—Esta es la última caja —me dijo Max. Colocó el paquete en el maletero del coche, se secó una gota de sudor que caía sobre su rostro y me miró con cierta aflicción—. Te voy a extrañar, bichito.
Lo abracé con fuerza. Nunca antes me había separado de él. Como si no bastase con que tuviéramos que mudarnos al otro extremo del país, encima mi hermano no podía acompañarnos porque tenía que ir a la Universidad. Me estuve quejando durante todo un mes, hasta que me di cuenta que nada haría a mis padres cambiar de opinión y no tuve más opción que resignarme.
—Pórtate bien —me ordenó Max.
—No te lo garantizo —sonreí y me subí al auto.
No me gustaban las despedidas, las evitaba a toda costa, así que quise hacer aquel momento menos doloroso al no posponer tanto mi marcha.
—¿Todo está listo? —preguntó papá.
—Sí, todo listo —respondió Max.
Mamá salió de casa, abrazó a mi hermano y le dio instrucciones acerca de mil cosas. Cuando mi padre finalmente prendió el coche, se me hizo un nudo en la garganta. Me abofeteó una oleada de realidad y me di cuenta de que tocaba empezar de cero. Mientras mi hermano se encogía en la distancia, yo me dirigía hacia el inicio de una nueva vida. Ahora ese pensamiento me parece un poco dramático, pero por aquel entonces yo solo tenía catorce años y muchísimas lecciones por aprender.
La nueva escuela era más moderna que la anterior y me pareció exageradamente llena. Entré a mi salón y la primera clase aún no comenzaba. Las miradas curiosas de los pocos presentes se posaron sobre mí, algunos incluso me saludaron con una sonrisa. Me senté en una de las sillas vacías y unos segundos después una chica se sentó a mi lado, llevaba el cabello rizado recogido en una coleta y estaba charlando con alguien por teléfono.
—Sí, lo sé... voy a asistir, no te preocupes... No, no arruinaré la sorpresa... Vale.
Terminó la llamada y me miró.
—Hooolaa —me saludó con un exagerado entusiasmo— ¡eres nueva! Soy Nora —extendió su mano y la estreché.
—Me llamo Samantha.
—Oh, Samy, bienvenida.
Era un poco ruidosa, pero parecía simpática.
Las próximas horas fueron bastante amenas, podría decir que me imaginaba algo peor, mas disfruté esas clases, lo admito. En el recreo fui a la cafetería, donde se encontraba Nora conversando con un chico. No quise interrumpir y caminé hacia otro sitio, pero ella me llamó:
—¡Hey, Samy! Ven, siéntate con nosotros.
Eso hice. Y ella me presentó a su acompañante:
—Él es Carlos, mi mejor amigo. Carlos, ella es Samantha.
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Desequilibrio: Amores incompletos
Short StoryDicen que el amor debe ser recíproco para que sea completo. Cuando esto no sucede, siempre sale lastimado el que amó más. Cuentos cortos de amores no correspondidos, suspiros perdidos en el viento, besos que nunca llegaron a su destino, corazones em...