La pelea

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Lo único que Tony podía escuchar era el andar de Phillip sobre la nieve blanda, el roce de su paso contra la hierba cubierta de nieve. Helaba, Tony podía ver el vapor que salía de su nariz cada que exhalaba. Aún tenía el corazón acelerado y podía sentir un sudor frio recorrerle la espalda.

—¡Vamos! —apuró a su caballo agitando las riendas.

Phillip saltó por encima de un tronco caído y justo cuando estaba por internarse en la parte más cerrada del bosque, un lobo saltó frente a él. Asustado, el caballo reparó, Tony no pudo aferrarse bien de las riendas y cayó al suelo, la nieve amortiguó su caída, pero aun así se dolió. Se puso de pie tan rápido como pudo y trato de calmar a Phillip, pero entonces se dio cuenta que estaban siendo rodeados por lobos. Su corazón dio un salto, y buscó en el suelo una vara con la que amenazó a lo canidos, mientras retrocedía con Phillip. En su fuero interno sabía que no le sería de mucha ayuda, pero cuando el primer lobo se lanzó contra él, logró darle un buen golpe, que lo hizo retroceder. Dos lobos atacaron, Phillip lanzó coces para defenderse, Tony esgrimió su arma, la cual atrapó el lobo con sus fuertes mandíbulas y tiró de ella tan fuerte que derribó a Tony en la nieve.

El muchacho levantó la vista, vio los ojos amarillentos del lobo y sólo atinó a cubrirse con el brazo, creyendo que sería atacado. Pero justo entonces se escuchó un rugido y el llanto de un lobo. Tony miró. Era la Bestia quien había lanzado al animal lejos de él. El resto de los lobos titubearon al verlo, pero quizás por temeridad decidieron atacarlo. Los seis o siete lobos, Tony no los pudo contar bien, se lanzaron contra la Bestia al mismo tiempo. Cayeron sobre él, le mordieron el cuello y los brazos furiosamente. La Bestia se movió rápidamente para quitárselos de encima. Tomó al que tenía en el lomo de la piel con una mano y lo aventó lejos. Al que colgaba de su brazo lo sacudió también. Su rugido y el gruñido de los lobos se confundieron, mordidas y zarpazos, lograron teñir de rojo la nieve.

Tony logró llegar a Phillip en la confusión de la pelea, si quería irse era el momento. Pero no pudo hacerlo, no, viendo esa pelea que a pesar de lo dura que parecía no duró mucho. La Bestia lanzó un último rugido que estremeció al bosque entero, las aves que dormitaban en los árboles se despertaron y emprendieron una huida atropellada, Tony vio ardillas salir de sus refugios y correr hacia el interior del bosque. Los lobos se paralizaron y un segundo después también se alejaron con la cola entre las patas. Tony pudo percibir un aroma particular diluido en el viento, pero poderoso. Él mismo sintió que su cuerpo no le respondía por unos momentos.

La Bestia se dejó caer en la nieve blanca, agitado. Tony vio que sangraba profusamente de un brazo y que, además, parecía no tener la intención de moverse. El castaño tragó saliva, el efecto de aquella esencia se debilitó y dio un par de pasos hacia la Bestia que jadeaba de rodillas en la nieve. Se acercó despacio hasta él y le tocó el hombro suavemente antes de arrodillarse a su lado.

—Tienes que ayudarme —le dijo —. No puedo cargarte de vuelta al castillo, tienes que ayudarme.

La Bestia le miró y Tony dio cuenta, a la luz de la luna, del azul de sus ojos, un azul que era más que sólo un color, había un dejo de tristeza en ellos que le estrujó el corazón.

—Vamos, de pie —insistió Tony, ofreciendo sus dos manos para ayudarle.

La Bestia dudó un momento, pero estiró su mano y sujetó una de las manos de Tony. Podía cubrir con ella toda la mano del castaño, incluso las dos manos. Si tiraba de ella seguramente Tony acabaría de cara en la nieve, éste mismo pensó eso; pero la Bestia utilizó sus propias piernas para incorporarse. Sin embargo, no soltó la mano que le había sido ofrecida, hasta que llegaron a Phillip, quien fue un apoyo más sólido para la Bestia.

***

—Pepper, un poco más de agua —pidió Tony.

La tetera vertió más agua caliente en la bandeja y Tony humedeció un paño en ella. Cuando llegaron al castillo pidió que encendieran la chimenea, la Bestia tomó asiento en un sillón y él pidió agua y vendas. Necesitaba limpiar las heridas y eso estaba haciendo, aunque era un poco difícil.

The Beauty and the BeastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora