5

71 14 71
                                    

Si de fracasos amorosos querías saber, ¡enhorabuena! Has encontrado a la persona correcta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Si de fracasos amorosos querías saber, ¡enhorabuena! Has encontrado a la persona correcta. Un placer. Soy Aarón, Especialista en Desilusiones y Rupturas, graduado de la Academia de Corazones Quebrados, Ingeniería Cardíaca e Historia Universal. A que eso último no te lo esperabas.

Desde que tengo uso de razón, la Tierra ha girado dieciocho veces alrededor del Sol. Sí, ha sido la forma más poética que he encontrado para decirte que dentro de dos meses cumplo diecinueve. Mido un metro ochenta, y probablemente ese detalle no sea de tu interés, pero antes de narrarte una serie de fatalidades y poner en evidencia mis múltiples infortunios, quise presumir mi estatura. Es una de las pocas cosas de las que estoy orgulloso.

Amor... uf... Me he enamorado cuatro veces, creo, porque «el amor es una hipótesis inconclusa», dijo Arjona, y cada vez que considero haber superado una historia de amor «verdadero», inicia otra tan intensa que me lleva a cuestionarme la veracidad de la anterior. Es cuando hace su entrada el «aquello no se parecía en nada a esto». Y no, no podía parecerse, pues ninguna de ellas era similar a la otra.

Emma y yo crecimos juntos. Era una de las pocas niñas del vecindario que jugaba fútbol con nosotros y corría descalza por la calle, chapoteando en los charcos. Una tarde, después de un partido, la invité a un helado para celebrar la victoria de nuestro equipo. Tras pagarle al señor del carrito, nos sentamos en los columpios del parque.

—¿Por qué el cielo puede ser de diferentes colores? —me preguntó de repente.

Vacilé un poco antes de responder:

—Tiene que ver con la atmósfera y la luz del Sol.

—¡Wow! —exclamó, como si mi frase inconclusa hubiese bastado para saciar su sed de conocimiento.

—Estamos estudiándolo en clase de Ciencias —dije, consciente de que no había contestado su pregunta, pero feliz de que para ella fuera suficiente.

Me miró a los ojos y sonrió. Era la niña más bonita de toda la ciudad, de eso estaba seguro.

—Eres muy inteligente —me dijo— y también muy lindo.

No tuve tiempo de reaccionar cuando sus labios tocaron los míos en un roce fugaz, que ni siquiera sé si entra en la categoría de «beso», pero que marcó mi vida.

Después de aquello, seguimos siendo amigos, aunque yo la amaba más cada día. Ella era tan dulce... su mirada la hacía parecer tan indefensa, como si necesitara que la protegiera de cualquier mal invisible que estuviera al acecho. Así pasaron los años y yo solo tenía ojos para aquella chica de cabellos dorados.

Una noche, en medio de una cena familiar, a petición de mi prima Isabel, mi padre contó por enésima vez la historia de cómo había conocido a mamá. Solo que en esa ocasión me fijé en un detalle que no había escuchado antes:

—Tenía que decírselo —expresó papá—, no podía dejarle el camino libre a otro.

Fueron esas palabras las que me mostraron que si realmente quería a Emma, debía hacérselo saber. Cuando acabamos de comer, me escabullí entre los presentes y corrí en dirección a su casa. Al pasar por el parque, la vi sentada en el mismo columpio donde una vez me «besó», sonreí ante el recuerdo y caminé hacia ella, decidido. Pero la presencia de alguien más hizo que detuviera mis pasos. Un chico se le acercó, se sentó en el columpio a su lado, en «mi» columpio, le susurró algo al oído y después... la besó. Chrrr... Primera grieta.

Desequilibrio: Amores incompletosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora