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Tengo una costumbre desde que me mude sola a Madrid, y es salir todos los domingos temprano a correr. Aunque ya lo haga diariamente por llegar tarde, pero al menos corro tranquila, inmersa en la música que sale de mis auriculares.

Me relaja, es una manera de desconectar de la cantidad de problemas que me trae la vida. Y el que más ronda por mi cabeza a menudo tiene nombre y apellido, aunque yo prefiero llamarlo: imbécil.

No le conté nada a Pablo de lo que pasó. Sé que debería, pero no me atrevo, no soy capaz de decirle que me he liado con otro con el que meses antes me había acostado. Definitivamente, no soy capaz de decírselo.

Fue un impulso, un calentamiento debido al alcohol. Un error. Ya está.

Siempre que salgo a correr, voy por sitios distintos para que no se me haga aburrido el camino. Esta vez, este camino no ha sido el adecuado.

He decidido seguir por el campo, estaba un poco lejos, pero necesitaba despejarme demasiado ese día, por lo que no me importó mucho la distancia, aunque eso no fue lo peor de la situación.

Lo peor vino cuando tropecé con una piedra corriendo y caí directamente al suelo.

Un dolor agudo y fuerte se apoderó de mi tobillo. Intenté levantarme, pero me fue imposible, por lo que me quedé en el suelo acariciando la parte dolorida del tobillo, que cada vez estaba mas hinchada y morada.

- Joder. - maldecí para mi misma.

Mi primera esperanza para llamar fue a Pablo, pero luego me acordé que había salido temprano para ver a sus padres. Me dijo que fuera con él, pero me había excusado en que tenía varios trabajos de la universidad. Una mentira igual de grande que mi tobillo en estos momentos. La realidad es que no me llevaba muy bien con mis suegros, eran bastante estirados y me miraban siempre por encima del hombro. Si podía evitar verlos mejor que mejor.

Por lo que empecé a llamar como locas a mis amigas, pero después de varias llamadas perdidas, nadie me lo cogió y me rendí. ¿Nadie estaba despierto a las 9 de la mañana?

¿Y ahora como hago para volver a casa?

Se me paso la idea de llamar a una ambulancia, pero no creí que mi tobillo fuese demasiada urgencia como para eso.

Volví a mirar mi lista de contactos, cuando un nombre en concreto me hace detener el dedo, "rubio". No se si será buena idea, después de lo del otro día, pero ahora mismo es mi dignidad o mi tobillo.

Y mi tobillo me esta gritando en mil idiomas que mande mi dignidad a la mierda, así que eso hago.

Primer pitido, segundo, terc...

- ¿Si?

La voz ronca del rubio aparece tras el teléfono, y por su voz puedo adivinar que estaba dormido y lo he despertado, y que seguramente ni haya mirado el remitente de la llamada.

- ¿Te he despertado? - pregunto preocupada.

- ¿Eva? Si bueno estaba un poco dormido, pero no pasa nada.- ríe flojito al otro lado de la línea, sacándome una sonrisa. - ¿Estas bien?

- Si, bueno, no mucho. Veras, es que me caído y no me puedo levantar. Estoy sola en mitad del campo y nadie me cogía ni hay nadie a mi alrededor, y pues mi última opción has sido tu pero...

- Eh, eh, tranquila fiera. - ríe. - no hables tan rápido. Dime donde estas y me tienes allí en nada.






Ya son veinte minutos los que llevo esperando a que Hugo aparezca por algún lado. Le había indicado mas o menos donde estaba, pero entre tantos arboles es un poco difícil.

Amor de egoístasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora