Esta mañana Pablo me acompañó a que me quitaran la venda del tobillo. Por fin se habían cumplido las tres semanas que me dijo el doctor, y mi pie estaba ya totalmente bien.
En estas semanas, Hugo me ha llevado todos los días a la facultad. Pero, eh, no ha vuelto a pasar nada desde ese día que me llevó a su casa del campo. Tampoco hemos hablado nada al respecto, simplemente actuábamos como si fuésemos amigos nada más. Me he dado cuenta de lo bien que me llevo con él, hemos cogido mucha confianza en estas semanas.
He intentado no pensar en lo que pasó, hacer como si nada y que solo seamos amigos, pero me es imposible, cada vez que le tengo cerca mi cuerpo experimenta sensaciones nuevas que nunca me había pasado.
- ¿Segura que no quieres venir?
Pablo ya me había preguntado unas tres veces que le acompañara a una fiesta que hace uno de su facultad en su casa, pero la verdad que no me apetece nada.
- De verdad Pablo, vete tranquilo, yo voy a estar bien aquí. Además, me han quitado la venda del tobillo hoy, no estoy para mucha fiesta.
Esto último parece que le convenció, puesto que asintió, cogió sus últimas cosas y salió de casa después de despedirse de mi.
Suspiré tumbándome en el sofá. Me encantaba convivir con Pablo, pero a veces estos momentos de soledad haciendo lo que me da la gana nunca vienen mal.
Pablo es... ¿demasiado correcto? No sabría como definirle, sus padres le adoran por lo perfeccionista que es en todo. Es un maniático de la limpieza, igual que con la comida, mi nevera esta llena de verduras y cosas raras. Si estoy con él nunca me veréis comerme una hamburguesa o una pizza.
Es por eso que siempre hace él la comida, es como mi nutricionista.
Pero de vez en cuando comer comida basura esta bien, por eso me tengo que ir con mis amigas para comerla, por que en esta casa es imposible.
Así que sí, Pablo y yo somos la noche y el día, él tan perfecto y yo tan desastre.
Mi momento de soledad acaba con el sonido del timbre. Miro el reloj, hace ya más de media hora que Pablo se ha ido, no creo que se le haya olvidado nada y además, usaría las llaves, a no ser que sea eso lo que se le haya olvidado.
Me levanto del sofá con mi moño destrozado y una sudadera grande de mi padre dispuesta a abrir la puerta.
Pero mi pulso se acelera cuando veo a la persona que está detrás de ella.
- ¿Qué haces aquí? - pregunto asombrada al ver al rubio mirándome con una caja de pizza en sus manos.
- Marta me ha dicho que no ibas a ir a la fiesta esa, así que he venido a hacerte compañía. - sonríe mucho enseñando los dientes, cosa que me hace soltar una carcajada.
- Estaba disfrutando bastante de mi soledad, pero bueno, pasa. - ironizo de broma provocándole una sonrisa.
Pasa al salón quitándose la chaqueta para dejarla encima de una silla, y como las dos veces que ha estado en mi casa, mira en silencio cada rincón.
- No mientas, sé que te alegras de verme aquí.
Y la verdad es que sí, sin saber muy bien el por qué, me alegraba de que hubiese venido a verme, aunque sea simplemente para comernos una pizza. Pero claro, eso no se lo iba a decir.
- Creído.
Se sentó en una esquina del sofá, esperando que yo hiciese lo mismo, después de poner la pizza sobre la mesa.
- ¿Qué tal el tobillo? - me pregunta mientras se recuesta en el reposa brazos del sofá.
- Bien, ya no me duele nada. - sonrío. - ¿Qué quieres de beber?
- Me da igual, lo que tengas por ahí.
Salgo del salón camino a la cocina para ir a por algo de beber, pero nada más abro la nevera caigo en la cuenta de que en esta casa no compramos refrescos por que Pablo dice que engorda mucho. Así que rodando los ojos cojo dos vasos y la botella de agua fría de la nevera.
- Lo siento, solo tengo agua. A Pablo no le gusta comprar refrescos. - una sonrisa asoma por sus labios.
- Esta bien.
- Es más, si me viera comiendo ahora pizza me mataría. - digo mientras tomo asiento a su lado.
- Pues disfruta ahora que no está. - dice en tono divertido.
Entre los dos decidimos poner alguna película de la cartelera de Netflix mientras comemos. Estos momentos con Hugo me llenan demasiado, por que no es lo habitual en mi vida. Cosas tan simples y tan comunes en todas las casas como comer pizza viendo una película es algo que llevo sin hacer desde que estoy con Pablo.
- Oh, vamos. ¿Por que tiene que entrar ahí?- dice Hugo aferrado al cojín refiriéndose a la película de miedo que nos habíamos decidido a poner.
- Por que sino no sería una peli de miedo, idiota.
Hugo me saca la lengua, para después esconder su cabeza en el cojín cuando sale una escena de susto. Suelto una carcajada por lo miedoso que es.
- ¡Que no te rías mierdah! - me grita riendo mientras me tira el cojín a la cara.
- ¡Oye! - le grito esta vez yo devolviéndole el cojinazo, pero incluyéndome a mi tirándome encima suya.
Error mío por que comienza a hacerme cosquillas por todas partes, haciendo que no pueda parar de reír y comience a pegar patadas al aire que no van a ningún lado.
- ¡Hugo! ¡Para! - mi respiración está agitada y a penas puedo pronunciar las palabras bien.
- Vale, vale, ya paro, fiera. - dice riendo también.
Apoyo mi frente en su pecho intentando recuperar la respiración y tragando saliva. Notando como el pecho de Hugo sube y baja también rápidamente al igual que el mío.
Subo la cabeza encontrándome de frente con su cara demasiado cerca de la mía.
- Vaya pelos, Rudolph. - ríe colocándome el pelo que seguramente estaría alborotado después de las cosquillas.
- Eres un idiota. - zanjo aguantándome la risa.
- Has empezado tu riéndote de mi. - ruedo los ojos y coloco ambas manos en el sofá para levantarme, pero las manos de Hugo alrededor de mi espalda empujándome para que caiga de nuevo encima suya, me retienen. - Quédate así, que me da miedo la peli. - me dice haciendo un puchero.
- Ahora si lo reconoces, ¿no? - le digo alzando una ceja.
Él simplemente me dedica una sonrisa burlona y gira la cabeza para mirar la película, por lo que no me queda más remedio que quedarme en esta posición.
Aunque realmente me encante.
Apoyo mi cabeza de lado en su pecho mientras mi dedo recorre su pecho de arriba abajo. Sus manos me rodean la cintura, y de vez en cuando una de sus manos subía por mi espalda, acariciándola, produciéndome miles de cosquilleos.
Me desconcentre de la película, los latidos de su corazón que podía escuchar perfectamente mi oído me parecían mas entretenidos.
Y así fue, como sin darme cuenta, me quede profundamente dormida. En sus brazos.
ESTÁS LEYENDO
Amor de egoístas
FanfictionNadie es perfecto. Nunca vas a saber cuando es el momento de enamorarte. A veces las personas son egoistas por amor. Y ahí es donde está el problema.