Capítulo 4

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(Recomenable acompañar con NACH-PALABRAS)

Amanecía en el mejor hospital de Madrid.  En una habitación blanca como la nieve y sin apenas muebles,  yacía durmiendo una joven. La tenue luz se colaba por la ventana.  La joven abrió un poco los ojos.  Llevaba ahí dos meses.  Eso son ocho semanas.  Prácticamente sesenta días encerrada ahí. Ya era mucho tiempo. Quizás ya fuera hora de salir de ahí.

Se incorporó con mucho esfuerzo en la cama del hospital y se fijó donde estaba: Una habitación cuadrada, pequeñita y claustrofóbica, con una sola ventana. Justo enfrente de ella había un aparato conectado a su cabeza através de un casco. Con mucho esfuerzo y precaución, se quitó el aparato de la cabeza. Sus pies se asomaron fuera de las blancas sábanas y finalmente tocaron el suelo. La chica se apoyó en aquella cama de metal, a modo de apoyo, a causa de sus pies entumecidos.

Sus primeros pasos en dos meses fueron algo torpes, sin embargo, firmes. Con esos pequeños pasos, consiguió  llegar a la otra punta de la habitación y abrir la ventana.

Quince  putos  pisos. ¡Y mira que no hay plantas en las que colocar a una pobre muhacha! ¡Tenía que ser en el piso quince! La chica se apartó de la ventana un poco y dirigió una mirada a su vestuario: un camisón blanco con detalles rosas. Eso no valía para hacer lo planeado, pero sí para pasar desaparecida.

A continuación, con las fuerzas casi recuperadas, estampó la cama contra la ventana y ató una esquina de la sábana en la pata de la cama, asegurándose de que fuera estable. Ató el edredón a la sábana ajustando el nudo con los dientes. Las cortinas de la ventana fueron arrancadas  y utilizadas a modo de cinturón por el que pasaba el edredón, convirtiéndolo en un mini-sistema de seguridad casero anti-caídas.

Y sí, efectivamente, ella se encontraba de pie, en el bordillo de una ventana, de un hospital, a quince pisos de altura. Rió por lo bajo; tenía que estar loca. Porque cuando las plantas de sus pies sintieron el frío de los ladrillos, por la mañana en Madrid, no se sintió asustada, sino llena de júbilo. Bien pegada a la estructura, comenzó a moverse hacia la derecha, hasta llegar a una ventana, pero no le servía. Comenzó a descender por la estructura, aprovechando el mini saliente de las ventanas. Sin embargo, pronto se tuvo que deshacer de las sábanas, pues no llegaban a mas. Simplemente se agarró más a las ventanas.

—Ésta me sirve —murmuró por lo bajo, forzándola.

La ventana se abrió, y la joven pudo entrar fácilmente a una habitación donde se hallaba una paciente durmiendo, sí, pero también sus ropas. Se las puso, pero guardó el camisón. De momento no tenía nada más que ponerse. Finalmente salió por la puerta de la estancia, dirigiéndose a la libertad.

Dispuesta a participar en una aventura una vez más.

Y... allí se encontraba, en las puertas de aquél instituto de las narices, en pleno centro de Madrid, y, además de ser un establecimiento pijo en el que si has pisado un hospital no vuelves a entrar en tu miserable vida... Ella ya lo sabía por experiencia.

Se dirigió a la conserjería, donde la secretaria tecleaba en el ordenador sin parar.

— Disculpa, María Antonieta —susurró, pero la secretaria no parecía oírle, —¡María Antonieta!

Por fin, sobresaltada, la secretaria, una señora al borde de la jubilación, posó sus ojos en el rosotro de la joven.

— Laia... —sonrió— ¿vienes por tu horario?

Asintió.

— Bien, pues....— María Antonieta rebuscó en su cajón, sacando al final unos folios grapados— ...aquí tienes. Suerte.

Nada más coger los folios, Laia salió corriendo. 4-C. Ésa era su clase. Era el aula 08. Un pelín lejosde su posición, pero eso no importaba. Aún seguía con las ropas robadas, le iban un poco pequeñas pero quedaban bien. Eran una camiseta y falda de colegiala, de algún instituto privado. Estaba descalza pero eso tampoco importaba. Sólo le importaba una cosa: él.

Y por fin, al final del pasillo, se hallaba el aula. Parada delante de la puerta, la muchacha estaba por abrirla. Detrás de la puerta, él se hallaba. Suspiró, y finalmente abrió la puerta.

 La clase entera quedó en silencio, el profesor, que antes estaba apuntando cosas frenéticamente en la pizarra, estaba mirando a Laia como si hubiera visto un fantasma. Los jóvenes alumnos habían parado la guerra de canutos, plantado la bandera blanca, y ahora miraban a la joven sin un ápice de color en la cara. Excepto uno, un chico rubio que sonreía como bobo agitando la mano a modo de saludo.

—¿Ya te dieron el alta?— preguntó levantándose de su asiento, su respuesta fue una negación —Ya, veo. 

La mano del chico agarró fuertemente la de Laia, y éste le dedicó una sonrisa amarga,  pero sus ojos reflejaban ternura y amor.

Sin embargo, la tranquilidad del rencuentro duró poco, ya que una joven gritó horrorizada:

—¡Sálvense quien pueda! ¡Que nadie se acerque a ese chico si quiere seguir vivo!

El caos irrumpió en les clase,  un grupo de chicas comenzaron a chillar,  unos chicos se refugiaron en un armario y una gran cantidad de chicos y chicas se  metieron debajo de las mesas. Finalmente,  el profesor tomó la palabra:

—Laia, querida ¿no te daban el alta dentro de seis meses?

—Sí—respondió la joven— me aburrí del lugar.

—Oh — balbuceó — puedes saltarte las clases,  no estoy psicológicamente preparado.

—Vale — respondió la joven.

Cuando la pareja cerró la puerta tras de sí, aun podían oír al profesor gritando a los cuarto vientos:

—¡Ha vuelto! ¡Ha vuelto! ¡La psicópata ha vuelto!

Agarrados de la mano, dando un dulce paseo por el patio, Laia agarraba fuertemente les mano del rubio que la acompañaba.

—¡Mira Alfred! —gritó — ¿has visto lo que llevo puesto?

El joven volteó a verla y mostró  una mueca de curiosidad:

—No es tuyo, ¿verdad? ¿A quién se lo robaste?

—A otra paciente.

Alfred no tuvo más remedio que apiadarse de la pobre víctima del robo.

Y siguieron paseando,  hasta que sonó el timbre y decidieron volver a la clase.

NA: ¡Holi! Después de más  de un mes desaparecida por diversos bloqueos, exámenes,  recuperaciones y estrés,  ¡vuelvo! Con este capitulo en el que presento a nuestros últimos protagonista,  un poco raro, pero pienso hacer una segunda parte. Es solo que mi cerebro me ha dicho que este capitulo se queda asi,  sino queda muy aburrido.  En fin,  dedicado a ClauKcor.

Dato: 85 leídos.  En total.   ....estoy fdeliz.

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