa, preguntándose si ese vestido del color de las rosas era el adecuado para una quedada así. Gruñó frustrada y se quitó con gran ímpetu el vestido que acababa de ponerse para volver a cambiarse de conjunto por tercera vez, ya que no encontraba nada que la convenciese para la cena con Gabriel. Bueno, con Gabriel y con el resto claro.
La puerta se abrió de golpe y apareció Matthew, que pegó un grito, pero no se fue de la habitación y Cecily recurrió rápidamente a taparse con el vestido que se acababa de quitar .
- ¡¿Qué haces?! - preguntó furiosa.
- Ups, perdona - rio él - Venía a ver si estabas lista pero ya veo que no.
- Se pica antes de entrar, idiota.
Matthew levantó las manos como declarándose culpable.
- Perdón, perdón, ya me voy - dijo riéndose.
Sin embargo, antes de cruzar el marco de la puerta, se volvió hacia Cecily y habló de nuevo.
- No creo que ese vestido te haga justicia esta noche, prueba con algo más neutro, como blanco o negro - y con un guiño final, abandonó la habitación.
Cecily se volvió a mirar al espejo y probó con otro conjunto. Una blazer blanca, ajustadita al tronco, con unos pantalones pitillo del mismo color y un sedoso top lencero negro que siempre había quedado fantástico sobre su tan delicada y blanca piel. Matthew había tenido razón, estaba guapísima, pero también muy natural, para nada se percibía el conjunto como algo forzado para una cena de amigos. Porque eso es lo que era, una cena de amigos.
Salió al salón con bolso en mano y vio a sus compañeros ya preparados, esperándola sobre el pequeño sofá.
- ¿Nos vamos? - preguntó ella.
- Estás guapísima. Hiciste bien en hacerme caso - dijo el chico que la había aconsejado y ella se limitó a sonreír.
Las infinitas lucen de la ciudad dotaban las calles de Budapest de magia y vida. Alumbraban cada esquina, creando una sensación mágica al pasar al lado de ellas, que no solo provenían de las clásicas farolas húngaras, sino de los miles de bares y restaurantes de los que no cesaba de salir y entrar gente, dotando la escena de gran dinamismo. La noche se cernía sobre ellos y sin embargo, la ciudad parecía tener más vida que nunca. Cecily estaba impresionada por la capital, especialmente por el rio Danubio, que de noche parecía sacado de un cuento de hadas de esos que su madre le leía de pequeña.
Al final de la calle podía divisar el restaurante típico en el que había quedado con Gabriel y sus compañeros para cenar; el Gettó Gulyás, muy conocido en la ciudad. Y al lado de este, esperando por ellos, estaban los tres jóvenes con los que compartirían la noche.
El Gettó Gulyás era ciertamente un lugar encantador, con muchísima decoración natural y verde, ambientado por una luz tenue que convertía el espacio en un comedor muy acogedor y dotado de pequeños clásicos detalles, que desde luego resultaban muy bonitos a la vista de cualquiera.
- ¡Cece! - gritó Gabriel - Habrá que presentarse, ¿no?
- Chicos, este es mi amigo de Londres, Gabriel. Gabriel, ellos son Matthew y Tabitha - les presentó ella.
- Encantado. He oído mucho de vosotros, todo bueno por supuesto - y procedió a darles dos besos a ambos - El pelirrojo de aquí es Will y este pequeñín de aquí es Hugo. Y ahora que hemos hecho los honores, comamos, me muero de hambre.
Hugo se rio.
- Es "Hughh..." - aclaró el chico - Es francés.
- Bueno como sea. Tampoco vamos a ponernos tiquismiquis, ¿verdad "Hughh..."?
Todos rieron, incluso Hugo. Era un chico no muy alto, quizá mediría 1'70 y poco más, pero parecía tener muy buen cuerpo, de raza negra y con una mirada realmente arrogante, como si les mirase por encima del hombro, además de vestir bastante pijo. Por otro lado, Will era todo lo contrario al chico francés, pues era 100% el prototipo que todo el mundo se imagina de un escocés. Era de piel muy blanca como Cecily, ojos color esmeralda y un divertido pelo anaranjado y revuelto y por supuesto muy pecoso. Su mirada iba acompañada de unas gafas de pasta negra, aunque realmente le daban un toque muy atractivo y su nariz de un pequeño piercing en forma de aro. Al contrario que Hugo, Will era un chico altísimo.
La cena compuesta por platos típicos húngaros y junto a unos buenos vasos de vino transcurrió alegremente. Una velada para conocerse que parecía ir como la seda.
- ¿Y qué estudiáis vosotros? -preguntó Cecily intrigada.
- Ay, yo no estudio. No tengo las fuerzas, ni las ganas - respondió Will.
- Will se dedica al... - comenzó Gabriel, pero el pelirrojo le cortó.
- A nada. Hugo por otra parte, es pintor o algo así.
- Bueno, me dedico al arte sí. Vine a Budapest con el fin de formarme un poco más en la pintura y poder empezar a vender mis propios cuadros.
Todos se quedaron fascinados ante la respuesta del francés, que parecía tener muy clara la trayectoria que quería darle a su vida.
- ¿Y tú Tatiana? - preguntó el escocés.
- Tabitha - corrigió ella tímidamente - Estudio diseño gráfico, estoy en tercero. También me encanta el arte - y sonrió en dirección a Hugo, quien se encogió de hombros e hizo caso omiso de las palabras de la chica - Bueno, ¿y tú Will? ¿no nos vas a decir a lo que te dedicas?
El pelirrojo sonrió alegremente y se ajustó las gafas.
- Es un secreto, Tatiana. Es un secreto.
- Tabitha - carraspeó ella.
- Eso.
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UN BESO EN EL DANUBIO
RomantiekCecily abandona Londres por un año, gracias a una beca de movilidad ofrecida por su universidad, dejando así atrás un verano doloroso donde terminó una relación tóxica que la había consumido totalmente por dentro. Pero, para su sorpresa, con su lleg...