Mientras la botella giraba, los ocho niños del círculo, miraban expectantes hacia el centro, aguardando que se detuviera. Una, dos, tres..., nueve vueltas dio hasta que por fin se quedó quieta.
—¡Victor y Lia! —exclamó Betty.
La pequeña Lia dirigió una mirada tímida a su compañero, se acomodó sobre sus rodillas, acercando su cuerpo al de Victor. Este hizo lo mismo y cuando estuvieron lo suficientemente cerca, le dio un pequeño beso en los labios. La niña enrojeció, Victor también se sintió avergonzado. Enseguida se escucharon los vítores del grupo.
—Bueno, bueno. Basta de escándalo —exclamó la profesora, que justo en ese momento entraba al salón de arte—. ¿No han escuchado el timbre? El recreo ha terminado. ¡Vamos! ¡Todos a clase!
Lia y Victor tenían apenas diez años cuando jugaron a La botellita por primera vez con sus amigos del colegio. Desde ese momento, no hubo un día en que Betty no molestara a su prima Lia diciéndole que se casaría con Victor, que aquel «beso» había marcado su destino.
Cuando entraron al instituto, Victor ya tenía dieciséis años y Lia estaba próxima a cumplirlos. Por esas fechas Victor tuvo su primera novia y fue en aquel momento que Lia conoció los celos, aunque le tomara muchos años darse cuenta de lo que sentía.
Cada mañana, al llegar a la escuela, los veía juntos por los pasillos; si se sentaba en el comedor, ahí estaban; si iba al patio, los encontraba besándose. Inmediatamente su estado de ánimo cambiaba, comenzaba a insultar a todos por lo más mínimo y no entendía por qué estaba de tan mal humor. Su profesora de Biología les había explicado que durante la adolescencia iniciaba el proceso de maduración física, mental y sexual, y que los cambios generan una nueva visión del entorno, lo que hace que los adolescentes reflejen su caos interno en altibajos emocionales. Así que Lia llegó a la conclusión de que la culpable de su mal humor era la adolescencia.
Lo que resultó curioso fue que su adustez se esfumara cuando Victor rompió con esa chica. Supo la noticia de la propia boca del muchacho. Se lo contó una tarde mientras hacían un trabajo de Literatura para el que los habían asignado como pareja. Ese día tuvieron una conversación que los unió profundamente y a partir de entonces se convirtieron en los mejores amigos.
Durante los años de instituto, Victor salió con unas cuantas chicas más y Lia sintió celos de todas y cada una de ellas. Cada vez que su amigo iniciaba una nueva «relación», Lia invitaba a algún muchacho a salir. Pero fuera de sus encuentros románticos con otras personas, ambos eran inseparables. Iban juntos a todas las fiestas, les encantaba cotillear y siempre terminaban metidos en líos. Los amigos compartían un sueño: convertirse en grandes abogados, y tuvieron la oportunidad de seguir estudiando juntos en la Universidad.
Un domingo de las vacaciones previas al segundo año, Lia estaba tumbada en el sofá escuchando música cuando recibió un mensaje de su amigo, que se encontraba en otra ciudad visitando a sus abuelos:
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Desequilibrio: Amores incompletos
Short StoryDicen que el amor debe ser recíproco para que sea completo. Cuando esto no sucede, siempre sale lastimado el que amó más. Cuentos cortos de amores no correspondidos, suspiros perdidos en el viento, besos que nunca llegaron a su destino, corazones em...