"Lo Prometido es Deuda II."

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Ya antes había dicho que se acercaba una nueva historia…

XII

Estaba preparando todas las cosas…sé que soy un fracasado porque cuando hago pereza no aparece nadie del escuadrón del tiempo.
Aprendía a nadar desde que empecé a tener ciertos síntomas relacionados con enfermedades terminales. Lo que tengo en común con mi pasado es mi debilidad…

Saliendo de clases decidí no entrar a lo habitual si no escaparme por el bosque, me quedé haciendo la fina caminata hasta más allá del atardecer y entendí que tenemos que construir para aprender.

Una gran persona me dijo que tenía (“también”) que omitir esos detalles que me podrían oprimir, ya sabes, eso que me pondría en un declive; Para mi mente era demasiado pedir, pensando y repensando entendí que tenía que apagar todas mis facetas casi que “serias”, por lo menos por el interés que le tenía a una cosa, tendría que tomar el papel de no solo alguien inerte (como aseguraba estar convirtiéndome a pesar de lo contradictorio que sonaba al demostrar otras situaciones que me daban de puñales oxidados) sino que evidenciar una extraña clase de “alegría” y comportamiento “inadecuado” a lo que “solía ser” de “mí”. Sólo así ocultaría cualquier calamidad (según lo que entendí y según mi parecer) como para decir que mis “deudas” con el mundo ya estaban traspasadas en un 100%.

Tú te sientes bien, te sientes grande cuando logras algo que deseas con toda tu alma, algo que quieres con toda tu vida y no puedes tenerlo hasta que después de tanto sufrimiento, tanto tiempo pasado aguantando y tanta paciencia a cualquier improvisto, lo logras. En lo personal si yo fuera (yo que soy*) aquel que está del otro lado de esa situación, sentiría (siento*) una deuda de por vida. Entonces recapitulo y me empiezo a desvanecer, creando una clase de paradoja en mi mente como si yo estuviera en distintos lugares al mismo tiempo. Tan mal estaba que un homosexual habitante de la calle me dijo que era mejor sentir miedo a buscar “seguridades que me lastimaran”, digamos que lo asocié con vivir y no con “la verdad”, porque de ser así creo que todo mundo escogería a las “seguridades que les lastimarán”. Así que cuando empecé a ver que era un trapo, que me usaban, que me reemplazaban o que llenaba tiempos libres, no me quedaba más que “no decir nada” como casi una práctica de vida o filosofía del momento.

Pasaba en tal caso que cuando no me interesaba la aparencia (porque a fin de cuentas en eso iría a dar si alguien no lo analizaba de fondo y yo no tuviera las suficientes excusas), terminaba por querer ir al bosque, y poco a poco con lo que pensaba de allí fue ir aflojando este manejo de forma que no saliera afectado sino cuando estuviese sólo en mi habitación, boté las cuchillas, me afeité y trataba de ahorrar semanalmente para poder hacer algo del no sacarme beneficio pero sí un bien que a la vez yo podría disfrutar.

En un percance no pude ni ir al bosque ni aparentar, y así lo era todo, en algún momento no se podría sacar provecho de lo que tú quisieras y pasaría que te tocaría lo que se podía. Era tan difícil y exagerado que no podía ni saltar de los buses en movimiento (que como bien antes había ya dicho, sabes que me gustaba). Sólo sé que terminé subido en una moto, a casi 100Km/h bajando una pendiente que necesitaba como de 20Km/h, perdí el control y tuve un “ligero accidente”. Pensaba en gatos, manzanas, algodón de azúcar y cerveza importaba mientras salía volando como una pluma propensa a caer al bajo nivel del mar. Tenía media cadera sangrando y varios pedazos de la rodilla ya coagulados. Al igual que las primeras ocasiones, era mortal relacionar esto con “vestirse” y “desvestirse”, la ropa se pegaba a las heridas y de cierto modo dolía poner o quitar. Para no confrontar legalidades, llevé la moto a un garaje cercano y en un préstamo dejé el arreglo, fui al médico y mi seguro cubrió los gastos, según radiografías (y de lo que entendí del doctor que me atendió) tuve una esguince en la rodilla o en el tobillo —yo no sabía en donde, y ni siquiera sé, y ni siquiera me siento con vida— leve que pudo ser una fractura si no es porque la caja de la moto evitó que yo muriera cuales deseos desesperantes. Cojeaba cada vez que caminaba mucho y si no era por esto, era por la cadera que ardía,yo sentía que sería un robot. Estuve asistiendo a unas clases que daba un Gimnasio cerca de mi casa en el que me daban terapias de movimiento de articulaciones y lo de la esguince pasó de moda.

La moto no era mía, era de un compañero que me estaba “enseñando” a manejarla, cual fue el pretexto del arrebato a “volar”; En realidad él se encargó de dejarla en el garaje y del préstamo, yo le pagué. Salí en busca del homosexual, lo habían matado en un bar haciendo un mal trueque de drogas. A aquel lo conocí cuando yo era más pequeño en los lados fríos y feos de la ciudad, se llamaba “Villaluz”…el lugar; no era tan así en el sentido estético y podría ser lindo vivir ahí pero al menos era necesario andar con la maleta al revés y el celular adentro de lo calzoncillos si no eras para nada conocido por nadie.

Tuve que regresar a esa “gran persona” y no más diciéndole que “¡no podía entrar al bosque!”, supo que mi problema de espalda era que no sabía cómo ganarme la confianza que tanto estaba necesitando y que prácticamente estaba sufriendo alguna que otra envidia, si al menos quería estar a la par, tenía que gastarme ciertos casos porque lo más posible es que mi contrario estaba igual que yo. Yo no logro entender porqué pero sí entendía que haría bueno, así que empecé a reservarme y con eso fue más fácil hacer la apariencia sin el dolor, entonces volví a la cima y con unas cuantas canciones ochenteras terminé con una bujía rota pero al menos con otra de reemplazo que se me olvidó en donde está pero sé que la traje conmigo.

Mi papá al final me dijo “no le des lo mejor de ti a las personas, quédatelo para ti mismo” y fue fácil entenderlo y escucharlo pero al igual que “aprender a cuidarme sólo” y a no llevar las cosas con prisa o a no dejar que “mi felicidad dependa de algo o de alguien”, era otra frase (como las ya mencionadas que se trataron en otros “capítulos”) en la que la práctica era imposible.

…Entonces…

XIII

Iba con ella, yo quería que fuéramos cogidos de la mano pero es que somos tan extraños que eso es como por momentos inconscientemente conscientes. En cierta tensión llegó un “hippie” (por donde en toda la conversación se hizo llamar así) que empezó a hacerse notar comportamientos algo amanerados, tras de que yo lidio con ser tan andrógeno como pueda con mi opuesto para así al menos lograr ser comprensible y a la vez comprendido, llega un hippie aráz de venderle manillas a David Bowie y a Iman Abdulmajid. Yo no pensaba más que en el luto de ese homosexual. No encuentro a ningún amigo de nosotros, todos terminaron en la calle o siendo exitosos afuera del país, nadie tiene idea del entierro ni nada por el estilo; Yo me enteré que el homosexual murió en esa riña gracias a que un jíbaro cerca de las universidades del suroriente me quería vender pastillas y sentí que este sabía de su paradero, simplemente le pregunte porque un fondo de mí me dio esa sensación de que él lo sabía, me daba un terror y sentía corrientazos por la espalda cuando le dirigía al vendedor la palabra, pero amable me dijo que el “parcero” se hizo matar.

Yo no lloré, seguí con mis cuentos, pero ojalá sea mentira, mi guitarra sí lloró. Es que…la verdad es difícil que no coincida la descripción de un “homosexual” habitante de la calle traficante de drogas con los miles que hay en el mundo, creo que tal vez su autenticidad y esencia como persona era por esto, pero creyendo en la cantidad de gente que hay así en nuestra ciudad, ojalá el tipo regrese para así terminar de contarle mi “historia”.

No entraré con los detalles de las manillas y el Hippie, ahorita mismo se me cayó y estoy buscando lana para volver a amarrar, la veo como mi argolla de compromiso…

Al idiota de la moto la agencia lo llamó a decirle que tenían un error de confeccionamiento y tenía que devolverla para que le colocaran una pieza correspondiente, lo que le dañé que fue un espejo, un stop y el alineamiento de los rines de la rueda delantera, a pesar de los repuestos que tenía para nada auténticos y originales que de por sí yo le pagué (no del todo, fue comprensivo con mi “accidente”), fueron removidos, con su reparación y adición correspondiente, el dinero me lo devolvió en una chaqueta que compramos en el centro de la ciudad.

…La caja de la moto fue lo único que dejaron sin arreglar…

La Parábola del Mentiroso y su ADNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora