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Después de que la grúa se llevase el coche, cogimos un taxi que nos dejo en el hospital, donde me dijeron que tenía un esguince de segundo grado. No es muy grave pero tengo que estar entre tres o cuatro semanas con el pie vendado.

Lo que me hacía falta a mi ahora.

Otro taxi nos dejo en mi casa. He de decir que en todo este camino y todo el tiempo que llevamos juntos en esta mañana no hemos hablado del tema que mi cabeza tiene como tabú ni nos llevado mal.

- ¿Y Pablo?

Es lo primero que sale de la boca de Hugo al abrir la puerta de mi casa.

- No está. Ha ido a casa de sus padres.

Una sonrisa burlona se asoma por sus labios mientras recorre con la mirada toda la casa asintiendo con su cabeza.

Me empiezo a poner nerviosa y a maldecir por haberle invitado a casa, sabiendo lo que pasó la última vez que él pisó esta casa.

- Interesante - susurra adentrándose al salón. - ¿Y esa guitarra?

- Voy a por ella, está en mi cuarto. - cierro la puerta de la entrada con la muleta y me encamino al pasillo.

- Eh, eh. Que estas coja. Dime donde está y voy yo. - insiste viniendo hacia mi.

- Puedo andar perfectamente. - sigo caminando hacia mi cuarto escuchando como se ríe detras de mi.

Nuestra casa consta de tres habitaciones, una es donde dormimos pablo y yo. Las otras dos, decidimos quedarnos cada uno con una para meter todas nuestras cosas. En la mía tenía una mesa de estudio, algunos instrumentos que me dio mi padre y mi colección de discos.

- Ala, si que te gusta la música. - dice Hugo admirando cada parte de esa habitación.

- Sí, se podría decir que compartimos hobby. - sonrío mirándole. - Ahí está la guitarra.

De vuelta al salón, me siento en una esquina del sofá y él en la otra, se coloca la guitarra en sus piernas y comienza a deslizar sus dedos por las delicadas cuerdas formando una melodía.

- ¿Cual quieres que cante? - me pregunta sin dejar de acariciar las cuerdas. Encojo los hombros.

- La que quieras. - susurro.

Asiente y sus dedos continuan moviendose, pero esta vez su voz lo acompaña. Madre mia, que voz. Reconozco la canción al instante.

90 minutos.

Es preciosa, pero cantada por él aun lo es más. Me tiene embobada toda la canción, de principio a fin. Como la vena de su cuello se hincha a medida que desgarra su voz. Y como sus ojos conectan con los mios contándose multitud de cosas sin decirmos nada.

Un último acorde y la canción se acaba, aunque yo aun sigo en shock sin dejar de mirarle.

- La baba, Rudolph.

Mis mejillas suben de tono y se me escapa una risa nerviosa.

- Eres idiota.

Ya ni me moleste en insistirle que me dejara de llamar así. Ahora me parece incluso divertido el apodo que se había dignado a ponerme.

Deja la guitarra en el suelo apoyada en el sofá y acostándose en el respaldo me mira fijamente.

- Ahora te toca a tí. Cantame algo.

Cantar era algo que hacia mucho pero que pocos sabían. Ni siquiera Pablo me había escuchado nunca y es que por mucha confianza que me haya transmitido Hugo, todavía me da vergüenza cantar delante de gente que no es mi padre.

- Mejor otro día, ¿vale? - supongo que noto mi cara de pánico y no insistio, simplemente me dedicó una sonrisa y asintió. - ¿Vemos una película?

Las palabras salieron solas de mi boca. El plan era simplemente que viniese a cantarme, pero no se muy bien el por que no quería que se fuese. Su simple compañía me gustaba.

- Claro, pero si elijo yo.

Rode los ojos tendiéndole el mando para que él elijiese en netflix lo que quisiese. La verdad que a mi la película en estos momentos me importaba poco, solo no quería que se fuese.

Se decidió por el señor de los anillos y seguidamente de darle al play, dejó el mando y se tumbo de manera rápida colocando su cabeza en mis piernas.

Me tense al instante, mi corazón comenzó a latir a toda velocidad sintiendo que se me iba a salir del pecho. Sintiendo como si miles de mariposas revolotearan en mi estomago.

Su mano comenzó a acariciarme la pierna suavemente, lo que hacía que todo lo que estaba experimentando mi cuerpo solo fuera en aumento.

Y me sentí mal.

No quería reconocer que era todo eso que estaba sintiendo con a penas un roce suyo, pero lo que si sabía es que no debería de estar sintiendolo. No al menos cuando estoy con Pablo, y él con Marta.

¿Él estará igual que yo? ¿Se le erizará la piel también cuando nos rozamos?

Mi mano va sola hacía su rubio pelo, enredandola entre sus mechones, algunos con tonos blancos. Y me fijo en su cara, ha cerrado los ojos y una sonrisa se asoma por sus labios.

Quiero pensar que he sido yo la causante de esa sonrisa, de que mis caricias le hayan gustado tanto como para cerrar los ojos y sonreir.

Pero la realidad nos estampa en la cara a ambos en forma de llamada.

- ¿Si? - descuelgo la llamada de Pablo.

- Hola amor, ¿Qué tal? ¿Has comido ya?

Hugo se levanta de mis piernas y para la película.

- Hola. No, todavía no he comido, ahora me haré algo. - miro de reojo a Hugo viendo como alcanza el móvil entre sus manos.

- Te llamaba para decirte que al final no duermo aquí, así que estaré allí para la noche, ¿vale?

- Vale, aquí te espero.

Cuelgo y mi mirada se posa en Hugo, que sigue aun hundido en su móvil.

- Te iba a decir de pedir una pizza para no dejarte sola coja, pero me acaba de escribir Marta diciendome que ha comprado comida para los dos.

Y ahí esta la cruda realidad.

Amor de egoístasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora