Capítulo 8

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Y se quedaron parados frente a la puerta durante casi cuatro interminables minutos, hasta que un decidido Alfred, agarró el picaporte, y tras otra breve pausa de no más de treinta segundos, abrió la puerta.

El despacho era pequeñito, con un par de estanterías aquí y allá, repletas de libros y tomos y tomos de enormes enciclopedias, además de diversos trofeos.

No eran los únicos. Una chica rubia, de ojos color café, ya se encontraba plantada delante del despacho. María tardó un poco en reconocerla, pero, sí, era ella:

—Tu...¡¿Adela?! Abby, no, no,...eh...eras April, ¿verdad? ¿Qué-?

—Silencio señorita Arboleda, —una reconocible y áspera voz la interrumpió— me sorprende verla a usted dos veces el mismo día

El director, siempre sentado detrás de la mesa que le servía como despacho los miraba a todos detenidamente. Sus ojos dejaron de posarse en María y su vista pasó a inspeccionar a los tres jóvenes que la acompañaban. Su rostro arrugado por la edad formó una extraña mueca, al ver a la chica de pelo corto. Y descalza para variar.  Detrás de los chicos apareció la profesora de antes que se dirigió al director con una familiaridad a la que los chicos no estaban acostumbrads:

—Luis, éstos tres jóvenes se encontraban en la enfermería en hora de clase, creí necesario traerlos dado que ALGO debió de pasar —acusó.

—En efecto, no es muy normal areastrar a una compañera por el suelo como si fuera un saco de patatas —acertó éste.

—Es una nueva moda entre los jóvenes — explicó la aludida Laia

—Que graciosa esta juventud. ¿A que se debe que la señorita Arboleda también se encuentre aquí?

—He venido en contra mi voluntad para testificar como en  un juicio, como si fuera un anime y todo.

—Proceda.

E hizo lo que se lo pidió, explicó que se había chocado con Jonathan, que habían ido a enfermerías por el chichón, que se quedaron un poco más porque el profedor Manuel no sabía desinfectar como se debía -no era del todo cierto pero tampoco era una mentira- , y que entonces llegaron Laia y Alfred porque ésta al parecer se había liado a puñetazos con una chica, y que no sabía nada más.

—Bien, y usted, April Conde Escudero, ¿qué le pasó?

—Me dieron permiso para salir de clase porque soy muy sensible a los animales y no podía ver ese repugnante vídeo de disección de animales y eso, y de camino a la biblioteca, el profesor Manuel me arrastró hasta aquí.

El director  se pasó la mano por la sien en un gesto cansado, y finalmente vovlvió a posar la vista en sus alumnos.

Jóvenes e inexpertos con toda la vida por delante, y aún así su actividad favorita era el de fastidiar y joder la vida a los demás. ¿No podían leer revistas del corazón o perseguir una pelota como los otros? No. Tenían que hacer lo que no debían, por que habían nacido para eso. Literalmente, hacía nada habían sido habían sido unos críos de 3 años.

El director hizo ademán de todas sus fuerzas mentales -carecía de físicas, la edad pasaba factura- para proseguir con el interrogatorio:

—La pregunta me lleva rondando por la cabeza un buen rato, y es bastante obvio, pero, ¿por qué una de mis estudiantes ha sido arrastrada por el suelo?

—La respuesta es simple, director: porque sino  se escapa—respondió Alfred

—Suéltenla , por el amor de dios.

Ambos dejaron de aplicar fuerza al agarre con el que mantenían presa a la chica, haciendo que ésta se cayera de culo al suelo. Inmediatamente, medio gateó, medio se puso en pie y corrió hasta la puerta, que abrió de un golpe sin importarle nada más y salió corriendo.

—Es rápida— comentó April.

—V-vaya qu-que sí— estuvo de acuerdo María.

—Si mal no recuerdo, quedó tercera en el campeonato nacional de atletismo...es un gran honor para la escuela. No como otras, ¿verdad señorita Sierra Martínez?

—¿En serio?—preguntó Laia

—Mi novia es la mejor, ella hace balconing y todo...

—Nos estamos yendo por las ramas, siguiente pregunta para ustedes: ¿por qué no lleva zapatos Laia Sierra Martínez?

—¡Por que le gusta! —respondió con eficancia Alfred "Éste era mi plan A, que brillante".

Sin embargo la respuesta del director fue una daga clavada en su orgullo:

—Tus planes siempre dan asco, señorito Vega Jurado, pero lo tomaré por válido. No quiero ni saberlo.

—¿Entonces por qué pregunta?—cuestiónó April.

Un gemido de desesperación salió de la boca del director, ya que tratar con esa persona en particular era bastante difícil, y le impedía pensar con claridad. La última vez la había enviado a un hospital por los pelos, ¿por qué había vuelto? Al parecer había subestimado el amor adolescente, aquel por el que tantas chicas suspiraban al leer novelas románticas de autores como Cassandra Clare o Blue Jeans.

Libros como el que sostenía ahora María, seguramente sacado de la estantería de cosas que habían sido confiscadas. Se aclaró la garganta para llamarle la atención, pero no le hizo caso. Volvió a hacerlo, con el mismo resultado.

—¡María Arboleda Santos, deje el libro en la estantería de confiscados!

—Por favor, calle un momento, ésta es la mejor parte.

—¿Pero ya te has leído todo eso?—interrogó April— Que rápido.

—Síp mira, mira: Nora le dice a Patch"¿Cuánto quieres apostar?" y Patch le contesta "Tu chaqueta"  y le pregunta "¿Quieres mi chaqueta?" y va y le contesta "Quiero que te la quites". ¡Kyaa, adoro esta saga!

—Es como hablarle a las paredes—se quejó Luis

—La verdad es que tiene buena pinta— puntualizó Laia.

—Yo prefiero Gata Blanca, de Holly Black—opinó April— vi el título, y me lo compré solo por que ponía Gata, pero es bastante interesante.

—Todos hemos hecho eso alguna vez—estuvo de acuerdo María

—¡Esto no es el club de lectura! Por favor, por enésima vez, señorita Arboleda, deje el libro en su sitio—ordenó el director, con voz temeraria, y ya allí fue cuando María dejó el libro donde le decía— Bien, muchas gracias, continuemos por dónde estábamos: ¿por qué narices te peleaste con una, no perdón, dos chicas?

—Por ser una molestia—contestó Laia

—¿Eh-?

—Por que mi novia se puso celosa—tradujo Alfred

—Bueno, no fue nada grave, pero vais a quedar castigados en el recreo durante una semana aquí, en mi despacho, viendo vídeos terapéuticos.

—Wow, eso es nuevo—se sorprendió Laia

—Sí, y María os acompañará dos días, ya que antes no le puse un castigo.

—Sabía que no me iba a librar tan fácilmente.

—En efecto, señorita Conde, usted deberá hablar con nosotros en la próxima reunión de profesores, para ponernos en un punto en común, ¿de acuerdo?

—Sip.

—Ya podéis salir de mi despacho.


NA: ¡Holi! ¿Qué tal va todo? ¿Exámenes? ¿Notas? ¿Trabajo? Por que a mí ya parece que me vayan a aplastar el tsunami de trabajo que aparece en el maldito horizonte. Que hay una feria del libro aquí, y estoy encantada que flipas. ClauKcor ya ha remarcado que en vez de ser la tacaña de siempre, me he convertido en una especie de monstruo comprador. Sería alarmante de no ser porque lo que compro son libros y mangas, jejeje...

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2015 ⏰

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