¡Bonus!

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Esto es la pelea que tuvo lugar en el capitulo anterior,  pero pensé que no quedaba bien con el tipo de historia asi que lo quité. La verdad es que me quedó muy yandere, está fuera de lugar en el tipo de historia que quiero escribir y es bastante surrealista. Quedaría mejor en Mirai Niki. Sin embargo me encanta como ha quedado y pienso que también deberíais leerlo:

Segundos después, cierto puño de cierta dueña de cierta risa histérica y macabra fue a parar a la mandíbula de la primera chica que flirteaba con Alfred. Su amiga comenzó a chillar, pero nuestra psicópata la mandó callar con una patada en el estómago, bastante dolorosa si se me permite decirlo. Y así empezó una lucha

La chica que recibió el golpe en la mandíbula, que se llamaba Claudia, empezó a hacerse la idea de que las estaban atacando e hizo ademán de correr, no llegó a dar dos pasos, cuando un peso muerto la hizo caer, con Laia sentada encima suya, unas lagrimas sobresalían de sus ojos, sollozando. Su amiga también se encontraba en el suelo, se había caído por la acción de la patada y también lloraba.

Intentó levantarse haciendo caso omiso a su dolor de estómago, pero la chica, de nombre Nerea, fue atacada con el arma más peligrosa del mundo: un bolígrafo. Sí, puede que tuviera un bolígrafo clavado en donde antes había recibido una patada, sí, puede que no estuviera muy profundo, pero sí, era lo suficientemente estúpida como para ponerse a gritar ahora y no antes.

Claudia había salido corriendo pero ella se había quedado sola y tirada en el suelo. Laia ya no pensaba, solo tenía en la cabeza eliminar los estorbos, en realidad sí que parecía tan mal de la cabeza como su profesor se lamentaba cuando les dijo que se podían saltar la clase.

El timbre resonó en los oídos de los tres jovenes, y Alfred, que hasta entonces se había quedado en segundo plano, aprovechó para acorralar a Laia entre sus brazos y la pared. Ella intentó zafarse, pero no se lo permitió. Estaba cometiendo una locura, y no era la primera vez, sabía que ella no pararía por su propia cuenta.

—¡Laia!¡Déjalo ir! — le gritó —¡No quiero que le hagas daño a nadie más!

—¡No! ¡Ellas son malas! ¡Te quieren a ti...!
—Creo que ya les has dejado claro que no se nos acerquen más, ¿vale? Venga acércate.

La joven asintió y se acercó un poco al rostro de Alfred, hasta lograr sus labios se rozasen.

—...y por eso estamos aquí —terminó de relatar Laia.

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